Como tantas otras cosas, esto se parece a un partido de fútbol. En el partido que se organiza los domingos en la casa quinta o en la canchita, uno arma un equipo de amigos, con viejas glorias, más o menos se las arreglan para jugar y todo sale bien. Ahora, el problema es querer enfrentarse a River, Racing o Boca con ese mismo equipo.
Hace unos días, tomando un café con un kirchnerista de la línea dura, me hizo este comentario: “nadie duda de la capacidad de Ginés, pero ya está viejo…”. Y Ginés no es el único miembro de este gobierno que perteneció a la era dorada del kirchnerismo y al que se lo nota fuera de timing. Ninguno de los ministros tiene peso propio, y hace pensar que Alberto armó su gabinete pensando en un equipo de amigos en lugar de elegir gente para disputar las grandes ligas. Hoy Argentina está disputando la Champions League con un equipo de campeonato nacional. La falta de figuras de peso en el gobierno hace a su vez que todo gravite hacia Alberto. Y nadie tiene la intención de sacarle ese peso de encima. Cristina se mantiene en silencio, La Cámpora teje sus propias redes y trata de quedarse con los de poder más apetecibles y sumar cargos en lugares claves, al tiempo que arremete contra el poder judicial. Se presiona mucho desde abajo pero sin ir contra Alberto Fernández. Todo lo que se dice acerca del golpismo interior son especulaciones sin sentido. Nadie quiere ocupar hoy por hoy el lugar de Alberto, porque todos saben que es un lugar complejo. Si seguimos hablando de fútbol, no es un buen augurio que Alberto haya honrado el acuerdo preelectoral con Lammens, Tinelli y compañía. Basta con echar un rápido vistazo a cómo están las cosas por ahí. Tinelli se ha reconocido varias veces partidario de “cambiar algo para que nada cambie”; es el mismo personaje que hoy dice arrepentirse de haberle cortado las polleras a sus bailarinas (hace apenas unos años).
Tres meses de Alberto presidente: expectativas y nuevas demandas
Hoy ingresa a la AFA, al frente de la Superliga, cuando lo cierto es que esto es solo darle un marco formal, ya que su influencia en la Superliga viene de largo tiempo atrás. Esta metamorfosis puede leerse en varios sentidos, y apunta a que se buscará implementar un programa que no será exactamente Fútbol para Todos (el fútbol siempre es para pocos) pero que sí incluirá algunos eventos gratuitos que la gente pueda ver.
En estos días, el Ministerio bajo control de Matías Lammens emitió un comunicado que nadie entendió, a raíz del coronavirus, y que hubo que salir a aclarar de inmediato. Un síntoma de la dificultad que ha tenido el gobierno para elegir su equipo de comunicación. Es un problema que queda aún más en evidencia ante un problema tan grave como una potencial epidemia, que requiere de una comunicación contundente, rápida, inteligente y efectiva. Alberto tuvo que intervenir en el Ministerio de Salud y elegir un nuevo vocero para subsanar los errores de Ginés González y evitar otros nuevos gente con experiencia en mil batallas, nada menos que un ex Aníbal Fernández.
Pero el trabajo de Alberto no puede ser bajar todo el tiempo para apagar incendios y ocuparse de tareas que debería poder delegar. Si Ginés, o quien sea, está fuera de foco, habría que pensar en un recambio para darle volumen al gabinete. Santiago Cafiero, Wado Pedro y otros jóvenes les falta personalidad y trayectoria para que con sus declaraciones dejen una huella, les falta relieve y llegada como para salir a hablar y comunicar. Todo depende de Alberto, y también es él quien tiene que salir a hacer grandes gestos -incluso la maketinera decisión de volver a dar clases a la Facultad de Derecho en medio de una situación delicada en la esfera sanitaria-.
Es cuestión de él ahora repensar un equipo con el que se pueda ir a disputar la Champions y no uno para jugar el partido homenaje a Néstor Kirchner. Las amistades, las alianzas y los acuerdos están bien pero no basta con ellos para construir gobernabilidad y al mismo tiempo hacer avanzar un país. Y sobre todo, de crear un armado propio depende la propia supervivencia y muñeca política de Alberto Fernández.