La reciente embestida trumpista contra la plataforma Twitter puede ser explicada por múltiples factores y tendrá, además, consecuencias irreversibles en varios planos, tanto discursivas cuanto políticas.
Es cierto. Después de evitarlo durante años —producto de las implicancias políticas que ello ocasionaría—, Twitter se animó a editar un posteo de Donald Trump. No una, ya lo hizo en tres oportunidades en los últimos días. Trump, en nombre de la libertad de expresión, amenazó a Twitter con iniciar un juicio y avanzar en un cambio en la legislación para quitarle a las plataformas una protección que considera “excesiva”.
Puesta en contexto, la contienda gobierno- plataformas invita a un análisis que toca, al menos, dos grandes arenas: de un lado, la comunicacional (y, dentro de ésta, la de las redes sociales); del otro, la política.
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No es la primera vez que Donald Trump alza la bandera de la libertad de expresión como estrategia de ataque. Twitter podría argumentar que la libertad de expresión no es irrestricta en su plataforma. Y es que, claramente, la libertad de expresión no es un derecho absoluto —tal como argumentan varios expertos en la materia—. Tiene límites frente a otros derechos, como el de no ser abusado, violentado, discriminado o amenazado. Este dilema merece una mirada pública, más no una conservadora.
En los hechos, parece claro que la iniciativa de los republicanos no prosperará de suyo. Primero, porque si el gobierno de Estados Unidos litigara contra Twitter, es muy probable que pierda ese juicio. Segundo, porque todo avance desde el Poder Ejecutivo en materia regulatoria se topará con los tiempos parlamentarios. Y si, contra todo pronóstico, se efectivizan esos cambios en la legislación, se volverían indefectiblemente contra Trump, dado que abriría las puertas para que otros actores, individuales o institucionales, litiguen contra Twitter por los propios dichos de Trump en su muro.
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Con el propósito de apropiarse de la estrategia discursiva digital de cara a las próximas elecciones, los conservadores avanzan en el plano económico, con la reciente compra de acciones en Twitter por parte del financista Paul Singer, y en el político, apuntando a disciplinar a las plataformas; Facebook, más vulnerable, pareciera no querer alinearse con la compañía del microblogging en esta oportunidad y marca distancia.
¿Qué consecuencias tendrá este evento en la relación entre el ámbito político y las plataformas digitales? Más allá de lo que suceda en este primer round, el efecto político buscado por los republicanos puede afectar a las plataformas, que saldrán muy dañadas. La jugada de Jack Dorsey de editar un posteo de Trump no solo es sorprendente —no había aplicado una curaduría en su muro hasta ahora— sino que conmina a la compañía a “regular” sus publicaciones, en el marco de la campaña electoral estadounidense. Sin dudas, se trata del primer round de una partida que será larga y virulenta.
*Investigadora del Conicet y de la UNQ
**Profesor de la Universidad de Matyland).
Ambos son autores de "Fake news, trolls y otros encantos" (Siglo XXI editores)