El desarrollo que tuvo en los últimos años la inteligencia artificial ha suscitado el temor de que esta tecnología elimine millones de puestos de trabajo en todo el mundo. En este sentido, el Fondo Monetario Internacional informó en enero pasado que alrededor del 40% de los puestos de trabajo de todo el mundo podrían verse afectados por el auge de la IA.
La jefa del FMI, Kristalina Georgieva, pidió a los gobiernos que establezcan redes de seguridad social y ofrezcan programas de reciclaje para contrarrestar el impacto de la IA. Señaló que en la mayoría de los escenarios, la IA probablemente empeorará la desigualdad general.
Según su punto de vista -y el de aquellos que tienen una mirada apocalíptica sobre el poder de la AI- en los casos más extremos, algunos de estos empleos pueden desaparecer.
En la otra vereda, se encuentran quienes no ven una amenaza en el desarrollo tecnológico ya que, en definitiva, toda máquina necesita que alguien la sepa operar.
Bill Gates, por ejemplo, se ha pronunciado al respecto, partiendo de la idea de que la historia demuestra que con cada nueva tecnología surgen el miedo y luego una nueva oportunidad.
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En una entrevista con Fareed Zakaria de CNN, Gates predijo que la IA hará la vida de todos más fácil, señalando específicamente la ayuda a los médicos a hacer su papeleo, que es parte del trabajo que no les gusta.
En nuestro país también ha quedado abierto el debate sobre el impacto que producirá la AI en el mercado laboral.
La posibilidad de que con el ChatGPT una persona con escasos conocimientos intelectuales y linguísticos pueda publicar un libro atemoriza a escritores y editores.
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No obstante, deberá existir siempre detrás de cualquier publicación hecha en base a impulsos electrónicos alguien con cierta formación para ordenar el material, chequear la información y dotar al texto de títulos atractivos a fin de que el producto final resulte “vendible”.
El periodismo es un oficio que viene sintiendo la presión de la despersonalización: Las cámaras robóticas pusieron en jaque a los camarógrafos, los diarios electrónicos readecuaron el trabajo en las redacciones y muchos profesionales sintieron el rigor de la automatización.
Sin embargo, la proliferación de fake news le dieron al periodista la oportunidad de validar la información. El oficio del comunicador volvió a ser clave en medio de un maremágnum de noticias falsas y trolls.
Es interesante observar que la IA no solo cambia los procesos, sino redefine la relación entre la tecnología y el ser humano. Muchos se preguntan si la AI terminará dominando al hombre e, incluso, si se quedará con sus empleos.
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En este escenario, la capacidad de hacer replantearnos algunas preguntas se vuelve vital porque actúan como el puente entre dos inteligencias, que pueden desbloquear perspectivas innovadoras y fomentar una simbiosis beneficiosa.
Más allá de la posibilidad de reemplazar tareas rutinarias, en algún punto la IA requiere por ejemplo de la participación humana en su entrenamiento. Y aquí la importancia de los equipos y perspectivas diversas que se sumen para evitar el sesgo.
También nos encontramos frente a otra cara de la misma moneda. En un entorno laboral que evoluciona constantemente, la capacitación continua se torna esencial. Sobre todo desde una perspectiva mental abierta al aprendizaje.
¿Somos capaces de traer flexibilidad para observar lo nuevo y aprender? La habilidad para aprender se convierte en un activo fundamental, permitiéndonos adaptarnos a las demandas cambiantes del mercado laboral. Abrirnos a lo nuevo y ver las posibilidades que se nos presentan nos posicionará como mejor oferta para el trabajo. La IA puede ser una aliada una especie de colaborador en lo que hacemos.
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El miedo ante lo nuevo es comprensible, especialmente en el contexto de tecnologías disruptivas como la IA y en economías desafiantes cómo la nuestra, donde parte de la población no tiene una formación de base.
No obstante, la clave radica en abrazar lo desconocido. Al comprender y familiarizarnos con la IA, superamos el temor y maximizamos los beneficios de esta herramienta. La integración efectiva implica conocerla y manejarla, convirtiéndola en una aliada que potencia nuestras capacidades.
El desafío de los profesionales es adoptar una mentalidad de crecimiento, abierta a lo nuevo y a lo desconocido. En este nuevo paradigma, las habilidades blandas como la creatividad, la empatía, la capacidad de escucha y de forjar lazos con otros serán cada vez más necesarias, para formar buenos equipos de trabajo que se vean potenciados con la IA, junto con la comprensión y gestión de esta tecnología generativa.
