Beatriz Sarlo, fallecida el 17 de diciembre de 2024, fue una personalidad multifacética. Dado este rasgo que sin duda la caracterizó, aquí seguiremos una de las posibles líneas de acercamiento a su figura. Para ello, vamos a partir de la sección dedicada a homenajearla en la versión digital del respectivo mes de Nueva Sociedad, reconocida revista latinoamericana de ciencias sociales. En ese número, para que emitiesen algunas reflexiones sobre la ensayista, la publicación convocaba a conocidas figuras del ámbito cultural de diferentes generaciones y profesiones (predominantemente académicos de las ciencias sociales y las humanidades). Si bien son algo extensas, vale la pena considerarlas porque nos dan una especie de visión “coral” de representantes del mundo intelectual con respecto a Sarlo. O, dicho de otro modo, nos permite ver de una manera sintética cómo ella es concebida por un sector del ámbito cultural a través de lo que podría considerarse como una especie de muestra de este. A continuación, algunos fragmentos de las consideraciones vertidas.
“Tenía una curiosidad joven y fue esa hambre de conocimiento una de las virtudes que mantuvo hasta el final (…) la luz vital que deslumbró primero a colegas y alumnos y luego, cuando comenzó a escribir y a opinar en medios masivos, a todos los que la vieron convertirse en una intelectual popular (…) Beatriz fue posiblemente la intelectual más importante de Argentina por su conocimiento, primero, pero también por su extraordinaria capacidad de divulgación”. (Hinde Pomeraniec).
“Con el fallecimiento de Beatriz Sarlo desaparece la última intelectual argentina. (…) Beatriz cumplió a cabalidad con la función que las sociedades modernas asignaron a los intelectuales: la de pensar a contrapelo del poder de turno, la de azuzar a la opinión pública biempensante, la de descolocar lo que parecía que estaba en su lugar”. (Horacio Tarcus).
“Se fue Beatriz Sarlo y con ella, tal vez, la última intelectual. Pocos han sabido interpretar su tiempo y su lugar con tanta profundidad, sutileza e inteligencia como lo ha hecho ella. Fue una figura pública que introducía complejidad en el debate político y una mirada siempre más amplia de las cosas”. (Sofía Mercader).
“Se ha hablado mucho y seguramente se escribirá otro tanto sobre Beatriz Sarlo, alguien que deja una marca en la cultura argentina. Venerada como profesora universitaria, fue muy leída como ensayista, crítica cultural y analista de medios (…) Siento que se nos fue la última gran intelectual argentina del siglo XX”. (Maristella Svampa).
“Beatriz Sarlo, una personalidad anfibia, con una voluntad infinita de intervención pública (…). Cuando se la denominaba ensayista, (…) se buscaba etiquetarla de alguna manera en un momento de ultraespecialización en la academia y el declive de los intelectuales tal como los conocimos. Sarlo fue, en esencia, una intelectual”. (Pablo Stefanoni).
Si se lee con atención estos juicios emitidos, puede observarse no pocas coincidencias entre ellos, repitiéndose entre los conceptos para caracterizar a Sarlo el de “intelectual”. Por supuesto, esto sería simplemente una obviedad, si no fuera que en este caso lo interesante no es el sustantivo “intelectual”, sino los otros términos lo acompañan (sintagmas que hemos destacado en las diferentes intervenciones): “la intelectual más importante de Argentina”, “la última intelectual argentina”, “la última intelectual”, “la última gran intelectual argentina del siglo XX”, “en esencia, una intelectual”. A partir de estos juicios, podría llegarse entonces a la conclusión de que Sarlo no fue “una” intelectual, sino “la” intelectual. O, dicho de otra manera, una “clase de intelectual” tan especial que puede considerarse que ella fue “la última” de dicha clase.
Ahora bien, dada la singularidad que le adjudican, surge una pregunta: ¿qué hizo Sarlo para llegar a ser considerada de ese modo? Para responder a esta cuestión, aunque sea brevemente, entendemos que se debe reconstruir su trayectoria. Entonces, con tal fin, primero abordaremos tres de los ámbitos donde nuestra autora desarrolló su actividad (el editorial, las revistas culturales y la enseñanza universitaria), reservándonos un especial cuarto espacio para cerrar esta nota.
