OPINIóN
Política

La impostergable tarea de seguir empoderando la república

A partir de mañana el nuevo presidente deberá enfrentarse a la ardua tarea de gobernar bajo la herencia M... y algunas cosas más también.

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Alberto Fernández presenta su gabinete | Pablo Cuarterolo

Felizmente, después de todo, aquellos que cuestionamos el no respeto a la ley, pudimos lograr que nos escuchen. Celebremos, porque finalmente los tres funcionarios públicos, Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Gabriela Michetti, entendieron que la ley se respeta en una república, siempre.

Así, desde el jueves último, se definió que la aún vicepresidenta Michetti tomará juramento a la nueva vicepresidenta Cristina Kirchner y al nuevo presidente Alberto Fernández, como establece la ley, y no como le gustaría a un funcionario/a que simplemente nos debe representar.

Antes de que suceda el pase de mando, ocurrió otro hecho tan potente como llamativo, así, una multitud de militantes y seguidores de Juntos por el Cambio colmaron el sábado último la Plaza de Mayo, con el objetivo de participar de una marcha de despedida al gobierno de Mauricio Macri, pronunciándose pacíficamente en las calles bajo la consigna “Más juntos que nunca”.

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Lo potente de tal acto pudo notarse por la enorme convocatoria que logró el presidente Macri, así, miles de simpatizantes decidieron manifestar en las calles, con profunda emoción y fascinación, el apoyo al presidente saliente. Lo llamativo es que dicho presidente deja su gobierno legándonos un 40% de pobres y una inflación devastadora.

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Así, un 40,28 % del electorado, que eligió seguir apostando a Juntos por el Cambio, y que el último sábado reforzó su apoyo a Mauricio Macri, a pesar de la crisis garrafal que nos deja su gobierno, nos revelaría un apoyo incondicional a una fuerza política, que parece seguir enfrentándose al kirchnerismo “transgresor” de las instituciones.

En una república, cada Poder del Estado cumple la labor que le corresponde, sin invadir el espacio del otro. Parece que esta máxima en un Estado de Derecho, hoy es preocupación de un importante sector de la población, que teme que la vuelta del kirchnerismo pueda llevarnos a retroceder en materia de respeto a las instituciones y a la Carta Magna.

Sobre un punto que atraviesa este dilema por resolver, tal vez cabe explayarse hoy, para entender este temor acrecentado.

Es de público conocimiento, que la futura vicepresidenta de los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner, días atrás se presentó ante el Tribunal Oral Federal 2 para exponer su declaración indagatoria frente a la causa por corrupción en la obra pública, en la cual se la acusa de ser la jefa de una asociación ilícita. En el marco de dicha indagatoria, durante largas horas hizo un descargo furioso, donde las acusaciones a quienes la acusan fueron el centro de su declaración. Y ya al terminar su indagatoria, decidió retirarse intempestivamente del despacho donde prestó declaración, despidiéndose de los jueces del Tribunal comunicándoles “a mí me absolvió la historia y a ustedes seguramente los va a condenar”.

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Tal vez sería más que importante, que nuestra futura vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, entienda que el Poder Judicial tiene las facultades que la historia no tiene, para decidir sobre cualquier situación procesal, incluso la de ella misma. Y si dicho Poder del Estado está obrando incorrectamente, esta falta debe dirimirse denunciando a los magistrados en cuestión a través de los canales institucionales apropiados, pero jamás ignorarlo o pretender “anularlo”. 

No hace falta recurrir a un súper experto en análisis del discurso, para poder decodificar esta tremenda frase: “a mí me absolvió la historia y a ustedes seguramente los va a condenar”.

En primer lugar, la futura vicepresidenta estaría faltando a la verdad en tres puntos que afirma en su proposición. 1. Cristina Fernández de Kirchner no fue absuelta en la causa por la cual fue a declarar. 2. Jamás pudo ni podrá absolverla la historia. 3. Ningún juez podrá ser condenado por la historia.

En segundo lugar, el Poder Judicial y solo el Poder Judicial, puede ser el encargado de absolver, imputar, procesar o condenar a cualquier ciudadano que haya sido acusado de un ilícito. Ignorar que dicho Poder del Estado, es el encargado de determinar si un ciudadano será o no será absuelto tras ser acusado de un delito, es ignorar a las instituciones de la democracia.

Así, en una estruendosa frase, se pudieron expresar tres falsedades más una enorme falta de respeto a las instituciones.

