OPINIóN
Asamblea GENERAL

Sin una agenda propia, América Latina exhibió sus fracturas internas en la ONU

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Presidentes. Gustavo Petro, de Colombia; Gabriel Boric, de Chile; Alberto Fernández, de Argentina; y Jair Bolsonaro, de Brasil. No mantuvieron ningún encuentro entre ellos. | cedoc

América Latina es una región en la que sucede gran parte de los fenómenos más importantes del mundo. Sin embargo, la presencia de sus mandatarios en la Asamblea General de las Naciones Unidas de esta semana dejó al descubierto una realidad marcada por la poca relevancia, las acusaciones cruzadas y discursos más orientados a las situaciones internas de cada país que a establecer una agenda regional que fortalezca el posicionamiento global del subcontinente.

América Latina desperdició otra oportunidad. Esta semana se llevó a cabo la Asamblea General de la ONU, la reunión anual más trascendente de la política internacional. Con la presencia de casi todos los presidentes, la región perdió la posibilidad de involucrarse en el debate internacional con una agenda propia y, en definitiva, con algo para ofrecer al orden mundial.

Pero esta poca importancia es aún más irónica cuando vemos que hoy América Latina está protagonizada por fenómenos de extrema relevancia para la política global. Sin ir más lejos, sabemos que la invasión rusa a Ucrania generó, entre otros efectos aún más trágicos, una mayor escasez de materias primas, ya que los países europeos en conflicto son uno de los principales exportadores de productos básicos. Y estas no son buenas noticias para América Latina, porque si bien puede posicionarse como comercializador de estos recursos faltantes, la recesión y la inflación impactan especialmente en países con un crecimiento más moderado, como sucede en nuestro subcontinente. En este punto, una agenda regional tendiente a estabilizar el mercado internacional y los términos del intercambio podría cobrar especial relevancia. Sin embargo, nada de esto se oyó con demasiado énfasis en las Naciones Unidas.

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Y así como la crisis económica impacta negativamente en los países más pobres, un informe del BID de julio 20221 demuestra que los hogares latinoamericanos más humildes son los que más sufrirán los aumentos agrícolas, ya que eso afectará negativamente en los principales alimentos de las canastas básicas. De la misma manera, los incrementos del gas y del petróleo generarán alzas en el costo del transporte, provocando muy probablemente un fuerte incremento en los niveles de pobreza.

Si bien América Latina no tiene serios riesgos de atravesar una década socialmente adversa como fue la de 1980, conocida como “la década perdida”, un informe de Cepal2 asegura que la pobreza podría llegar al 33% y la indigencia podría aumentar más de 4 puntos este año, convirtiendo a América Latina en la región más vulnerable del mundo de acuerdo con Naciones Unidas. 

En términos institucionales, nuestro subcontinente también enfrenta desafíos alarmantes en torno a la protección de los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Actualmente, solo dos países son considerados una democracia plena: Uruguay y Costa Rica. Esto significa, por el contrario, que el 98% de los latinoamericanos vive en democracias con defectos, débiles o directamente en regímenes autoritarios. Y esto se demuestra en el descontento de la ciudadanía, ya sea con la calidad de sus instituciones o, directamente, con el mandatario de turno. De acuerdo con la organización Directorio Legislativo, la mayoría de los presidentes no superó en 2021 el 40% de aprobación gubernamental. 

La poca calidad de la democracia, la desconfianza hacia sus mandatarios, el aumento de la pobreza y del costo de vida pueden explicar, en parte, otro enorme fenómeno que observamos en América Latina: la migración, uno de los ejes principales que tuvo lugar en la Asamblea Anual de la ONU durante esta semana. Si bien América Latina representa el 10% de la población global, tiene al 25% de los migrantes y refugiados del mundo. Dicho de otra manera, la región está siendo protagonista de uno de los grandes temas actuales, y como establece la Declaración de Cartagena, esta problemática sin precedentes debe ser abordada a través de la cooperación internacional con políticas transnacionales y no con medidas aisladas que responden más a intereses coyunturales que a una verdadera preocupación por los más de 17 millones de latinoamericanos desplazados de sus países de origen. 

Hoy el número de personas cruzando la frontera entre Estados Unidos y México es la más alta en dos décadas. Sin embargo, los escasos debates sobre el fenómeno migratorio en la ONU se realizaron sin una voz regional, como si América Latina no tuviera nada para decir al respecto. 

Por el contrario, durante la Asamblea los mandatarios estuvieron enfocados en relatar su propia agenda interna que incluyó temas como la reforma agraria y los intentos de poner fin al conflicto armado, como en el caso de Colombia, las elecciones presidenciales venideras que expuso Bolsonaro, el plebiscito constitucional chileno relatado por el presidente trasandino y el intento de asesinato a Cristina Kirchner que manifestó Alberto Fernández. Las reuniones bilaterales entre mandatarios latinoamericanos no solamente fueron prácticamente inexistentes, sino que incluso hubo acusaciones cruzadas entre el chavista Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, y Gabriel Boric, cuando el presidente chileno mencionó la crisis humanitaria que atraviesa el país bolivariano dando cuenta de que las divisiones ideológicas ya superan la dicotomía entre izquierda-derecha. Con liderazgos de derecha sin grandes causas que abrazar, pero también con presidentes izquierdistas con grandes mermas en sus niveles de aprobación, como sucede con Castillo, Petro y el mismo Boric, hoy América Latina se encuentra fracturada y sin iniciativas en conjunto para aportar al debate internacional. A pesar de ser protagonista de gran parte de los temas abordados en la ONU esta semana, la región se aleja de las grandes potencias internacionales y pierde trascendencia en un mundo que no para de cambiar.

*Licenciada en ciencias políticas (UCA), investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA) y profesora de América Latina en la Política Internacional y Cultura Latinoamericana.