El premio nobel de economía Douglas North, quien dedicó parte de su obra a estudiar el fenómeno de los cambios económicos e institucionales, sostenía que las instituciones eran un invento de los hombres para crear orden y reducir la incertidumbre. Si analizamos el funcionamiento del sistema de Primarias que la Argentina adoptó en 2011 bajo esta perspectiva de North, probablemente concluyamos que este instituto no estaría funcionando correctamente, sobre todo por el caos y la incertidumbre en la que nos dejó.
El problema radica en que las Primarias produjeron un hecho político de magnitud (casi confirmar que Alberto Fernández será el Presidente electo a partir del 28 de octubre próximo), pero sin generar el correspondiente correlato institucional. Ni Alberto Fernández es el Presidente electo, a pesar que el resultado prácticamente ello indica, ni Mauricio Macri es el Presidente saliente, a pesar que la derrota así lo expresa.
Este solapamiento entre lo real y lo formal (en la realidad, el proceso electoral para elegir un Presidente pareciera haber terminado, pero en lo formal, aún no) produce muchas complicaciones ya que la mayoría de los actores (económicos, empresarios, sindicales, judiciales, etc.) ya actúan guiándose por la realidad, mientras que los protagonistas se ven forzados a continuar con la formalidad de competir: Alberto Fernández con la obligación de seguir siendo candidato y Mauricio Macri forzado a buscar el milagro de revertir el resultado, mientras el proceso electoral formalmente no termine.
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Posiblemente este defecto que le acabamos de conocer a las Primarias se pueda corregir eliminando el voto obligatorio en esta instancia, para evitar que la Primaria tenga el poder de definir el proceso antes de tiempo. Pero más allá de ello, que será motivo de discusión de aquí para adelante, hoy tenemos el apremio de atender una coyuntura económica muy delicada, que por su complejidad, requiere ser atendida de manera urgente. Pero quien tiene el poder de generar certidumbre, no es el que formalmente tiene la capacidad de tomar decisiones (es decir, el informalmente Gobierno saliente), sino el que informalmente fue dotado de poder por el resultado de la PASO (el formal candidato opositor).
¿Cómo resolver este dilema? ¿Qué hacemos con este jarrón chino que termina siendo la elección de octubre que definirá formalmente lo que informalmente ya está prácticamente definido? En teoría de los juegos, un campo de la matemática aplicada que estudiar las interacciones de agentes en estructuras formalizadas de incentivos, la cooperación es la antítesis de la competencia. Hay cooperación cuando no hay competencia, o lo inverso. Vista desde esta perspectiva teórica, el problema de la actual coyuntura política es que: formalmente hay competencia, pero informalmente se requiere que no la haya para permitir la cooperación para poder atacar la incertidumbre económica. En la medida que Macri busque competir, Alberto buscará no cooperar, y en la mediad que Macri quiera Gobernar, Alberto tendrá margen de cooperar.
Si Macri no compite, tiene el incentivo de terminar bien su mandato y ello facilita la cooperación de Alberto Fernández que querrá empezar con la menor cantidad de problemas y la mayor cantidad de recursos. Pero si Macri busca competir, Alberto se verá incentivado a no cooperar esperando que la situación económica (que es responsabilidad del Gobierno) desgaste a su rival.
¿Y la gente cómo juega en este minué? Bueno, una falta grave de cooperación entre los actores que produzca consecuencias más graves en la economía podría ser motivo de castigo de la ciudadanía para los dos actores. Ese es el precipicio sobre el que ambos jugadores juegan la partida. Y en algún punto, ello podría funcionar como un factor estabilizador en el medio de una dinámica muy inestable.
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De hecho, posiblemente el Gobierno se haya visto forzadona “reperfilar” los vencimientos de deuda para evitar que la incertidumbre política siga generando consecuencias en el tipo de cambio y ello complicándole más la vida a la gente. O quizá, esta decisión de iniciar un proceso de reestructuración de los compromisos financieros haya sido la consecuencia de un acuerdo oficialismo-oposición (explícito o implícito) para encausar el proceso económico a cambio de un compromiso de ambos de dejar de competir, o al menos, de dejar de poner como prioridad la elección de octubre para dejar paso a la cooperación. Porque detrás de todo, siempre está la gente que es la que paga los platos rotos.
Interrogantes que podremos ir confirmando interpretando la actitud que cada uno de los actores vaya adoptando, mientras todos transitamos con paciencia hacia el 27 de octubre, experimentando la insoportable levedad de este proceso electoral.