OPINIóN
Feriado del 23 de noviembre

El combate de la Vuelta de Obligado y el inicio de la guerra del Paraná

El 20 de noviembre de 1845, a las 8 de la mañana, se produjo el primer disparo desde un navío inglés, lo que significó el inicio del combate.

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La Vuelta de Obligado | Juan Manuel Blanco / Flickr

El 20 de noviembre de 1845, Lucio N. Mansilla, un veterano de 53 años, que entre otras gestas había defendido a su Buenos Aires natal durante las invasiones inglesas (siendo solo un niño y combatiendo a las órdenes de Santiago de Liniers), se encontraba ante un nuevo desafío. La escuadra anglo-francesa, que había arribado al Río Paraná el 18 de noviembre, esperaba para comenzar su ataque. Desde la costa, Mansilla y sus tropas se preparaban para descargar su artillería contra las huestes invasoras. A las 8 de la mañana se produjo el primer disparo desde un navío inglés, lo que significó el inicio del combate de la Vuelta de Obligado.

Demos un poco de contexto histórico: a mediados del siglo XIX Inglaterra estaba construyendo el mayor imperio colonial de la historia. La revolución industrial que había comenzado en la segunda mitad del siglo XVIII necesitaba obtener, por un lado, mercados para colocar la producción británica, y por el otro, materias primas para la elaboración de sus productos. El desarrollo y el perfeccionamiento de la navegación a vapor hacían atrayente la incursión por los ríos Paraná y Uruguay. La intención, era, entonces, poder llenar el Litoral y el Paraguay con mercancía manufacturada en Europa.

 

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Hacia 1835, la Confederación Argentina se encontraba al borde de una guerra civil, el asesinato de Facundo Quiroga reflotó antiguos conflictos entre las provincias. En Buenos Aires la confusión era absoluta y los legisladores porteños reclamaban que una figura fuerte asumiera el gobierno, alguien que tuviera el suficiente respaldo como para garantizar el orden. El elegido fue Juan Manuel de Rosas, un importante hacendado que había surgido con fuerza en la política porteña tras el fusilamiento de Manuel Dorrego y que en 1829 había sido elegido gobernador de la provincia con facultades extraordinarias. El 7 de marzo de 1835 Rosas se convirtió por segunda vez en gobernador de la provincia con la suma del poder público y las facultades extraordinarias conferidas por la Asamblea porteña. Desde 1831, las provincias fueron sumándose a los lineamientos del Pacto Federal, originalmente firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, dando paso a la formación de la Confederación Argentina, una suerte de alianza de los 14 estados provinciales, con más o menos autonomía, según el caso, que cedían a Buenos Aires el manejo de las Relaciones Exteriores.

La guerra del Paraná contra las dos mayores potencias del mundo

Luego de batallas despiadadas y sangrientas, Rosas consiguió la victoria total sobre todos sus enemigos en 1843, restableciendo el orden interno. Sin embargo, el gobernador bonaerense no quedó satisfecho y decidió sitiar la ciudad de Montevideo que representaba un considerable núcleo conspirativo contra sus políticas. Este avance contra la Banda Oriental reavivó viejos conflictos que existían entre la Confederación y Francia, que esta vez contó con el apoyo de Inglaterra. Ambas potencias europeas le exigieron a Rosas poner fin al sitio de Montevideo y permitir la libre navegación de los ríos para expandir su comercio. Este pedido no era novedoso, ya desde mediados de la década del 30 las provincias del Litoral venían reclamando este derecho a Buenos Aires, que decidía, por medio de su aduana, qué productos entraban o salían del país. Es por ello que para poder comerciar libremente con las potencias extranjeras, el litoral reclamaba la libre navegación de los ríos Uruguay y Paraná.

En Obligado ¿ganamos o perdimos?

Rosas rechazó de plano las exigencias de las potencias europeas, lo que produjo que en noviembre de 1845 cientos de navíos anglo-franceses llegasen hasta el Rio de la Plata. La flota europea tenía el control absoluto de Colonia del Sacramento y de la Isla Martín García y produjeron un bloqueo del puerto de Buenos Aires. Rosas declaró piratas a los miembros de las tropas invasoras y recibió el apoyo de las provincias del interior. Las naves extranjeras decidieron adentrarse en las aguas del Paraná. Rosas inmediatamente preparó la protección del territorio. Una defensa precaria y con un componente importante de ingenio “criollo”. En la Vuelta de Obligado, Mansilla organizó la defensa extendiendo tres enormes cadenas a lo ancho del Paraná, que en ese lugar era de 700 metros. Las cadenas fueron sostenidas por 24 pequeños barcos fondeados y solo 10 de ellos contenían explosivos. De un lado de las cadenas avanzaba un centenar de navíos de la flota más poderosa del mundo (11 navíos de guerra impulsados a vapor y 90 embarcaciones mercantes), del otro solo les hacía frente una pequeña goleta nacional.

Ante el avance del enemigo, Mansilla y sus tropas abrieron fuego desde las barrancas del Paraná. Hacia las 10:30 de la mañana el poder de los cañones anglo-franceses comenzó a destruir las cuatro baterías rosistas. Mientras la batalla se desarrollaba por diferentes frentes, un grupo de soldados ingleses comandados por el capitán Hope intentaban cortar las cadenas que les impedía el paso y dejaba a la flota a merced del fuego patriota. La tarea fue cumplida cerca del mediodía, cuando los británicos lograron romper las cadenas. Hacia las 7 de la tarde una herida en una costilla dejó a Mansilla fuera de combate, lo que detonó en una retirada de las tropas rosistas. El saldo de la batalla fue de 27 muertos por parte del bando invasor y entre 300 y 600 muertos por parte de las tropas confederadas.

 

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En abril de 1846 los invasores retornaron a Montevideo. Durante el viaje, en cada punto de la costa recibieron el fuego de cañones y fusilería del ejército confederado. Si bien los disparos fueron, en general, inofensivos, el mensaje fue claro; repudio absoluto del pueblo confederado contra la invasión extranjera. Las flotas inglesas terminaron retirándose en marzo de 1847 y la francesa lo hizo un año más tarde. Mansilla se recuperó de sus heridas y se convirtió en un símbolo de la defensa de la soberanía. La gesta fue tan importante que don José de San Martín, el Padre de la Patria, desde su exilio en Francia, legó su sable a Rosas afirmando que la batalla de Vuelta de Obligado tuvo tanta trascendencia como las libradas por él para la emancipación de España.

 

Matías J. Rosso. Historiador del Derecho, Universidad Nacional de Córdoba-Universidad Siglo 21.