Aclarado este punto, y volviendo a poner el foco en el presidente saliente, pocos podrían dejar de admitir, o afirmar con vehemencia que el gobierno de Mauricio Macri gobernó ineficientemente, y deshonestamente, porque cada palabra de aliento que Macri daba a los ciudadanos de la Nación argentina no se cumplía, y así, el aún presidente en funciones, ya transfiriendo el poder, nos traslada una gravísima situación socio-económica, arrojando índices de desempleo, pobreza e indigencia lastimosos. Un gobierno saliente que también carga con sospechas importantes sobre actos de corrupción en la administración pública. Así se transfiere el poder al nuevo presidente Alberto Fernández.

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Sin embargo, estas observaciones, no darían licencia a que el nuevo gobierno del Frente de Todos, se crea con el poder de atropellar a las instituciones, gobernar al margen de la ley y eludir a la Justicia.

El polémico alegato de la futura vicepresidenta ante un Tribunal oral el lunes último, parece haber tenido un significado que excede el hecho en sí, y aquello que pudo notarse notablemente, es que cuando las manifestaciones de Cristina Fernández de Kirchner se salieron de cuadro, casi la mitad de la población pareció horrorizarse, incluido el presidente saliente, mientras otra importante parte de la población pareció fascinarse, incluido el presidente entrante.

Así, y poniendo el foco en el presidente entrante, no sería un buen presagio del nuevo gobierno, que Alberto Fernández, a poco de ocupar su honorable cargo, manifieste en relación al polémico alegato de Cristina Fernández de Kirchner frente al Tribunal que le prestaba declaración indagatoria, “lo que vi ayer fue un acto de defensa maravilloso… fue uno de los alegatos más impactantes que vi en mi vida, que dejó a los jueces mudos porque no podían contestar ninguna de las cosas que Cristina decía…”.

“Dejar mudos”, callar a jueces de la Nación que presenciaron una indagatoria de una persona acusada por un caso de supuesta corrupción, parece presentarse como una expresión muy poco feliz.  Maravillarse porque los jueces no pueden responder, cuando en una indagatoria, es el imputado el que debe responder o no a las preguntas que debe formularle el magistrado, y no preocuparse porque su compañera de fórmula no se limitó a realizar una defensa jurídica en vez de política, no parece ser una postura del todo republicana.

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Ojalá que el nuevo presidente solo esté invadido por la euforia y el júbilo que lo acompañan, por estar a punto de asumir el cargo político más importante que un funcionario público puede ostentar, y que estas manifestaciones sean sólo parte de una retórica coyuntural, y no se traduzcan en un concreto estilo político de gobierno, considerando, por un lado, que cerca de un 70 % de la población dijo “no va más” a ese polémico estilo político, y por tal motivo, él fue “el elegido” por su compañera de fórmula para ocupar el cargo de presidente de la Nación, y por el otro, considerando que la nueva oposición demostró una vez más el último sábado, tras la despedida de Mauricio Macri frente a la Casa Rosada, que la calle es un espacio muy poderoso donde poder hacerse escuchar.

Al respecto, el presidente saliente manifestó el último sábado, ante la multitud de seguidores de Juntos por el Cambio, “somos muchos, y estamos cada vez más juntos para defender a la Argentina, en caso de que alguno la quiera abusar” y prosiguió en alusión a la polémica declaración indagatoria de Cristina Fernández del lunes último “queremos una justicia independiente que se base en las pruebas y no en los discursos políticos”.

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Enorme reto el del nuevo presidente Alberto Fernández, fortalecer a la república acompañado por una vicepresidenta que desafía a las instituciones con mucha decisión e irreverencia, mientras una importante cantidad de población lo eligió a él, porque no representaría a ese estilo “cristinista” de gobierno, y mientras una oposición más que significativa de la población ahora sale a las calles para destacar “estamos acá por la república y el respeto a las leyes”.

La historia, en este punto, sí tendrá un rol trascendental, ya que será quien nos podrá relatar en un tiempo futuro, si este nuevo escenario político-partidario y este nuevo cambio de gobierno, resultará en mayores balances y controles, entre dos fuerzas opositoras, que deberán compartir espacios de poder, no solo en el Congreso de la Nación sino en las Calles de una República Argentina, que necesita empoderarse de una vez…

¿El abrazo entre Alberto Fernández y Mauricio Macri, ayer domingo tras la ceremonia organizada en el día de la Virgen en la Basílica de Luján, puede darnos un manto de esperanza de que la “grieta” empiece a dejar espacio a la república?