OPINIóN

DNI no binarios: "Debería poder ir la X, y también la Y"

Últimamente, la letra X viene dando muchos dolores de cabeza. En el mundo del lenguaje inclusivo se la utiliza impidiendo que el lector (sea éste afín al lenguaje inclusivo o no) pueda pronunciar la palabrx. Lo cual, atenta -aunque levemente, pero atenta- contra los principios del lenguaje: la comunicación.

Alberto Fernández entregó los primeros DNI 20210721
El presidente Alberto Fernández entregó los primeros DNI para personas no binarias en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada. | CEDOC-PERFIL

Últimamente, la letra X viene dando muchos dolores de cabeza. En el mundo del lenguaje inclusivo se la utiliza impidiendo que el lector (sea éste afín al lenguaje inclusivo o no) pueda pronunciar la palabrx. Lo cual, atenta -aunque levemente, pero atenta- contra los principios del lenguaje: la comunicación.

Ayer, en otro ámbito, la X volvió a generar revuelo y disconformidades, tanto a los afines con las políticas de género como a los que no. Se trata de la inconformidad en alusión a la reciente incorporación de la X en el DNI, destinada como “casillero” para aquellos que no se sientan afín con el sistema binario de identidad.

Respecto a éste punto, hay que aclararlo, parece insólito, pero hay que aclararlo: el verdadero conflicto no se encuentra entre los defensores de la X, los “no binaries” descontentos con la X y los desconcertados conservadores. El gran problema es confundir identidad de género con genética.

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Ambas son dos cuestiones muy distintas que aunque conviven en el individuo, cursan en paralelo. Confundir una por otra, o no aclarar de qué se habla, es “marear” la conversación. Parece un error demasiado grosero como para pensar que es involuntario. Sea a propósito o no, ambas posibilidades son muy graves.

Si a la vida ciudadana le sirve de manera indispensable conocer cuantas personas cromosomáticamente XX (mujeres), XY (varones) e XXY, XXXY, etc. (intergéneros) hay en el país, podría recabarlo. Y si le sirve al bien común que estos datos también figuren en el DNI podría optar por ponerlo, valiéndose de dichas siglas en el documento.

Caso contrario, si aquello que el DNI explicitara fuera una vivencia, sería muy extraño que aceptemos la obligación de tener que aclararla. ¿Para qué uno quisiera que el estado “avale” (certifique) cómo nos sentimos? ¿Y si cambiamos de opinión vivencial? ¿Tendríamos que informárselo también al estado? ¿Por qué? ¿Con qué fines?

Una cosa es visibilizar las minorías y respetarlas (lo cual es absolutamente necesario). Y otra, es que, en el supuesto afán de visivilizarlas, se las esté volviendo a denostar con métodos que intentan ser sofisticados pero que acaban simplificando sus diferencias, contaminando al debate y evidenciando una ignorancia: la de los ciudadanos al naturalizarlo, la de los políticos al proponerlo y/o la de los políticos al subestimarnos.

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Está claro que ha habido un avance positivo y significativo respecto a la aceptación de modos no binarios de sentir y de asumir identidad, más ello no debería superponerse a la biología sino convivir con ella. De hecho, quienes quieren incorporar hormonas de determinado sexo recurren a la biología y a sus descubrimientos para hacerlo. Quienes quieren cambiar de sexo recurren a la medicina y a la ciencia para hacerlo. Y, no por ello, se los considera retrógrados o “conservadores”.

Sería extraño creer que quienes inicialmente decidieron incorporar el género en el DNI lo hicieron pensando en describir cómo la persona se sentía. Las vivencias han de ser respetadas y los cromosomas también. Confundir discursivamente una cosa con otra es una aberración que atrasa y degrada a cualquier autoridad no dispuesta a aclararlo. Aunque parezca una obviedad, no está explicitado.

Esto cobra mayores dimensiones al ocurrir dentro del Documento Nacional de Identidad.

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Tres humildes sugerencias de este columnista: El DNI (Documento Nacional de Identidad), se podría pasar a llamarse “Documento Nacional de Identificación”. Para evitar que se confunda la palabra “identidad” (que abarca rasgos y características amplios) con la de identidad de genero.

Si van a incorporar la X, habiliten la posibilidad de incorporar también la Y, y hablen de cromosomas.

Y, si es una información que no está clara ni aclarada para que sirve, bien podrían entonces suprimirla, o -al menos- quitarle a la inscripción el carácter de obligatoriedad.

[No olvidemos que el fascismo no es un contenido, sino una forma. Y tiene la habilidad de disfrazarse con las ideologías más insospechadas].

 

 

* Mariano Marquevich. Psicólogo y novelista.