En los últimos días he leído en un medio digital perteneciente a Horacio Verbitsky un artículo de su propia autoría criticando mi posición y mi sostenida predica sobre un ejército nacional. También ha sido un frecuente hostigador de mi persona en las causas en las que fui absuelto por dos tribunales federales después de largos procesos que demostraron mi absoluta inocencia.
Verbitsky, coincidiendo con el propósito de la derecha conservadora, se ha empecinado en atacarme sistemáticamente, ya sea por recelos, afán de protagonismo en su momento, o un profundo odio hacia las Fuerzas Armadas y todo aquel que tenga un sesgo nacionalista.
Incansables operadores han intentado alejar en un esfuerzo denodado al ejército de su pueblo, sacándole relevancia, disminuyéndolo a simples profesionales, empleados estatales, burócratas que casi nada tienen para aportar a la sociedad.
Mientras la mayoría de los periodistas y gran parte del arco político, de izquierda a derecha, ha insistido en que las FF.AA. no deben estar politizadas y deben identificarse con el aspecto meramente “profesional”, en la realidad ha ocurrido todo lo contrario, gran parte de ella se encuentra fuertemente politizada, adherente a proyectos de corte conservador y liberal, los mismos que permitieron el desguace de la industria de la defensa, la disminución cuantitativa y cualitativa de las FF.AA., la venta de su patrimonio y la reducción de sus funciones a tareas que hacen únicamente a sus misiones subsidiarias, teniendo en cuenta que la misión principal de las FF.AA. es la defensa de la soberanía de nuestro país.
Esta clase de políticas las ha empujado al sentimiento de rechazo por los grandes movimientos nacionales y populares, se las ha hecho sentir cómodas solo en los espacios de la derecha más reaccionaria, todo lo contrario, a su nacimiento y a su propio adn. Somos quienes liberamos nuestra patria, somos quienes impulsamos la industrialización y el desarrollo de los sectores estratégicos de nuestra nación. El general Perón fue antes que todo militar, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.
Verbitsky, al igual que la derecha, se empecina en atacarme sistemáticamente
Como teniente general retirado y ex jefe del glorioso Ejército Argentino, habiendo vivido más de 40 años dentro de esa institución y después de haber escuchado al General en el Colegio Militar al regreso de su exilio, como uno de sus primeros actos de gobierno, vistiendo su uniforme militar, no tengo dudas que ese ejército debe tener el lazo más estrecho e inquebrantable con su pueblo. Los fanáticos de izquierda lo quieren lejos, estigmatizado por la dictadura, casi escindido de su patria, desterrado. La derecha rancia lo quiere sometido, en venta, disminuido. Ambos lo quieren lejos, sin injerencia real en los asuntos estratégicos de nuestra nación, como pregonan algunos, “profesional”.
Los militares nacionalistas que vimos y escuchamos en vivo al General, los que nos emocionamos viéndolo con más de 70 años volviendo a vestir su uniforme, los que sentimos al ejército como el corazón de nuestra patria, lo queremos comprometido, guardián de nuestros intereses, profunda y concienzudamente nacionales con profundo arraigo en el pueblo argentino.
“Es difícil imaginar que hubiera optado por César Milani”, dice Horacio Verbitsky en su columna, usando la ucronía y la figura de Néstor Kirchner para desvirtuar un debate cuyos contenidos, como muchos otros, conoce solamente de oídas. O, mejor dicho, para intentar un nuevo y torpe ataque hacia mí. Frustrada su pretensión de que me condenaran como responsable de delitos de lesa humanidad, ahora quiere desprestigiarme, poniéndome como estandarte de una fuerza armada “no profesional”. Postura marginal y resentida que lo caracteriza.
Verbitsky invoca al mismísimo Néstor Kirchner y lo usa para justificarse diciendo que jamás me hubiera elegido para ser jefe del Ejército Argentino. Eso no es más que un vulgar ejercicio contrafáctico —una divagación sobre lo que no pasó— y un acto más que muestra su soberbia y arrogancia, al creer poder interpretar los deseos y visiones del ex jefe de estado, más aún cuando fue su compañera de vida y sucesora natural quien me designó en dicha función para llevar adelante la transformación del Ejército Argentino. Con lo cual también es un desprecio o un desafío a la autoridad de la expresidenta.
La peor batalla es la que no se da. Tengo el permanente reconocimiento de todos los oficiales, suboficiales y soldados que han servido a la patria bajo mi gestión como jefe del Ejército Argentino. Durante esa gestión, se logró una recuperación de capacidades y equipamiento que fue la más grande en cuatro décadas. Esa recuperación fue desde el calzado, la indumentaria, los equipos individuales y tácticos, la alimentación de los soldados hasta los proyectos más avanzados en cada una de las armas, el proyecto TAM, con la re potenciación de vehículos mecanizados para la Infantería, la actualización de artillería de campaña de corto y largo alcance, sofisticado equipamiento para inteligencia de combate, miles de equipos de comunicación, múltiples aeronaves para la aviación del Ejército y la adquisición de equipamiento de alto rendimiento para Ingenieros. Esos y muchos otros fueron los resultados de mi gestión entre el 2013 y el 2015, ese es el respaldo que tengo para sostener el proyecto de un ejército nacional y altamente profesional.
No pretendo entrar en una disputa dialéctica con quien se convirtió en un operador
Funcional al macrismo que me encarceló injustamente, pretende instituir una antinomia entre lo que él sindica como un ejército profesional, con lo que yo defino como un ejército acompañante del proyecto “nacional”, tal como lo expuse el día de mi asunción como jefe del Ejército con la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner en primera fila.
El desarrollo discursivo con el que comienzan estas líneas deja expuesta a las claras mi posición y deja a las claras que los términos profesional y nacional, si se habla de las FF.AA., no son contradictorios sino complementarios. La impronta nacional del ejército y de las FF.AA. en general, con fuerte raigambre en el pueblo del cual se nutre, no está reñida con una formación profesional, sino todo lo contrario. Cuanta más preparación profesional haya mayor será el compromiso con un proyecto de nación y al servicio del pueblo. Y recíprocamente, cuanto más acendrado sea ese compromiso mayor y mejor será la formación profesional de los cuadros de oficiales, suboficiales y soldados.
No pretendo entrar en una disputa dialéctica con quien con el tiempo se ha convertido en un operador en las sombras, tampoco traeré a colación su dudoso pasado, y mucho menos cabalgaré en especulaciones sobre su verdadera pertenencia; no voy a hacer lo que hizo conmigo estigmatizándome. Solo diré que tiene el atrevimiento de los ignorantes, como decía Sarmiento, y la ramplonería suficiente para aprovechar el vil de indemnidad que da una profesión tan noble como el periodismo.
No necesito hablar bien de Agustín Rossi, sí agradecer su nobleza cuando hace pocos días, al aire en un programa de televisión, me tildó como un “gran jefe del Ejército”.
Tampoco necesito hablar mal de Horacio Verbitsky, porque las cenizas no se queman.
*Teniente general (R). Ex jefe del Ejército Argentino.