La noche del 11 al 12 de junio de 1982, aproximadamente entre las 21.00 y 22.00 horas, el batallón de Paracaidistas 3 (Para 3) británico atacó el monte Longdon, defendido por una compañía del Regimiento de Infantería (RI 7). La sorpresa táctica del ataque inglés se perdió como consecuencia de que un soldado del Para 3 pisó e hizo detonar una mina antipersonal. Así se inició uno de los combates más intensos de la guerra, que duró casi toda la noche, hasta que en la madrugada el RI 7 inició su retirada hasta Puerto Argentino. Una de las características de la lucha fue que se llegó al combate cuerpo a cuerpo, cosa bastante infrecuente en la guerra moderna. A medida que transcurrían las primeras horas del día 12, el combate se hacía encarnizado y centraba nuestra atención sobre el oeste de Puerto Argentino. La confusión afectaba a los dos bandos, pero el batallón británico era superior en número de hombres, en armamento y en adiestramiento para el combate nocturno.
El teniente de artillería Alberto Ramos, perteneciente al Grupo de Artillería 3 (GA 3), que estaba agregado como observador adelantado de artillería al regimiento, me informó por su radio mientras transmitía un pedido de fuego: ¡Esto es un infierno! Hay ingleses por todos lados y me cuesta identificar si los proyectiles que caen son los de nuestra artillería que nos apoya o la de los ingleses que los apoyan a ellos. Por momentos todo el campo de combate está iluminado por la explosión de proyectiles de iluminación nuestros y del enemigo”. La última transmisión de Ramos fue: “Se inició la retirada hacia el este”. Al día siguiente su auxiliar me informó que por última vez lo vio haciendo fuego con su fusil sobre los británicos. Se lo consideró como desaparecido hasta que hace un par de años su cuerpo fue identificado y hoy descansa, como tantos otros soldados, en un lugar histórico de la Argentina: el cementerio militar de Darwin.
Un arriesgado rescate en el mar que nos mantuvo en vilo
Para el corresponsal británico Leslie Dowd, el combate de Longdon “fue la noche más terrible de su vida”. The Sunday Times Insight Team consignó: “…La lucha, para entonces, se había convertido en cuerpo a cuerpo… Pike fue testigo de la casi surrealista visión de los hombres avanzando tenazmente hacia otra posición con bayonetas caladas… Cuando al fin se dominó el monte Longdon, los Para 3 habían perdido 23 hombres y 47 estaban heridos. Desde el sur de Puerto Argentino contemplábamos el desigual combate mientras nos protegíamos del bombardeo naval que recibía nuestra posición y nos ensordecía el estampido de los propios obuses. El ex soldado integrante del RI 7, Horacio A. Cañeque—hoy ingeniero civil—, nos hace revivir ese combate: “En determinado momento comenzamos a oír ráfagas de estampidos secos. ¿Quién será el boludo que está tirando con una PAM (pistola ametralladora)? Cuando comenzábamos a sospechar que sucedía algo inusual, oímos a alguien que gritó: ¡nos están atacando! Cuando salimos de la carpa nos encontramos con el infierno. El ruido que oímos no era de ningún boludo tirando con una PAM; era el impacto de proyectiles ingleses. El espacio se veía surcado por las innumerables líneas rojas que dibujaban la munición trazante y las esquirlas de los proyectiles de artillería. Se oían gritos y órdenes en inglés. La tierra había comenzado a temblar, todo temblaba. Un espectáculo hermoso pero dantesco. Los gritos de los heridos se fueron espaciando; nuestro enfermero, el sargento primero Spizuoco, durante la primera parte de la lucha se multiplicó socorriendo aheridos con absoluto desprecio por su vida, hasta que las esquirlas se fueron sumando en su cuerpo y no pudo continuar con su misión(…). Se oye la voz de Fernando (otro soldado) que está con un visor nocturno: “¡Se nos vienen por el norte!”… Todos tiramos… Continúan los cañonazos. Mataron a Brito… Sigue el fragor. Las radios no andan, ni la que nos conecta con el jefe de regimiento, ni las que nos comunica con las secciones. ¡Carajo!... También se combate en los cerros Dos Hermanas y Harriet; están atacando por todos lados. En la primera sección hay muertos. ¡Mataron al subteniente Baldini! Alcanzo a oír un fuerte estampido, me enceguece una luminosidad, veo todo blanco, siento dolor en los oídos, pienso que me mataron, pero estoy vivo. Un misil Milan explotó a pocos metros de mí. ¡Hirieron al teniente primero Neirotti! Alguien dice que el sargento primero López cayó herido en una pierna. Mataron a Araujo (otro soldado) ¡Araujo muerto! Nos encontramos con Daniel, tenemos frío. Nos disparan, veo líneas rojas trazantes, pienso que cagué, pero afortunadamente llego a salvo hasta unas rocas. Oigo: ¡Mataron al Poroto Pereyra! ¡Mataron al teniente Ramos! También al sargento Nista, pero posteriormente lo encontramos vivo. ¿Alguien vio a Colombo? Estaba herido. En algún momento me crucé con el sargento De Vega, que me preguntó: ¿Está bien,soldado? ¡Cuídese! Muchos de los soldados no volvieron. Los muchachos no creían que me volverían a ver, pero una vez más zafé… Luego vendría la retirada. No hay escenas feas, sino de grandeza. Todo el mundo se pelea por ayudar a caminar a los heridos. Con las primeras luces llegamos a la compañía comando. Me estaba esperando Mario Feroldi, mi gran amigo. Nos abrazamos. Me mira, se ríe y llora, me toca y repite mi nombre, me palmea, nos volvemos a abrazar. Esto nunca se podrá olvidar”.
Éste es el relato de un soldado de infantería, la reina de las batallas. Alguien dijo: “Cuéntame la historia de la infantería y te contaré la historia de las guerras”. En el monte Longdon los infantes se defendieron con una tenacidad que nadie esperó en hombres hambrientos y agotados. En la retirada, parte del RI 7 sobrepasó una de las baterías de artillería del GA 3, entre la confusión y la noche oscura se encontraban soldados perdidos y heridos. Esos días, en Buenos Aires, el ministro del Interior de la dictadura, general Ibérico Saint Jean, en proximidades del altar donde el papa Juan Pablo II oficiaba una misa, pedía tranquilidad al pueblo argentino y aseguraba “… el éxito y el triunfo final de la Argentina sobre el Reino Unido en la guerra. Tengan confianza, que las tropas está bien mandadas”. No sé a quién se refería. Otro general, Alberto Marini, también en el continente, afirmó: “El éxito en la guerra lo obtiene quien menos se equivoca, y los ingleses se equivocaron en todo. Por eso afirmo el triunfo argentino”. ¿Se estarían refiriendo a las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807?
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