El discurso del estado de la Unión se da todos los eneros en Estados Unidos. En este discurso el presidente remarca dos o tres puntos claves a tratar en el Congreso durante el resto del año. En su discurso del 2004, Bush remarcó la inminente necesidad de computarizar historias clínicas para reducir costos, evitar errores y mejorar el cuidado. Bush y su equipo calculaban que la medida ahorraría 81 mil millones de dólares por año, 2.5% del gasto de salud anual en aquel momento. Este fue uno de los pocos puntos que compartió Bush con su sucesor. El Congreso de Obama en el 2009 pasó el ARRA, un acta para crear la Oficina Nacional de Información Tecnológica en Salud. De esta manera, se aceleraría la mejora, la interoperabilidad y la implementación de registros electrónicos. Para el 2015 el 95% de los hospitales en Estados Unidos disponían de historias clínicas digitalizadas.
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A medida que el nuevo coronavirus avanza por el mundo, pone en cuestionamiento muchas de las medidas adoptadas previamente en los sistemas de salud. Por ejemplo, podríamos analizar adónde fue dirigido el capital ahorrado desde el 2004 luego de implementar estos registros electrónicos. Ciertamente ese dinero no fue alocado de manera adecuada, dado que hoy faltan camas, respiradores, e insumos médicos básicos incluso en los hospitales de Nueva York y Chicago.
A raíz de estos problemas, expertos en el rubro proponen cambiar la forma en la que brindamos el servicio de salud. Un cambio radical pero que quizás sirva para prevenir futuras emergencias sanitarias. Uno de esos expertos es Michael Porter. Hace exactamente una década, Porter planteó en el New England Journal of Medicine el concepto de valor en salud. Entender cuál es el objetivo básico de los sistemas de salud es complejo. Hay muchos intereses conflictivos en el medio, pero Porter planteaba que el valor debería definirse como la salud obtenida por cada dólar gastado. Es decir, optimizar los costos del sistema de manera tal de que cada inversión se traduzca directamente en mayor salud. Alinear la recaudación con el valor. Incentivar a los proveedores que tengan los mejores resultados con los menores costos. Value-based healthcare.
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En el 2010 quedaba mucho por recorrer tanto en salud como en tecnología. Plantear un sistema que pueda cuantificar y alinear la salud obtenida por cada dólar gastado era un concepto prácticamente imposible de llevar a cabo. A medida que los conceptos de inteligencia artificial y big data se transforman en realidad, medir adecuadamente la forma en la que brindamos los servicios de salud se vuelve mas fácil. Una start-up en Ohio recibió 51 millones de dólares en plena crisis para acelerar a Olive, su inteligencia artificial. Olive funcionaría como un gerente de compras, organizador de turnos, y también podría pagar sueldos. En su página web, promete ser el mejor empleado que un médico puede tener. Adaptar estos conceptos a nuestro país propone un desafío complejo, pero necesario.
La semana pasada el New England Journal of Medicine lanzó un artículo citando a Porter y su equipo de Harvard Business Review sobre los cinco puntos claves para reformar el sistema de salud. Plantean una estrella de cinco puntas, con una plataforma de recopilación y estandarización de información en el medio. Una de las imágenes más gráficas del informe es un gráfico exponencial (casi tanto como el del virus), sobre el número de artículos publicados mundialmente sobre medicina basada en el valor. Un concepto viral.
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Hay un interés que no tiene grieta: todos queremos vivir en un país donde podamos estar sanos física y mentalmente la mayor cantidad de años posible. Nadie quiere enfermarse antes de tiempo, o innecesariamente. Ver cómo podemos hacer para modernizar el sistema de salud nacional y hacer uso de nuevas tecnologías es un buen punto de partida para ir cambiando el statu quo post pandemia. No nos queremos quedar atrás en eso.