OPINIóN
Análisis

Sin certezas ni precisiones debemos adaptarnos a riesgos e incertidumbres

Es evidente que el comportamiento del SARS COV 2 es un inigualable generador explícito de brechas, no solo en el conocimiento operativo de ciencias aplicadas como la Medicina, sino también en los marcos conceptuales o teóricos que deben regirlas.

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Coronavirus | Pixabay

Científicos sudafricanos informaron que la nueva variante denominada B.1.1.529, posee una "combinación muy inusual" de mutaciones que podrían hacerla más transmisible que la variante Delta.

La morbilidad en ese país se multiplicó por diez y el científico sudafricano Tulio de Oliveira sostuvo que la nueva variante puede ser responsable de esto ya que contiene una "constelación única" de alrededor de 50 mutaciones, 30 en la proteína “spike” y 10 en el dominio de unión al receptor (la parte del virus que primero hace contacto con las células); esto resulta infinitamente mayor a las escasas dos mutaciones observadas en la variante Delta que logró extenderse rápidamente durante este año.

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Muchas de estas mutaciones implican una mayor resistencia a los anticuerpos, lo que claramente puede afectar el comportamiento del virus frente a las vacunas, los tratamientos y su transmisibilidad. Nuestro conocimiento debería expandirse muy rápidamente en los próximos días, se podrá saber si la variante realmente vulnera las vacunas, qué tan rápido, si es más letal o no, cómo afecta a los niños, etc.

La trascendencia de estos procesos de generación permanente de nueva información biomédica relevante, frente a circunstancias evidentes de teorías del comportamiento y el impacto conjunto de todas estas sobre el conocimiento científico disponible, debe proponernos revisiones sistemáticas de valor epistemológico en una aplicabilidad extendida a los ciudadanos y a los Sistemas y agentes de Salud.

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Riesgos e incertidumbre

Para comprender mejor estos conceptos de riesgos e incertidumbre, debemos efectuar una clara distinción: el riesgo refiere a situaciones en las que se desconoce el resultado, pero en las cuales nos encontramos en condiciones de identificar eventuales acciones a encarar, pero también la distribución de probabilidades asociadas que podrán regir sus consecuencias o resultados. En esencia existen mecanismos de cuantificación de los riesgos regidos por las distribuciones objetivas de probabilidades.

Frente  a esto, en  la incertidumbre nos encontramos ante situaciones o eventos, sobre los que no existe información suficiente para identificar probabilidades objetivas. Los eventos futuros no se conocen y no se puede cuantificarlos, lo que implica que el resultado de la decisión es desconocido e incontrolable.

Por tanto, cuando la información necesaria para comprender y anticipar consecuencias o cambios que pueden ocurrir en un contexto particular, es insuficiente o no está disponible, la situación debe definirse como incierta. El elemento clave para hacer esta distinción entre riesgo e incertidumbre está siempre en la probabilidad.

Es evidente que no se pueden identificar aun los posibles eventos a ocurrir con el SARS COV 2 y mucho menos, somos hoy capaces de predecir la probabilidad de ocurrencia de estos eventos, por ello afrontamos matemáticamente variables definidas en forma incompleta.

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En Israel, por ejemplo, se están imaginando nuevas medidas dado que ya se han detectado cuatro portadores de la nueva variante; una de esas personas contaba con el tercer refuerzo de la vacuna COVID-19 de Pfizer-BioNTech y otro portador había ya recibido dos dosis de la vacuna AstraZeneca (la última en junio).

Es evidente que el comportamiento del SARS COV 2 es un inigualable generador explícito de brechas, no solo en el conocimiento operativo de ciencias aplicadas como la Medicina, sino también en los marcos conceptuales o teóricos que deben regirlas. Deberíamos hilvanar entonces instructivos respecto a los mejores métodos para recabar información contrastable a partir de la observación clínica efectiva, y de qué manera a partir de ésta, actualizar rápidamente el conocimiento médico generalizable y aplicable.

No hay espacio para la subestimación de múltiples mecanismos de difusión del virus ni tampoco una subestimación de sus probables características patogénicas. Por ello se debe promover una mejor dinámica cualitativa de comportamientos de profesionales y del público en general, en este contexto de crisis adaptativa pandémica cuya terminación no pareciera estar cerca de producirse.

 

 

* Martin A. Morgenstern. Dr. Econ, MBA y Bsc.- Profesor e Investigador Economía de la Salud.