La sexualidad es, como lo señaló Sigmund Freud, polimorfa, esto quiere decir que reviste variadas formas y maneras de expresarse. Es un universo inabarcable, que siempre tiene un paisaje nuevo por conocer. El punto de partida son los estímulos que se recibieron desde el nacimiento, los cuidados maternos y paternos, las miradas y caricias sobre el cuerpo que así fue recortando sus zonas erógenas, las partes que serán más sensibles y provocarán mayor placer en el curso de la vida sexual.
La sexualidad, si bien es singular, está atravesada, y trastocada, por el poder de las palabras, de los significantes cargados con las ideologías socio-familiares e institucionales. Somos consecuencia de diferentes discursos del poder que intentan regular a los cuerpos y el acceso a las formas de gozar, estableciendo lo prohibido y lo permitido en cada etapa histórica. Y a medida que crecemos estas cargas podrán ser el obstáculo o la posibilidad para disfrutar de una vida sexual plena.
Coronasutra o cómo mantener relaciones sexuales en pandemia
La pandemia, como toda crisis existencial, puso a prueba la estabilidad de las personas, del mismo modo que la de sus vínculos. Dentro o fuera de casa, siempre envueltos en la toxicidad expandida por el coronavirus, con el miedo al contagio, la enfermedad y la muerte, a ciertas personas que se encontraban inestables, estas vivencias las desestabilizó mucho más; pero para otras implicó un replanteo existencial y consecuentemente la posibilidad de efectuar cambios positivos.
¿Pero qué sucedió con los vínculos de pareja durante este tiempo signado por la pandemia? Para abrir a la reflexión podríamos pensar tres grandes grupos:
- Parejas patológicas: las que durante el confinamiento incrementaron sus diferencias y de este modo aumentaron sus niveles de incomunicación, de maltrato bidireccional y de violencia de género.
- Parejas grises: las que a pesar de los cambios obligados por la pandemia continuaron como si nada, en sus burbujas, estancadas. Y con el correr de los meses fueron opacándose, sin aprovechar de este tiempo crítico para hacerse preguntas, para abrir el juego creativo y así generar cambios positivos que le den una nueva plenitud al vínculo adormecido.
- Parejas sanas: las que ante el cambio de rutina impuesto por el coronavirus fortalecieron el vínculo, comprendiendo que el deseo es el motor de la vida, apelando a la creatividad, encontrándose, sea en presencia real o de manera virtual, para conocerse más, para experimentar nuevas formas de placeres y goces, incluyendo juegos eróticos, juguetes sexuales, accesorios, diversos condimentos para amplificar el mundo de las sensaciones. Mejorando de esta manera la comunicación sexo-emocional.
Masturbación y pandemia: una alianza firme y "placentera"
La sexualidad es siempre una posibilidad singular para conocernos y explorar el mundo de los sentidos. En el plano de la pareja se abre otra dimensión, la del interjuego de los placeres, y, por sobre todo, la del aprendizaje mutuo, donde si bien debe comandar el deseo, siempre deber ser teniendo en cuenta el consentimiento y el respeto, lo que suele fallar en las parejas patológicas, levadura donde fermenta la violencia de género. El egoísmo, en la búsqueda del propio placer, sin tener en cuenta al otro, a la otra, es la vía de acceso al fracaso del vínculo, donde finalmente termina irrumpiendo la violencia psicofísica.
La rutina suele ser el campo donde el amor y el sexo se enquistan y pierden su fuerza vital, llevando a la pareja a una suerte de “equilibrio” sellado por la resignación. ¿Cómo salir del encierro alienante donde los vínculos emocionales y la sexualidad se van adormeciendo? Solo el deseo, vehiculizado en la creatividad, puede salvar a una pareja gris, estancada. No hay recetas, se trata de una búsqueda en la que hay que embarcarse .Es cuestión de darle curso a la fantasía y abrir el diálogo, proponer el juego, como cuando éramos niños y el mundo impuesto podía transformase en un universo extraordinario.