El gobierno brasileño llegó a la Asamblea General de las Naciones Unidas con la crisis de los incendios en el Amazonas como uno de los principales temas en la agenda. La imagen de Brasil, y en particular del gobierno de Jair Bolsonaro, sufrieron un fuerte desgaste a raíz de dicha crisis y el objetivo declarado de la comitiva brasileña era ofrecer un discurso para recomponer su imagen. El camino elegido para ello fue el de minimizar los incendios, culpar a los intereses neocolonialistas y a la prensa internacional por la campaña difamatoria y reafirmar la soberanía brasileña. En ese marco, la retórica nacionalista estuvo a la defensiva ante la comunidad internacional, pero para la audiencia doméstica viene cumpliendo otro papel: movilizar a la opinión pública en defensa de la soberanía brasileña y el gobierno.
El nacionalismo esgrimido por el gobierno de Bolsonaro no es ensayado ni oportunista. Se trata de algo genuino y que aparece en torno a un tema respecto al que ya había una visión. Ese nacionalismo emerge acompañado de las preocupaciones soberanistas de los militares brasileños respecto al Amazonas, que son de larga data, e impregnan la visión de Bolsonaro al igual que otros temas en los que tiene coincidencia con su grupo de origen. Lo que se agrega ahora es la visión conspirativa, según la cual ONG’s, gobiernos extranjeros y la prensa mundial trabajarían mancomunadamente.
Lejos de generar mayor confianza, el discurso ideológico y confrontativo de Bolsonaro contribuyó a afianzar la mala imagen. Los problemas ante el mundo ya los comenzó a tener durante la campaña electoral de 2018. Lo que internamente podría ser funcional a una estrategia de visibilización permanente del candidato, vía declaraciones fuertes que muchas veces luego eran matizadas o contradichas por él mismo, fuera del país se convirtió en un cúmulo de episodios que construyeron una pésima imagen del actual presidente ya antes de ser electo. La frutilla del postre (hasta aquí), han sido los incendios en el Amazonas y el tipo de respuestas que frente a ello ha dado el brasileño. Así, hoy paga bien confrontar con Bolsonaro (caso Macron), suspender la compra de productos brasileños vinculables a la deforestación (el caso de la compañía North Face y otras) o anunciar que se intensificarán los cuidados para evitar compras de soja proveniente de terrenos deforestados ilegalmente (como hizo Cofco, una de las mayores importadoras chinas).
Donald Trump y Jair Bolsonaro aumentan su imagen entre los argentinos, según una encuesta
Puertas adentro, la cuestión del Amazonas parece haber sido más negativa que positiva para Bolsonaro. Es decir, podría ser esperable que la apelación al nacionalismo sirviese para mejorar la popularidad de presidente. No parece ser lo que sucedió. Una encuesta de Datafolha, realizada una semana después del momento con más visibilidad de los incendios y los entredichos con el presidente francés, muestra una nueva caída de la imagen de Bolsonaro luego de dos meses estables. La aprobación a su gestión cayó del 33% al 29% y la reprobación subió del 33% al 38%. En cuanto a las expectativas futuras en relación al gobierno, en abril un 59% de los brasileños esperaban que Bolsonaro hiciera una buena o muy buena gestión. Ese índice cayó para 51% en julio y para 45% a fines de agosto. La encuesta de Datafolha relevó qué porcentaje de brasileños considera que Bolsonaro actúa como Presidente de la República. Para un 55% la mayor parte del tiempo, o bien nunca, se comporta como tal. Esa pregunta no está formulada casualmente. Es notorio el malestar con la conducta del presidente y sus declaraciones. Popularmente el problema se sintetiza así: “Bolsonaro fala besteras”.
Sin embargo, la última encuesta de Datafolha también arroja otros números interesantes. Poco a poco va quedando claro el porcentaje de apoyo a Bolsonaro y los distintos niveles de intensidad de ese apoyo. Hay una aprobación a la gestión que se encuentra desde hace tiempo cercana al 30% y hay un núcleo de apoyo total que ronda el 10 y el 15%. En relación a ese núcleo, por ejemplo, hay un 15% que considera que el presidente siempre se comporta como tal, hay un 9% de brasileños que le dan una calificación de 10 puntos a lo que va de la gestión y hay un 11% que considera que Bolsonaro ya hizo más de lo esperado. Además, hay un 19% que dice siempre confiar en la palabra presidente. Un estudio detallado y un seguimiento de ese núcleo bolsonarista resulta imprescindible para analizar el proceso brasileño, su devenir y las marcas que dejará en la sociedad. También, y con más protagonismo para la subsistencia del proyecto bolsonarista, es fundamental el análisis de ese porcentaje de aprobación que desde hace tiempo se encuentra más o menos estabilizado (con una caída reciente) en torno al 30%. Además, de la encuesta de Datafolha se desprende que hay un 16% de brasileños que consideran que la gestión es hasta aquí “regular” o bien “mala”, pero que esperan que para el final del mandato sea entre buena y muy buena.
Las expectativas y ponderaciones sobre el gobierno de Bolsonaro estarán estrechamente vinculadas a la gestión económica, con creciente presión en la medida en que pase el tiempo y se mantengan malos índices de desempleo (estancado en un 12%) y de crecimiento. Y es en la agenda de liberalización económica donde se depositan buena parte de las expectativas del gobierno, tanto por parte de empresarios como por parte de la clase media. En esa agenda, a su vez, Bolsonaro puede tener mayores facilidades para avanzar, como de hecho viene avanzando, tanto en la reducción del Estado como en la liberalización del mercado. Además, de ser de interés de grandes grupos económicos, la agenda liberal goza de un amplio consenso en la clase política brasileña, hoy claramente volcada a la centro- derecha. No sin límites, como por ejemplo las resistencias que podrían tener determinadas privatizaciones, Bolsonaro cuenta allí con un terreno que le es favorable interna y externamente y que sin embargo aún no ha sabido aprovechar. El discurso en la ONU fue una oportunidad desperdiciada en ese sentido, o al menos opacada por la retórica súper ideológica y confrontativa.
Los incendios en el Amazonas aumentan la imagen negativa de Bolsonaro
En la ONU, Bolsonaro puso de relieve la disputa ideológica y apeló al nacionalismo de los brasileños. Si bien la reivindicación de la soberanía sobre el Amazonas brasileño y el enfrentamiento con lo que llamaron de neocolonialismo podría haber movilizado a una porción mayor de brasileños, la retórica anti ambientalista de larga data de Bolsonaro parece haber tenido más peso. Así lo muestran los importantes cacerolazos que realizó la clase media el día 23 de agosto en respuesta a un discurso por cadena nacional sobre la crisis del Amazonas. Para los brasileños el Amazonas es un orgullo nacional. Pero la deforestación permanente de la selva parece ser percibida como una amenaza real y no la injerencia de otros países. Al menos en condiciones normales, recurrir al nacionalismo parece que generará menos movilización que toda la retórica anti ambientalista.