En cuanto al ámbito editorial, según comentan Analía Gerbaudo e Ivana Tosti en un trabajo dedicado a estudiar la relación de Sarlo con el campo editorial, las autoras señalan que su inicio en él se realizó fugazmente en Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires). Recordemos que, fundada en 1958, la editorial tenía un proyecto ambicioso, ya que pretendía llevar a cabo una tarea de divulgación cultural a gran escala (su lema era “Libros para todos”). Con una activa política de promoción contaba con kioscos propios, es decir, más que esperar a que los lectores se acercasen a las librerías, Eudeba se acercaba a los lectores.
Los inicios de Sarlo en esa editorial serán recordados por ella en una nota publicada en el diario La Nación en 2011 del siguiente modo: “En los primeros años de la década del sesenta, vi un cartelito pegado en la pared de la que era todavía la Facultad de Filosofía y Letras y hoy es la sede del rectorado de la Universidad. Eudeba andaba buscando un estudiante, sin experiencia previa. (…) Después de un par de entrevistas, me recibió Boris Spivacow, el gerente, en las oficinas de la calle Florida (…) Dos días después, empecé en Eudeba como secretaria de Aníbal Ford. (…) En ese cuartito, donde yo trabajaba apoyando papeles y carpetas sobre mis rodillas, transcurrió mi definitivo ingreso en la literatura moderna europea y latinoamericana”.
Sobre Eudeba, cabe tener en cuenta también que, cuando se produce el golpe de Estado de junio de 1966 que llevó a la presidencia al general Juan Carlos Onganía, se interrumpe el proyecto de la editorial. Sin embargo, poco después, Boris Spivacow, quien había sido el indudable impulsor de la empresa universitaria, crea una iniciativa similar, el CEAL (Centro Editor de América Latina). Allí, la labor de Sarlo tendrá una importancia mayor y su contribución se extenderá más en el tiempo. Según señalan las citadas Gerbaudo y Tosti, en el CEAL nuestra autora dirige las colecciones Letra firme, Biblioteca fundamental del hombre moderno y, junto a Carlos Altamirano, Biblioteca total y La nueva biblioteca. Su trabajo en dicha editorial fue para la ensayista una especie de lugar de aprendizaje variado, ya que su participación allí es la que le permitirá tener una base sólida para encarar luego otros proyectos (como ser la revista Punto de vista). Al respecto, en una entrevista que le realizan a ella (figura en el libro Centro Editor de América Latina. Capítulos para una historia), Sarlo sostiene: “Boris nos dotó a todos nosotros de un oficio. Es decir, yo puedo hacer Punto de vista de memoria y no hay ningún imprentero que me pueda pasar en nada, porque tengo un oficio que va desde que se me ocurre el libro hasta que lo pongo en la puerta de la distribuidora”.
En cuanto a las intervenciones de Sarlo en las revistas culturales, la primera a nombrar es Los Libros. Esta revista fue fundada en 1969 por Héctor Schmucler, quien la dirigió en sus primeros números. Sobre Schmucler, cabe mencionar que, además de cursar la carrera de Letras en la Argentina, había estudiado semiología en Francia bajo la dirección de Roland Barthes. En una primera etapa, Los Libros funcionó como una revista de actualización bibliográfica que daba cuenta de las novedades del mercado editorial en las áreas de las humanidades y las ciencias sociales, pero luego fue cobrando un carácter más político. Asimismo, la publicación sufrió distintos cambios en el consejo de dirección, entre ellos la salida de Schmucler por divergencias con la línea editorial y luego, estando dicho consejo a cargo de Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia, este último también se retirará por desacuerdos políticos. Cabe señalar que la revista continuó apareciendo hasta su clausura después del golpe militar de 1976.
