La presidencia del Dr. Fernando De la Rúa estuvo signada por su promesa electoral de “un peso igual un dólar” de la cual Fernando no se quiso mover, al costo de perder la Presidencia por cumplir su promesa. Fue un perfecto “radical intransigente”. Pero la economía política está regida por las leyes de la oferta y la demanda que son distintas de las leyes del Congreso y del voluntarismo político. La leyes de la oferta y la demanda determinan los precios de la economía. También a la larga el precio del dólar. Si fijamos arbitrariamente el precio del dólar muy bajo, como un peso por un dólar, habrá un excedente de demanda de dólares para importaciones de bienes y servicios sobre exportaciones de la misma naturaleza. Ese excedente pudo cubrirse provisoriamente con un endeudamiento externo de unos 12 mil millones de dólares por año. Pudo también cubrirse vendiendo las empresas del Estado, llámense YPF, Teléfonos del Estado, SEGBA, Aerolíneas Argentinas, u otras. Pero en el 2001 la deuda externa acumulada llegaba a 160 mil millones y excedía en 6 veces el valor de las exportaciones de un año. Y además para esa época se habían acabado las “joyas de la abuela” que eran las empresas del Estado. Por lo tanto la insolvencia internacional de la Argentina se tornó evidente.
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El FMI encendió la luz roja a los bancos financistas internacionales denegando un desembolso de 2200 millones de dólares en noviembre de 2001. Y en diciembre de 2001, la convertibilidad estalló. El dólar se cotizaba a 3 pesos en Montevideo. Las leyes de la economía no admiten voluntarismos ni arbitrariedades. Lo de “un peso, un dólar” repetido hasta el cansancio durante la campaña electoral de 1999 no pudo mantenerse por mas buena voluntad que pusiera el Presidente De la Rúa, un hombre bondadoso y cumplidor de sus compromisos.
Conociendo lo que se venía, en forma anticipada, en los años 2000 y 2001, el que esto escribe visitó sucesivamente a dos de los Secretarios Generales de la Presidencia del Dr. De la Rúa y les propuso que el Presidente dicte un decreto de necesidad y urgencia fijando un tipo de cambio de 2 pesos por dólar para equilibrar las cuentas externas tornándolas superavitarias y estableciendo además derechos de exportación a los productos primarios del campo y la minería del 20% para transformar el déficit fiscal en superávit. Pero ambos Secretarios me comunicaron que el Presidente aunque se interesó en leer mis propuestas e incluso subrayó párrafos de mis libros, terminó desechándolas.
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Con respecto a los depósitos a plazo fijo en los bancos denominados en dólares, que sumaban cerca de 50 mil millones de dólares de particulares, y que estaban ganando un interés cercano al 10% anual, había un grave problema. Mi propuesta era transformarlos en pesos indexados con el índice de precios al consumidor partiendo del valor del dólar a un peso por un dólar vigente al tiempo de la constitución cada depósito. El problema era que los dólares verdaderos, contantes y sonantes, eran solamente de 10 mil millones originalmente. Pero, por el conocido mecanismo de la multiplicación de los depósitos y préstamos bancarios, con esos 10 mil millones de verdes originales verdaderos, los bancos los transformaron 50 mil millones. Permitir esa multiplicación sin contar con un Banco Central prestamista de última instancia que pueda emitir dólares, fue un error profesional imperdonable de las autoridades económicas de la época. Los bancos no tenían esos depósitos por 50 mil millones, pues los habían prestado a prestatarios que ganaban sus ingresos en pesos. Pero las leyes de la economía son inexorables y no perdonan los errores de nuestras autoridades económicas. Ni las de los bancos. Como afirmé antes, el dólar ya cotizaba a tres pesos en Montevideo.
La pesificación tenía un precedente fundamental en los Estados Unidos, cuando en 1933 el Presidente Franklin Delano Roosevelt “pesificó” en el gran país del norte. En realidad Roosevelt devaluó el dólar en relación al oro de 20,67 dólares por onza de oro a 35 dólares por onza de oro. Los titulares de créditos con cláusula oro no aceptaron el decreto de Roosevelt e invocando un derecho de propiedad violado, demandaron ante la Justicia para ser pagados en oro al nuevo tipo de cambio de 35 dólares por onza de oro, rechazando el pago en dólares estadounidenses al antiguo precio del oro de 20,67 dólares por onza. La Corte Suprema de los Estados Unidos en el famoso caso “Baltimore”, convalidó la “pesificación” de Roosevelt estableciendo que el gobierno de los Estados Unidos tenía el derecho de establecer una moneda única dentro del país y que esa moneda era el dólar y no el oro. Esto también lo expliqué a los Secretarios de la Presidencia del Dr. De la Rúa. Pero el Presidente, aunque con dudas, no aceptó mis propuestas. Años después, la Corte Suprema argentina en el caso “Bustos”, de octubre de 2004 y en otros fallos también, convalidó la pesificación, citando el fallo “Baltimore” de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Con la indexación de los depósitos bancarios también había que indexar los créditos bancarios, e indexar toda la economía al estilo chileno, país que crece al 6% por año con el sistema monetario mas avanzado del mundo. Pero en nuestro país todo se hace mal: se pesificaron uno a uno los créditos bancarios, omitiendo su correlativa indexación.
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En los tiempos actuales de la Presidencia de Macri, la cuestión cambiaria también es preocupante. Pero Macri es demasiado flexible. Es el opuesto completo a De la Rúa. Tan flexible que convierte a la economía en una ruleta. En un casino. Ahora estamos ante un régimen de tipo de cambio real que varía demasiado y convierte a la economía en un antro de especulación. Este sistema genera serios riesgos a la actividad productiva y negocios pingues a la actividad financiera de negocios fáciles y ganancias extraordinarias obtenidas sin esfuerzo alguno. El tipo de cambio real fue muy devaluado en diciembre de 2015, sobrevaluado en diciembre de 2016, re-contra sobrevaluado en 2017 y comienzos del 2018, por las nubes hacia septiembre de 2018 hasta marzo de 2019. Y ahora nuevamente sobrevaluado a 43 pesos por dólar en julio de 2019. Mi recomendación al Presidente es que fije el tipo de cambio en su valor de equilibrio de largo plazo que actualmente está en 55 pesos por dólar y lo mantenga indexado con el índice de precios al consumidor. Y que mantenga y aumente el superávit fiscal primario. Un tipo de cambio competitivo y estable es fundamental para el éxito de la política de integración con la Unión Europea, con los países del Asia, y con el resto de América. Es fundamental también para la creación de empleos productivos, para mantener baja la tasa de interés, para el fomento de la inversión y en definitiva para el desarrollo económico a largo plazo. El tipo de cambio indexado requiere también, obviamente, la adopción de un sistema monetario a la chilena.