¡Y por fin tuvimos debate! Pero corresponde reponer brevemente el contexto en el que se dio. Comencemos por una estrategia indirecta. A veces remontarse al étimo de una palabra ayuda a orientarse en la búsqueda de sentidos. Por eso, para encontrarlos en medio de las más que curiosas peripecias del presente proceso electoral, evocamos la palabra sainete, más aún su raíz sain, cuyo significado es el de un poco de grasa animal, una gordura para servirse entre las comidas que cuentan.
Pero además, el uso de sainete para clasificar un género teatral completa la configuración que ha adoptado la política argentina. Repasemos: el principal candidato de la oposición fue nominado por Cristina Fernández de Kirchner, la protagonista excluyente, que a su vez se autodesignó como compañera de fórmula; unas primarias en las que todos los precandidatos ganaron o perdieron contra sí mismos; un debate de seis candidatos que en verdad, por efecto precisamente de esas primarias, fue entre dos; un candidato opositor que ya encarna el nuevo oficialismo, para la opinión pública y para los poderes reales; un presidente al que no le quedó otro espacio que el de opositor del opositor; finalmente, un debate presidencial diseñado para hacer imposible un auténtico debate.
Debate: en qué mintieron Macri y Fernández (y en qué no)
Pero como dijimos al comienzo, así y todo tuvimos debate, como si el primero de los dos hubiera sido un ensayo general del que acaba de desarrollarse en la Facultad de Derecho de la UBA. Porque así como las primarias condicionaron de modo inusitado las inminentes elecciones, el primer debate impactó sobre el segundo. Por lo antes expuesto, empujado y algo transformado a través de las intensas y extensas movilizaciones de Juntos por el Cambio de estos días, - entre las que impresionaron especialmente la de Tucumán y la de la Ciudad de Buenos Aires – Mauricio Macri recuperó la posición de un presidente que busca reelegir, por remota que sea esa posibilidad. Y al hacerlo, tardíamente y en contraste con una economía que sigue grogui contra las cuerdas, recibiendo la paliza impiadosa de la realidad pura y dura fuera del sainete, fuera de la mátrix, pareciera haber tomado nota de los problemas, no solo económicos, que se acumularon durante su gobierno.
Por su lado, Alberto Fernández insistió con una vena agresiva, incluso personal, dirigida contra el presidente, lo que sin duda esperaría el votante del Frente de Todos, pero que difícilmente resulte reconfortante para aquel votante al que apuntaba la moderación que expresara al comienzo de su campaña, o en otros contextos. Ambos, Macri y Fernández, generaron buenos y punzantes cruces, pegando en algunos de los puntos más débiles de su rival.
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También los otros candidatos parecieron haber aprendido de la experiencia previa, superando la compulsa dialéctica frustrada en Santa Fe. Siguió destacándose la capacidad de comunicación y de síntesis de José Luis Espert, aunque sin sorpresas en su discurso, de un contenido previsible; Nicolás Del Caño sostuvo con fidelidad las conocidas doctrinas del Frente de Izquierda, con una mirada integral latinoamericana; Juan José Gómez Centurión por fin logró ajustarse a los tiempos; Roberto Lavagna expresó conceptos precisos sobre las políticas de medioambiente y tuvo su mejor momento en el cierre.
Sin embargo, como se dijo: las PASO confinaron a estos cuatro candidatos a ser un coro, un mayor o menor contrapunto de fondo por debajo de la contienda principal entre Alberto Fernández, quien desplegó un incisivo papel de retador y tuvo un buen cierre – que a su vez el azar quiso que fuera el cierre del debate en su conjunto - y Mauricio Macri, que a diferencia de su desempeño en Santa Fe, esta vez alcanzó a integrar su investidura presidencial con la imagen de un candidato en busca de su reelección. Quizá debiera pensarse en una reforma de la ley, que obligue al debate a aquellos candidatos que superen el 10 % en las primarias.
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Por último, los cruces entre los dos principales candidatos se volvieron excesivamente personales, acusándose mutuamente de mentirosos y apelando a golpes bajos. Se comentó que incluso fue más ríspido fuera de escena, en el cierre esquivaron saludarse y hubo que forzar la foto de la democracia: ¿será cierto que la propició un poco a los gritos el exmilitar Gómez Centurión, que participó del alzamiento contra Raúl Alfonsín?