La cantidad de afectados por el coronavirus irá descendiendo en los próximos días, en la medida en que se siga cumpliendo el aislamiento social del virus.
Los que no van a disminuir son los efectos por la otra pandemia, la pandemia económica.
Es que a la situación crítica en la que ya estaba la economía argentina, los efectos del coronavirus le sumaron una gravedad inédita: la cuarentena económica funciona en la práctica como un virus que puede marcar el final de muchas empresas. Y eso podría suceder pronto, porque desde hace semanas la parálisis general de la economía está destruyendo todos sus ingresos. Con una pandemia que no distingue sectores ni tamaños, la mayor parte de la actividad privada se sumerge en una nueva gran crisis sobre la crisis preexistente.
El gobierno parece entender esta situación y viene de anunciar medidas que intentan servir de paliativo, como el incremento de los planes sociales, el pago de 10.000 pesos para los monotributistas, o medidas de alivio para empresas de sectores como el turismo o la gastronomía.
El coronavirus y la oportunidad de hacernos la pregunta justa
El problema es que a medida que pasan los días de un país económicamente paralizado (necesariamente paralizado por esta lógica sanitaria que recomienda la mayoría de los especialistas internacionales), la pandemia económica se intensifica. Y a diferencia de la pandemia sanitaria que seguramente va a disminuir en las próximas semanas, esta otra pandemia irá en aumento.
Desde que asumió, Alberto Fernández demostró una actitud muy cauta desde lo económico. Con un ministro de Economía como Martín Guzmán que hasta ahora se había manejado con menos herramientas keynesianas de las que se suponía que utilizaría para romper con el circuito recesivo que la Argentina arrastra desde hace años. Quizá tratando de ser lo más ortodoxamente correcto para negociar con el Fondo Monetario y con los acreedores.
Si ese keynesianismo light ya generaba polémicas incluso dentro de la misma coalición de gobierno, después del estado de excepción económica que generó esta pandemia el debate está más instalado que nunca: ¿se puede salir de esta parálisis productiva sin una intervención del Estado todavía más profunda?
Coronavirus, cuarentena y los transgresores
La respuesta que hoy dan los economistas de todas las tendencias es que la gravedad es tal que los mercados por sí solos no encontrarían una solución en el corto plazo. Y en el largo plazo, como decía John Maynard Keynes, estaremos todos muertos.
Keynes es de esos clásicos a los que el capitalismo suele recurrir cuando está en crisis. Es lo que hacen hoy desde Trump hasta Macron: volcar dinero en los mercados para que el corazón no deje de latir, una suerte de electroshock económico para extender la vida del paciente.
Carlos Melconian se lo dio esta semana a Jorge Fontevecchia en Radio Perfil: “No hay más debate sobre si es gradualismo o shock. Es shock. El Estado debe intervenir ya, con ayuda fiscal, debe intervenir para el pago de sueldos en las empresas, para mantener el empleo, profundizar el control de cambios y avanzar con un relajamiento monetario”.
Un gobierno sin Plan, la heladera llena y virus chino
Si un mes atrás alguien hubiera reproducido esas mismas palabras en boca de este economista, sin duda se trataría de una fakenews.
No es solo Melconian, la opinión es generalizada. Por ejemplo, en el mismo sentido escribió en Perfil un economista como Carlos Leyba que está lejos del pensamiento económico de Melconian: “Sostener la actividad (pago de salarios, cuidado de los ingresos ‘no salariales’, financiamiento de la producción, incentivos a la exportación) implica más gasto público y más moneda en el mercado. Contener y controlar la inflación y aplanar la curva de la recesión obliga a una ‘economía de control’: el mercado no lo puede hacer.”
El gobierno también parece coincidir en esa mirada general y día a día va dando señales en ese sentido.
La pregunta es si ya llegó el momento de pasar de la moderación keynesiana a la aplicación de todas las herramientas con las que cuenta el Estado de una forma más contundente. Para responder a una situación de excepción económica con medidas excepcionales.