Tal vez no haya una prueba más contundente de la urgente necesidad de rediseñar nuestro sistema global que el hecho de que una crisis sanitaria mundial haya duplicado la riqueza de los diez hombres más ricos del mundo (Oxfam 2022, Inequality Kills), al tiempo que ha sumido a más de 120 millones de personas en la pobreza extrema. Un nuevo informe insignia del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (Unrisd) concluye que las desigualdades extremas, la destrucción del medioambiente y la vulnerabilidad a las crisis de hoy en día no son un defecto, sino más bien una característica integrada en el diseño de nuestro sistema económico mundial. El informe, que se presentó en el marco de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, sostiene que, en lugar de producirse de forma natural, las desigualdades y disparidades contemporáneas tienen su origen en los legados históricos e injusticias que se han agravado por las decisiones políticas en la era de la financiarización y la hiperglobalización. Esto ha llevado a una aceleración de la concentración de la riqueza y de los ingresos hacia niveles sin precedentes, mientras la reducción de la pobreza se ralentiza y en algunos lugares hasta retrocede. La pandemia de covid-19 exacerbó estos resultados sistémicos corrosivos, revelando la vulnerabilidad del actual sistema económico mundial a los shocks.
La pandemia también ha puesto de manifiesto la gravedad de la crisis de los cuidados, marcada por fuertes desigualdades tanto en quienes los reciben como en quienes los prestan, siendo las mujeres las que en su gran mayoría se encargan de compensar la falta de protección social y servicios adecuados. A su vez, la crisis climática y la pérdida de biodiversidad generan un aumento del riesgo de eventos meteorológicos extremos y catástrofes naturales, amenazando la existencia humana. Ante todas estas crisis, los grupos vulnerables se ven especialmente afectados. La pobreza e ingresos insuficientes siguen siendo la causa más contundente llevando a las personas a situaciones donde tienen dificultades de cubrir sus necesidades básicas. Peor aún, cuando la pobreza coincide con discriminaciones basadas en ciertas características sociales como la identidad de género o el origen racial o étnico, entre otros factores, las oportunidades y los resultados sociales de las personas se ven todavía más reducidos. Por ejemplo, durante la pandemia del covid-19, las mujeres, los y las jóvenes y las personas con niveles bajos de formación fueron los más afectados por el aumento del desempleo. Al mismo tiempo, la violencia basada en la identidad de género y la orientación sexual aumentó como consecuencia de los confinamientos, mientras que el acceso a servicios de salud y vacunas fue restringido para grupos sociales sufriendo de discriminación estructural, como los grupos indígenas o migrantes no documentados.
Sin embargo, no todo el mundo está perdiendo durante las crisis. Las personas afortunadas y las élites pueden protegerse en épocas de crisis y a menudo ganan con ellas, como lo demuestra el hecho de que el número de individuos con un patrimonio ultraalto aumentó un 50% durante los últimos dos años, como lo describe un reciente informe de la Credit Suisse. Esas desigualdades extremas no son solamente perjudiciales para el desarrollo sostenible y la cohesión social, también socavan la base de nuestros contratos sociales a medida que la legitimidad del Estado se está erosionando y la gente pierde la confianza en los gobiernos.
Para hacer frente a la desigualdad, romper el ciclo de crisis múltiples e interconectadas y trabajar por un futuro más igualitario, justo y sostenible, el informe propone la creación de un nuevo contrato ecosocial y un enfoque de políticas basado en economías alternativas, políticas sociales transformadoras, así como un multilateralismo nuevo y solidaridades fortalecidas. Lo que hace falta ahora es la voluntad política, los recursos financieros y la cooperación entre todos los actores desde los niveles locales hasta los niveles globales para realizar un cambio sistémico a gran escala como única manera de asegurar un futuro con justicia social y planetaria.
*Coordinadora del programa Política Social Transformadora del Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (Unrisd).