No existe certeza posible sobre las causas que llevaron al Libertador de América a desertar del ejército español para venir a arriesgar su vida en un momento sumamente complicado de la lucha anticolonial. Su familia estaba en la Península y él se había criado en Málaga desde los seis años y se había formado durante 22 años en el ejército realista. Como toda esa fuerza, se vio inmerso en el proceso revolucionario popular antifrancés y se fogueó en la lucha partisana.
Su presencia desbalanceó la situación a favor de los criollos en la lucha contra los godos, demostró desde el inicio que sus dotes de militar estaban muy por encima del promedio y sumó a la plana mayor del Ejército de los Andes a varios expertos en el arte de la guerra: Miguel E. Soler, José A. Álvarez Condarco, Gregorio Las Heras, Ambrosio Crámer y tantos otros (olvidados de la Historia) a los que debemos una parte importante de nuestra libertad.
San Martín no sólo fue un notable guerrero, formador del más poderoso ejército de América en ese tiempo y estratega capaz de organizar las guerrillas de Güemes en el Norte y las de Manuel Rodríguez en Chile sino que además, fue también el estratega político que impuso el plan político militar que desde el Congreso de Tucumán estableció como eje central lograr la independencia americana, empezando por romper con el rey.
José de San Martín y Tomás Guido: “Dime con quién andas…”
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Durante los seis años que le llevó esa empresa, Bernardino Rivadavia, Aráoz de Lamadrid, Alejandro Heredia, Estanislao López, Francisco Ramírez, Gervasio Artigas y todos los personajes que dirigieron Buenos Aires junto a su élite comercial y los ganaderos se trenzaron en luchas intestinas sin poner como centro la gesta de liberación sanmartiniana.
Habiendo llegado a Chile, derrotó a los realistas en la batalla de Chacabuco. Le propusieron nombrarlo Director Supremo, pero se negó y avaló el nombramiento de Bernardo O’Higgins. El 5 de abril de 1818, en los llanos de Maipo y en paridad de fuerzas, derrotó a lo más granado del ejército real (incluidos los veteranos que venían de ganarle a Napoleón y que habían sido adiestrados por los ingleses).
En 1820, tras la Batalla de Cepeda, se disuelven las Provincias Unidas y no queda Gobierno central que pueda apoyar y solventar al ejército para invadir Perú. San Martín envía una nota a los jefes del Ejército de los Andes el 26 de marzo de 1820 expresándoles su renuncia. Se reúnen en asamblea los jefes del ejército y le elevan al Libertador el Acta de Rancagua en la cual plantean en forma unánime seguir la gesta liberadora con San Martín al frente.
Guayaquil y las razones del alejamiento de San Martín
Desde allí, el que había sido el Ejército de los Andes, queda sin patria (no volverá a combatir bajo la bandera argentina) y San Martín deviene su jefe militar y su líder político por decisión unánime del cuerpo de oficiales. Más allá de algún aporte que logra conseguirle Pueyrredón, en Buenos Aires se lo considera un traidor por rehusarse a poner su ejército al servicio de los porteños en la guerra civil.
Después de Guayaquil, se retira a Francia, desde donde sigue los avatares de la política criolla. “El general vivía atento a lo que le pasaba a su patria y en cuanto se enteró del inicio de la guerra con el Brasil, tomó la decisión de volver a prestar sus servicios. Pero el país estaba en manos de Rivadavia y sólo cuando asumió su compañero del Ejército de los Andes, Manuel Dorrego, decidió embarcarse hacia Buenos Aires. En febrero de 1829 llegó al puerto de Buenos Aires y pudo saber del derrocamiento de Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. Muy a su pesar, el general decidió no desembarcar, dijo Felipe Pigna.
Sería imperdonable dejar de hacer mención de Martín M. de Güemes en la gesta libertadora. Enfrentó con sus gauchos varias invasiones, incluída la invasión de José de la Serna al frente de 6.000 soldados profesionales de primer nivel y con parque completo, obligándolos a retroceder derrotados. Mantuvo cubierta la frontera Norte para que San Martín pudiera concentrar todos los esfuerzos en el Cruce de los Andes.
Igual que a los generales del Ejército Libertador, la Historia olvidó a Bonifacio Ruiz de los Llanos, Apolinario Saravia, Jorge E. Vidt y tantos otros héroes que acompañaron a Güemes en la guerra gaucha.