OPINIóN
Desarrollo profesional

Innovacion y liderazgo

Si aprendimos a desaprender también seremos capaces de reaprender, tanto individual como colectivamente.

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Líder | Pixabay

Aún aquellas organizaciones mejor establecidas reconocen, con mayor o menor agrado, la imperiosa necesidad de innovar para sobrevivir en un vertiginoso mundo de cambios disruptivos.

Las estructuras corporativas, en general, impulsan secuencias de innovación incremental dentro de sus condicionantes estructurales intentando, de ese modo, mantener liderazgos de mercado y, fundamentalmente, contener las propias angustias existenciales que advierten sobre probables cambios de paradigmas. En todos estos casos, el predominio de la cultura conservadora resulta evidente; en esta última, los  riesgos y consecuencias no deben exceder ciertos límites de pérdidas monetarias o  generar condicionantes el imperante verticalismo organizacional.

Algunas organizaciones más audaces levantan su mirada hacia la adquisición de nuevos emprendimientos startups tratando de importar y asimilar los drivers que las movilizan. Muchas veces esto termina también colisionando con la propia cultura corporativa, lo que se traduce en una destructiva “corporativización” de un proyecto innovador.

Liderazgo con fuerza y proyección

Es dable entender que la innovación disruptiva o radical se sostiene sobre varios pilares fundamentales, tales como la creatividad del pensamiento divergente, es decir la posibilidad de generar ideas distintas a las prevalentes,  como así también la capacidad de tolerar y asumir riesgos para poner en práctica  estas ideas.

Al observar el comportamiento de nuestros nietos en edad preescolar (lamentablemente una gran mayoría de nosotros no pudimos hacerlo con nuestros hijos), se puede identificar una constante eclosión de pensamiento creativo e innovador. Sin embargo, este tiende a limitarse a medida que se avanza en etapas educativas superiores, ya que el sistema educativo parental y formal obliga a desaprender las naturales capacidades de creación e invención debido a que estas ideas pueden no coincidir con los “confortables” preceptos de una sociedad y escuela conservadora.

Es evidente que estas acciones tienen lógicamente una lectura negativa, es decir la limitación del sistema educativo formal para enriquecer esas capacidades creativas natas, sumando conocimientos al espíritu de aprendizaje constante que caracteriza el pensamiento de los niños y jóvenes. Muchos educadores en diferentes niveles, aún insisten en que los problemas de sus disciplinas deben ser resueltos por un método determinado, descalificando incorrectamente (en lugar de premiar) respuestas correctas resueltas por métodos y abordajes  distintos a los predicados.

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Las nefastas implicancias de estas acciones resultan obvias, sin embargo esto también representa una excelente noticia: si aprendimos a desaprender también seremos capaces de reaprender, tanto individual como colectivamente.

La información estratégica es hoy abundante y accesible, los conocimientos científicos de avanzada han pasado a ser insumos disponibles y en lugar de aprender a memorizarlos debemos pensar cómo aplicarlos, readquiriendo  para ello el conjunto de capacidades naturales que nos fueran históricamente cercenadas: el pensamiento  crítico y el pensamiento creativo son dos elementos que deben operar en sintonía con un conjunto de capacidades mejoradas.

La noción de un crecimiento tecnológico exponencial, que actúa  sinérgicamente produciendo nuevos conocimientos y desafíos, debe estimular en cada uno de nosotros la idea de formalizar y adoptar un modelo de aprendizaje constante y en este marco, antes que memorizar, resulta clave el saber investigar, analizar e implementar.

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Debemos focalizarnos en la creatividad y en la capacidad de colaborar en co- creación, en una focalización que combine la tecnología con un amplio sentido social ético, trabajando cooperativamente en equipo y compartiendo soluciones que respondan a las necesidades de sustentabilidad socio- económica y cuidado de las personas. 

Los liderazgos efectivos se construyen a partir de la innovación, las capacidades de aprendizaje adaptativo, la empatía y la comunicación efectiva, incluyendo también ciertos criterios indispensables:

  • Capacidad de adaptación a cambios constantes durante toda la vida.
  • Capacidades para recabar, seleccionar, procesar y aplicar información relevante.
  • Competencias interpersonales, posicionales y meta- cognitivas.
  • Capacidad para resolver conflictos por medio del diálogo y la negociación.

Sintetizando, debemos focalizarnos en la idea de que la disrupción tecnológica que estamos experimentando actúa  sinérgicamente produciendo nuevos conocimientos y desafíos, pero también enormes oportunidades, aprovecharlas requiere ante todo de la reformulación de nuestras estructuras mentales; estas circunstancias ya se están convirtiendo rápidamente en una “nueva normalidad” en muchas sociedades y desde luego nadie puede ni debe mantenerse aislado o al margen de estos procesos.

PM CP