Alguna vez tuvimos fiaca: de salir, de prepararnos, de cumplir un horario... hasta que un día explotó el coronavirus, cisne negro global e impensado, que nos obligó a quedarnos en casa, incluso para trabajar.
La algarabía del día uno, cuando nos dimos cuenta de que no debíamos abordar ese colectivo ni ese subte atiborrados de gente a las 8 de la mañana se mezcla hoy, ya avanzada la cuarentena, con un exótico dolor ciático producto de pasar horas tirados en la cama con la computadora. Como todo, el teletrabajo que nos sobrevino como consecuencia de las restricciones impuestas por la COVID-19, tiene sus pro y sus contras.
La sensación inicial fue de desborde: las obligaciones parecieron multiplicarse respecto de lo que se hacía en la oficina. Pero estamos aprendiendo y si adquirimos cierta disciplina y aplicamos “buenas prácticas” podemos transformar esta situación en algo bastante placentero.
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El primer punto es entender que no se trata de un nuevo modelo vacacional: es esencial establecer una rutina de trabajo, momentos de descanso para relajar y descontracturar y mantener el orden y la disciplina. Ahora la cama y la heladera quedan muy cerca del ámbito laboral y los chicos y las mascotas –para quienes los tengan-, con sus tareas y sus ganas de jugar, se nos vendrán encima. No hay que ceder a las tentaciones: es mucho mejor planificarlas.
El espacio elegido para trabajar es muy importante. Lo más fácil es apelar, como mencionamos, a la cama. O a ese sillón a mano la pantalla donde vemos Netflix y jugamos a la PlayStation. Error: la comodidad efímera se transformará en dolores musculares y corporales en el largo plazo. Lo ideal es un asiento lo más ergonómico posible, en un sitio de la casa con buena conectividad y, lo más importante: con la menor cantidad de distracciones alrededor.
Estamos todos en el mismo barco: nadie se espantará si aparece el cachorrito meneando la cola y se sube a la mesa junto a la pantalla ni si un niño pasa corriendo por detrás portando una pistola de juguete. Aún así es importante apostar a la productividad y a la concentración. Debemos evitar que nos interrumpan e impedir, al mismo tiempo, que nuestro trabajo contamine el hogar: unos auriculares durante las videollamadas ayudan para que nadie más tenga que oír lo que hablamos.
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Otro aspecto positivo es que si bien es esencial estar presentable (en especial si vamos a comunicarnos por videollamada con compañeros de trabajo, nuestro jefe o clientes), la vestimenta deja de ser importante. Incluso, algunas de las tareas se pueden efectuar con pijama (sin abusar de este recurso: en tiempos de “encierro” es importante mantener el ánimo en alza y vestirse es escapar de la abulia que nos invade). En todas las comunicaciones es recomendable que la webcam esté activa, porque la conversación cara a cara es más cercana y genera mayores niveles de confianza. Del otro lado ya nos conocen y están pasando una situación similar a la nuestra. ¡Hay que hacerse ver!
Desde el punto de vista tecnológico no hay que quedarse en lo básico. Mucha gente considera que “trabajar desde casa” es equivalente a “hacer videollamadas” o, peor aún, a “resolver las cosas como para salir del paso”. La realidad es que las posibilidades van mucho más allá y que para muchos este esquema laboral que se presentó como novedoso a causa del coronavirus se terminará transformando en su nueva normalidad.
Coronavirus: la innovación y la empatía como resguardo
Hay que estimular la curiosidad, explorar las herramientas disponibles, evaluar cuáles nos sirven para nuestros objetivos y para cumplir los compromisos con un altísimo nivel de excelencia. Compartir documentos, fomentar el trabajo colaborativo, escanear materiales con el teléfono móvil… los límites no los pone la tecnología, sino la propia imaginación.
Estamos en un nuevo mundo. Un mundo en el que la “oficina” nos queda a apenas un par de metros del dormitorio. Si nos lo proponemos, podemos convertir esta contingencia en una oportunidad para mejorar nuestra calidad de vida. ¿Cómo será el día después? Tal vez la nueva norma sea la reunión virtual y la presencial requerirá una justificación. Vayamos pensándolo. Al mejor estilo de los cómics, esta historia continuará…