Por otro lado, así como de alguna manera el CEAL fue una especie de sucesor de Eudeba, puede decirse que Los Libros tuvo como sucesora la otra revista cultural en la que Sarlo cumplió un papel fundamental. Por supuesto, nos referimos a Punto de Vista, revista dedicada al ámbito de las ciencias sociales y las humanidades, que se publicó desde 1978 y 2008 abarcando noventa números. Al decir que inició su publicación en 1978, estamos implícitamente señalando dos cuestiones: que no había transcurrido mucho tiempo desde el final de su antecesora y que nació en plena época de la dictadura militar. Al igual que con Los Libros, el consejo de dirección de Punto de vista sufrió diversos cambios, encontrándose entre sus miembros algunos de los que habían participado en la anterior publicación, como Carlos Altamirano y Ricardo Piglia. Asimismo, cabe señalar que tanto una como otra publicación trataron de realizar una puesta al día de las producciones culturales no solo en lo nacional, sino también en lo transnacional, realizando una actualización sostenida a pesar de las restricciones que imponían las condiciones precarias en que muchas veces fueron llevadas a cabo.
Por otra parte, el tercer ámbito en el cual Sarlo desarrolló su actividad fue la labor universitaria. Como es sabido, luego de la restauración democrática en 1983, ella accede en 1984 a la cátedra de Literatura Argentina II en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, tarea que cumplirá hasta su renuncia en 2003. Sobre el desarrollo de la actividad de Sarlo al frente de dicha cátedra, una idea de cómo podía ser vista ella por los estudiantes en las primeras épocas en que la dictaba lo da el testimonio de una de las convocadas por el ya mencionado homenaje que le realizara la revista Nueva Sociedad en diciembre del año pasado. Allí, Hinde Pomeraniec, reconocida periodista cultural, recuerda: “Conocí a Beatriz cuando ella cursaba sus 40 y me doblaba en edad. Fue mi maestra –y la de tantos– en todos los sentidos posibles: porque sabía, porque compartía ese saber y porque celebraba el saber de los discípulos. Tenía una curiosidad joven y fue esa hambre de conocimiento una de las virtudes que mantuvo hasta el final de su lucidez, acaso la luz vital que deslumbró primero a colegas y alumnos”.
Ahora bien, ya comentados los tres primeros ámbitos en los que Sarlo desarrolló su labor, pasamos al cuarto espacio, el de los medios de comunicación masiva (y los libros). Desde nuestra perspectiva, este es el que precisamente singulariza la trayectoria de nuestra autora. En efecto, es usual que las editoriales, las revistas culturales y la cátedra universitaria sean lugares en los cuales los intelectuales llevan a cabo su tarea. Sin embargo, es muy inusual que un intelectual logre una presencia tan destacada en los medios masivos como la obtenida por ella. En las últimas décadas, acompañando libros en los cuales Sarlo abordaba temas de actualidad, su participación en diversos periódicos, así como en frecuentes apariciones televisivas, la convirtieron en un caso de desacostumbrada popularidad para alguien proveniente de la academia. Sus intervenciones fijando posición ante las variadas circunstancias que fue atravesando nuestro país desde hace ya un tiempo la convirtieron en una voz familiar para un público relativamente amplio. Sarlo desplegó así en estas intervenciones la acumulación de saberes acumulados en los anteriores ámbitos donde había desarrollado su labor, pero haciéndolo de un modo que lograba llegar a sectores sociales menos acotados.
Desde nuestra perspectiva, reiteramos, la singularidad alcanzada por Sarlo reside en buena medida en esa capacidad para aunar una previa labor académica (o “paraacadémica”, como Los Libros y Punto de vista) con una posterior intervención en los medios que la convirtieron en una “intelectual popular”. En términos sociológicos tomando en cuenta las nociones propuestas por Pierre Bourdieu, dentro del “campo de la producción cultural” pueden distinguirse el “subcampo de la producción restringida”, en el cual los productos están limitados a grupos delimitados de consumidores (como en el ámbito académico), y el “subcampo de la gran producción”, en el cual los productos pueden ser consumidos por un amplio público (como en los medios de comunicación masiva). El hecho de que Sarlo haya podido desarrollar su labor en ambos “subcampos de la producción cultural” no es por cierto un dato menor a la hora de considerar su trayectoria.
* Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA).