OPINIóN
Columna de la UB

Dos aniversarios opacados por la pandemia

El 8 de mayo se cumplieron 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo y el 9, el Día de Europa que rememora la famosa Declaración Schuman, lanzada en 1950 por el ministro francés de Asuntos Exteriores.

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En apenas 48 horas, Occidente conmemoró, en pleno aislamiento social, preventivo -y en algunos casos, obligatorio- dos grandes y significativos aniversarios que merecen una profunda revalorización histórica. Por un lado, el pasado 8 de mayo se cumplieron 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo. Ese día de 1945, a las 23:01, hora de Europa Central, todas las fuerzas bajo el mando alemán cesaban formalmente sus operaciones activas.

El hecho había sido sellado la madrugada del día anterior por el general alemán Alfred Jodl -al mando del Estado Mayor del Tercer Reich a partir del suicido de Adolf Hitler unos días antes- frente al general estadounidense Dwight Eisenhower, en el Cuartel General Supremo de las Fuerzas Aliadas de Reims.

Sin embargo, y en virtud de la falta de alta oficialidad soviética en dicho evento, al día siguiente se decidió suscribir un nuevo documento de capitulación sin condicionamientos,en el cuartel Karlshorst de Berlín, pero ahora frente al general ruso Gueorgui Zhúkov.

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Si bien no sería hasta el 2 de septiembre que,tras los horrores del poderío nuclear lanzado sobre el Japón, concluyera formalmente la Segunda Guerra Mundial, el Día de la Victoria -como se lo conoce desde entonces al 8 de mayo- marcaría el inicio a un nuevo orden mundial, mucho más pacífico y conciliador de lo hasta esa fecha vivido por la humanidad.

Es que más allá de los conflictos, tanto bélicos como “fríos”, que siguieron con posteridad a 1945, el mundo -conocedor ya de los peligros destructivos que una nueva contienda a escala global podría llegar a generar para la supervivencia misma de la raza humana- decidió optar por un esquema de distribución de poder que, mal o bien, permitió que no volvieran a repetirse las atrocidades acaecidas durante aquella guerra, que en algo menos de seis años se cobrara más de 70 millones de vidas humanas.

En línea con ello, un día después de dicho aniversario -y en el murmullo propio impuesto por la pandemia que azota al mundo- el Viejo Continente conmemoraba los 70 años del puntapié inicial de su actual proceso integrador. La celebración del Día de Europa cada 9 de mayo rememora la famosa Declaración Schuman, lanzada aquel día de 1950 por el ministro francés de Asuntos Exteriores.

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En ella -evitando los errores del tratado con el que se había puesto fin a la Gran Guerra en 1919, pero que había sembrado el germen de la contienda aún mayor que le seguiría veinte años después- invitaba a su histórico enemigo, Alemania -así como a todo otro Estado europeo que quisiera sumarse a dicha empresa-, a poner en común las producciones de carbón y de acero, a fin de garantizar, inmediatamente, la creación de bases comunes de desarrollo económico, como primera etapa de una federación continental.

Schuman, inspirado por el neofuncionalismo de su asesor Jean Monnet -verdadero ideólogo del proceso de construcción comunitaria-,proponía actuar de inmediato sobre un sector limitado pero decisivo de la economía, ante la convicción de que el proyecto europeo no podría hacerse de una vez ni en su conjunto, sino a partir de realizaciones muy concretas que fueran creando solidaridades de hecho en sectores específicos.

Con ese fin,es que propone someter la totalidad de la producción y comercialización de carbón y de acero a una alta autoridad independiente del control de los Gobiernos nacionales. Ese proyecto, que parecía imposible por lo disruptivo y revolucionario, logró concretarse en apenas diez meses, sumándose al mismo tanto Bélgica como Holanda, Italia y Luxemburgo.

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Setenta años después, sigue plenamente vigente y en marcha, plasmado hoy en una unión de 27 Estados miembros. Así, gracias a la materialización de esa histórica “Idea de Europa”, durante estas últimas siete décadas, ningún otro conflicto armado volvió a enfrentar a los países que fueron integrándola, constituyendo el más extenso período de paz y prosperidad jamás vivido en el Viejo Continente.

Por ello, y más allá de las lógicas prioridades que la pandemia del Covid-19 obliga hoy a atender, el mundo no puede permitirse dejar de recordar ni revalorizar lo que tanto el Día de la Victoria como fundamentalmente el Día de Europa -separados apenas un día el uno del otro- constituyen para la humanidad.

Son ambos muestras del triunfo de la paz y de la solidaridad, así como de la generosidad y de la integración,por sobre las mezquinas fuerzas del odio y del nacionalismo,de la guerra y la destrucción. Porque, como bien comenzaba Robert Schuman su ya célebre declaración, la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la acechan.

 

* Director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Belgrano.