POLICIA
una organizacion criminal italiana le enviaba hasta 100 mil euros por mes

El capo mafia que vivió como un fantasma en el país

Giancarlo Massidda fue capturado en Fincas de Iraola, un exclusivo country de la zona sur del conurbano. Era uno de los fugitivos más peligrosos del mundo. En Argentina pagaba un alquiler mensual de 60 mil pesos.

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Captura. Massidda fue detenido el 11 de diciembre después de permanecer diez años prófugo. Vivía en lujoso chalet. | captura TV

Agentes italianos celebran con puños apretados y palmadas en la espalda frente al colectivo de la línea 619, en Berazategui. Del otro lado, Giancarlo Massidda resopla derrotado, con las manos atadas tras su espalda, mientras se aleja en un vehículo custodiado por efectivos de la División Investigación Federal de Fugitivos del Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA).

Por fin, luego de permanecer por una década prófugo, el narco incluido en la lista de los delincuentes más peligrosos del mundo, fue capturado y puesto a disposición de la Justicia europea. La escena trascurrió el 11 de diciembre pasado, en Fincas de Iraola, un lujoso country de la localidad del sur del conurbano bonaerense donde se refugiaba Massidda hace, al menos, dos años.

Fuentes del caso indicaron que el hombre detenido proveía cocaína a la Calabria ’Ndrangheta, considerado el grupo mafioso más poderoso de Italia, incluso, del mundo.

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Esposado y fuertemente custodiado, fue trasladado en un móvil de la PFA, a cargo de Néstor Roncaglia, a la Unidad 28 del Servicio Penitenciario Federal.

El romano, de 61 años, vivía en el barrio cerrado de Berazategui con su pareja. Alquilaba una residencia a 1.500 dólares mensuales y mantenía un costoso nivel de vida, aunque no registraba ninguna actividad lícita ni bienes a su nombre en el país. Tampoco buscaba llamar la atención: no tiene perfiles ni su rostro aparece en redes sociales y se movilizaba en autos de mediana gama. No se registraron, a la vez, contactos directos con su familia –la unidad primordial para los mafiosos italianos–.

Massidda fue arrestado por primera vez en 2002, durante el Operativo Fenice, con dos kilos de cocaína. Se escapó en 2004 y fue recapturado por la policía española en Cunit. Desde España –donde continuaba manejando el tráfico de cocaína entre Italia y Sudamérica– fue extraditado a su país. Poco después, volvió a evadir a la Justicia en 2010 luego de ser condenado a 23 años y 9 meses de prisión por narcotráfico y evasión.

De alguna manera vivió como un fantasma durante diez años. Su figura comenzó a materializarse en Argentina cuando policías italianos detectaron que podría encontrarse en este continente con una identidad “prestada”. Fue clave para hallarlo la denuncia de extravío de un documento italiano. Massidda usaba el nombre de una persona que reside en Italia para circular libremente sin disparar alarma en las policías. Al mismo tiempo, desplegó una estrategia para burlar los controles migratorios en Argentina: durante cuatro o cinco años, entraba y salía del país hacia destinos limítrofes, principalmente a Brasil y a Uruguay, con el objeto de ser considerado “turista” y no estar obligado a tramitar la residencia.

Aunque los detectives que participaron de la investigación no pudieron corroborar que Massidda haya desplegado tareas vinculados al tráfico de drogas en el país, detallaron a PERFIL que el italiano se ubica en uno de los niveles más elevados en la cadena del narcotráfico internacional. Incluso, estiman que la organización a la que pertenece solventaba sus gastos con envíos de entre 50 mil y 100 mil euros por mes, un indicio de la relevancia que ostenta dentro del esquema del crimen organizado.

En la actualidad está alojado en una prisión donde analiza la estrategia para impedir su extradición y lograr la libertad. Dicen que se basará en el caso de Leonardo Bertulazzi, un ex integrante de las Brigadas Rojas en los 70, condenado a 27 años de prisión por el secuestro del empresario Pietro Costra.

Bertulazzi fue atrapado por Interpol en un estacionamiento de Constitución, en noviembre de 2002. Fue liberado un año más tarde por la jueza María Servini de Cubría, por un tecnicismo: fue juzgado en ausencia en el exterior, una posibilidad que no está prevista en la Justicia argentina.