OPINIóN
ELECCIONES 2025

Satisfacción por la derrota, preocupación por el futuro

El escenario político argentino sigue encerrado en las alternativas que conducen pendularmente de políticas centradas en el gasto estatal a políticas centradas en la omnipotencia del mercado, especialmente del mercado financiero.

Axel Kicillof Búnker FP 20250907
Axel Kicillof Búnker FP. | Captura de pantalla

El discurso disruptivo, la gestualidad agresiva y violenta, el surgimiento desde afuera no solamente de los partidos políticos, sino de las mismas tradiciones políticas argentinas fueron las marcas de nacimiento de un gobierno cuyas propuestas eran rudimentarias y sencillas, pero resultaron atractivas para una porción muy grande de la ciudadanía: terminar con la inflación por medio de la reducción del gasto público, achicar, para conseguirlo, el tamaño del Estado y su participación en el conjunto de la economía, y, de ese modo, poner fin al largo ciclo kirchnerista.

El kirchnerismo había gobernado persuadido de que fabricar dinero para distribuirlo sin controles, sin evaluación de los efectos que produce y sin ningún objetivo estratégico más que producir un bienestar transitorio para sostener la base electoral; en sentido contrario, La Libertad Avanza quiso convencer a la sociedad de que limitar el gasto sería la solución de todos los problemas del país. Las elecciones de la provincia de Buenos Aires constituyeron el primer examen al que fue sometido el experimento libertario y, por las estimaciones disponibles al momento de escribir este análisis, los resultados fueron devastadores para el gobierno. Si bien es difícil todavía saber si la derrota se debe a la publicidad que recibieron las denuncias de corrupción que involucran a la hermana del presidente, al estilo no ya confrontativo, sino violento del gobierno y sus voceros o a las dificultades económicas que atraviesa la sociedad como consecuencia de la combinación de oportunismo, ignorancia, codicia y dogmatismo del equipo económico, o si los resultados de la elección son producto de la combinación de todo ello.

Para quienes advertimos de los riesgos que entrañaba la presidencia de Javier Milei aun antes de su elección, esta derrota es motivo de satisfacción. Luego de las elecciones primarias de 2023, un conjunto amplio de personas sin afiliación partidaria promovimos un movimiento cuyo propósito era pedir el voto, en la segunda vuelta de las elecciones, para cualquier candidato que no fuera Milei. Veíamos en su figura una constelación de rasgos autoritarios y antidemocráticos, graves problemas de personalidad y de estabilidad emocional, un fanatismo ideológico propio de las peores experiencias totalitarias, y un entorno hecho de oportunistas, corruptos e ignorantes. Nada bueno, advertimos entonces, podía salir de allí. Por ello, la satisfacción: hoy como entonces, e incluso, dada la evidencia acumulada en estos dos años de gobierno, hoy más aun que entonces, poner fin a la experiencia libertaria es la prioridad absoluta. (Dada la propensión a leer mal, parece necesario aclararlo: terminar con la experiencia libertaria, naturalmente, dentro de los períodos constitucionales, sin más armas que el sufragio popular en las urnas.)

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite


Voto castigo a La Libertad Avanza y al peronismo le fue mejor sin Cristina Kirchner

De allí la importancia de la masiva derrota sufrida por el gobierno en la provincia de Buenos Aires, ya que la elección de ayer fue el primer test electoral verdaderamente significativo que enfrentó el gobierno. Y si bien, como resulta evidente, el resultado de una elección legislativa provincial no es un predictor del comportamiento futuro de la ciudadanía a nivel nacional, sí es una evidencia de que aquella mezcla de cualidades disvaliosas -fanatismo, ignorancia, codicia, crueldad, oportunismo- no cuenta con el favor de una parte importante de la ciudadanía.

Hay, sin embargo, preguntas pendientes. Una de ellas es la que debe interrogar los motivos de quienes siguen apoyando este experimento. Porque si bien la derrota que sufrió el gobierno es realmente importante, el porcentaje de gente que continúa apoyándolo a pesar de las evidencias no es en absoluto marginal. Habrá que esperar unos días para conocer la sociología de ese voto: sexo, edad, posición social, ubicación geográfica, situación laboral. Pero en cualquier caso se trata de una zona de la sociedad que valora algunos de los rasgos que el gobierno exhibe y de las políticas que lleva adelante, aunque más no sea como alternativa ante las opciones disponibles. Celebrar la derrota del gobierno sin interrogar esa zona de la sociedad será privarse de la posibilidad de comprender mejor qué es la Argentina contemporánea.

Pero hay otras preguntas que surgen del voto: ¿es el triunfo del peronismo una ratificación del viejo discurso kirchnerista moderadamente renovado, si es que renovado, de algún modo, por el gobernador de la provincia? ¿O es el peronismo un instrumento para castigar al gobierno? Posiblemente en este voto haya un poco de cada componente, pero también aquí convendrá intentar entender qué es lo que se votó ayer.

Santiago Caputo abandonó el hermetismo: ¿empoderamiento o emergencia?

Porque la satisfacción por los indicios del fin de un mal no deben confundirse con el entusiasmo por las alternativas que se presentan. El peronismo no ha mostrado, hasta ahora, ninguna o muy poca capacidad y voluntad de renovar ni su discurso, ni su dirigencia, ni sus prácticas. Estuve tentando de decir que ello ocurre especialmente con el peronismo de la provincia de Buenos Aires, y muy especialmente el del conurbano, pero esa tentación no daría cuenta de la verdad: la incapacidad de renovarse, es propia de un movimiento para el cual ha resultado más fácil explicar sus fracasos por la responsabilidad atribuida a los otros que de revisarse a sí mismo.

Intensa satisfacción, así, por la derrota electoral del oficialismo en la provincia de Buenos Aires, preocupación porque el escenario político argentino sigue encerrado en las alternativas que conducen pendularmente de políticas centradas en el gasto estatal a políticas centradas en la omnipotencia del mercado, especialmente del mercado financiero.

El peronismo ha estado persuadido de que aplicar dinero es el modo de solucionar problemas; sus oposiciones han insistido en que ajustar el gasto los resuelve. Ambos viven bajo la ilusión inflacionaria: la de generarla o la de terminar con ella. Ninguno se da cuenta -por motivos ideológicos, por motivos intelectuales, pero también de conveniencia de grupo- de que la inflación es un síntoma, no una causa: es el síntoma de un país que no consigue establecer una comunidad política orientada a un futuro compartido, que no puede encontrar un estilo de desarrollo genuino y sustentable, que ha oscilado entre la idolatría del Estado y la soberanía del mercado olvidando a una sociedad que, de elección en elección, no puede más que mostrar desazón y creciente desesperanza.