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No más códigos de silencio en el narcotráfico

El caso de un colaborador que desnudó el lavado de dinero del cartel de Cali en Argentina, confirma que el código de honor que solían respetar los referentes del crimen organizado ya es historia.

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Pez gordo. Byron Piedrahita fue capturado en su casa de Antioquia. | septima division del ejercito de colombia

El teléfono sonó en PERFIL. No éramos muchos en la redacción. Recuerdo que, por alguna razón, había llegado temprano. Un ex secretario de redacción del diario, atendió la llamada.

El secretario sabía que el interés que me generaba, entre todas las temáticas del género policial, los casos de narcotráfico y crimen organizado. Hizo en su cuaderno algunas anotaciones que le dictó el hombre del otro lado del tubo, pero le pasó mi número de escritorio al extraño que ofrecía información sin pedir nada a cambio. De él, sólo supimos que se hacía llamar “el portugués” y que se comunicaba desde algún punto del mapa que no conocimos. 

Cuando hablamos, enseguida pude darme cuenta a qué causa hacia referencia. Ese expediente, uno de los más importantes de la historia argentina en la materia, contaba con todos los principales involucrados en prisión, sólo que quedaba un eslabón extranjero suelto.

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“El portugués” dio todos los datos necesarios que llevaron a Interpol Argentina hacia el evadido, que fue capturado meses más tarde en una lujosa residencia, súper vigilada, de algún distrito europeo. Todo lo que el misterioso y anónimo sujeto narró sobre el empresario vinculado a la saga narcoargentina era certero: detalles de su casa, medidas de seguridad y estilo de vida.

Lo curioso es que el informante, hizo un alto en su relato para recomendarme un libro. Se trataba de "Cero, Cero, Cero", de Roberto Saviano, el periodista y escritor mapolitano, también autor de "Gomorra", sobre la célebre mafia italiana.

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Por eso, cuando vi- años más tarde- el nombre de Saviano en una columna de opinión del New York Times, rápidamente, acaparó mi atención. Más aún, el tema.

El italiano se preguntaba si el juicio al narco mexicano Joaquin Guzmán Loera, más conocido como “El Chapo”, había cambiado al crimen organizado para siempre. En el debate, los testigos ventilaron todo tipo de pormenores acerca del temido capo del cartel de Sinaloa.

La revelación aparecía con absoluta claridad en la línea debajo del título: “El código de omertá se ha roto”.

El término 'omertá? hace referencia al mandato de silencio que prevalecía por sobre todas las cosas, incluso a la vida, para la mafia siciliana. Un código de honor inquebrantable que se metió en el ADN de las estructuras criminales en todo el mundo.

Que la regla de oro se haya roto en el juicio en Estados Unidos contra “El Chapo” fue todo un síntoma del cambio de época, en el que importan más los beneficios que pueden obtenerse al colaborar con la Justicia, que la exposición de los secretos de la facción y de sus integrantes.

“Entregar” al compañero -es decir, la traición- ya no parece tan terrible ni un camino a la muerte segura.

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Por el contrario, colaborar con las autoridades es ahora una “opción legítima” y ya no una deshonra. No sólo por los beneficios que obtienen los arrepentidos, sino también porque “hablar” ya no es sinónimo de la destrucción de la organización. Incluso, puede bien ser utilizado como estrategia para alzarse como nuevo líder, una vieja treta ahora "blanqueada". Claro está, los colaboradores deben elegir muy bien qué decir a la autoridades.

En Argentina, las causas narco cuentan, en su mayoría, con la colaboración de un soplón que desnuda los hilos de la banda en busca de una mejor posición o con algún interés particular que exceden los legales. Se trata de miembros en escalones menores o de personas vinculadas a la estructura de una u otra manera, sin demasiada injerencia en la toma de decisiones.

Lo que ocurrió en el caso de José Bayron Piedrahita Ceballos no tiene precedentes en el país y lo ubica en la tendencia que abrió el juicio de “El Chapo”: Por primera vez, un narco de jerarquía revela cómo se lavó en Argentina plata del Cartel de Calí, el grupo colombiano que se apropió del negocio del tráfico de cocaína, tras la muerte de Escobar.

El testigo colaborador (arrepentido) dio detalles de la vida del poderoso Piedrahita Ceballos, al lado de los temibles hermanos Orejuela y de la inmensa riqueza que adquirió al frente de laboratorios de drogas en Colombia. Parte de ese dinero llegó a Argentina.

El arrepentido informó cómo se ejecutaron las maniobras de blanqueo de capitales, a través de millonarios emprendimientos inmobiliarios en Pilar y en espectáculos de la noche porteña. También confirmó vínculos y hundió a los cómplices del reconvertido empresario colombiano. Entre ellos, el ex furbolista Mauricio "Chicho" Serna y la viuda y el hijo de Pablo Escobar. 

¿Por qué pudo hacerlo sin temor a convertirse en paria entre sus iguales o en objeto de alguna venganza? Porque, y ya no hay dudas, para el narcotráfico, los pactos de silencio no van más.

CP