OPINIóN
Sorpresa electoral

Una debacle para la derecha

El golpe que sufrió la coalición derechista chilena en las elecciones para gobernador, alcaldes y miembros de la convención que redactará la nueva constitución, realizadas el sábado 15 y domingo 16 de mayo, fue la gran noticia de la jornada del país trasandino.

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Contrastes. Joaquín Lavin, Mario Desbordes, Ignacio Briones y Sebastián Sichel, los grandes derrotados. Evelyn Matthei, la única exponente del sector que se impuso por no esconder sus ideas. | cedoc

La derecha chilena tuvo en las elecciones del sábado 15 y domingo 16 de mayo su peor resultado electoral desde el retorno de la democracia. La coalición derechista ni siquiera logró que su candidata pasara a segunda vuelta en la elección de gobernadores en la Región Metropolitana. Además, perdió importantes municipios que controlaba en el país, como Viña del Mar y Maipú. En la convención constitucional, estuvo lejos de alcanzar el tercio de los escaños. De hecho, apenas logró superar a la lista del Frente Amplio/Partido Comunista en la votación nacional. 

Probablemente desde las elecciones legislativas de 1965 -cuando la Democracia Cristiana arrasó y los dos partidos de derecha, el Liberal y el Conservador, obtuvieron una votación tan baja que se vieron obligados a fusionarse para crear el Partido Nacional- que la derecha no sufría una derrota tan categórica. 

Hechos. Aunque abundarán las lecturas sobre lo que pasó, hay tres hechos innegables que deben ser parte de las explicaciones de esta debacle de la derecha. 

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Primero, esta votación constituye un rechazo evidente y claro al gobierno del presidente Sebastián Piñera. En los 6 meses que restan para la elección presidencial, el gobierno no tendrá ni la fuerza ni el apoyo popular para impulsar ninguna reforma significativa. Para todos los efectos prácticos, el fin de semana pasado se terminó de acabar el gobierno de Piñera. La derrota de la derecha es también la derrota evidente del proyecto derechista que buscó construir Piñera en su segundo gobierno. Ese proyecto está muerto y la derecha necesita un nuevo líder y un norte distinto.

Lamentablemente, para ese sector, las opciones que hoy están sobre la mesa no son las más atractivas. Por un lado, está Joaquín Lavín, que parece querer mimetizarse con un discurso de centro, o incluso centro izquierda. Pero como siempre el original derrota a la copia, esa propuesta de Lavín no parece tener mucho futuro electoral. Después de todo, para qué escoger a un derechista convertido a la social democracia si el electorado que se molestó en ir a votar ni siquiera parece tan entusiasmado en apoyar ideas social demócratas. Además, Lavín debe morder la derrota de su suegra Cathy Barriga en Maipú, una alcaldesa que también buscó potenciar un perfil distante a la derecha tradicional. 

En la misma línea que Lavin, las propuestas presidenciales de Mario Desbordes, Ignacio Briones y Sebastián Sichel buscan que la derecha se corra más hacia al centro. Por otro lado, las alternativas de Evelyn Matthei (una de las pocas victorias holgadas que tuvo la derecha en elecciones municipales en municipios importantes) y José Antonio Kast pudieran estar demasiados cercanas al pasado pinochetista de ese sector, un pasivo que pudiera ser demasiado alto para la nueva realidad electoral de Chile. Por eso, como si la derrota del fin de semana no fuera lo suficientemente dura, la derecha debió apurarse para inscribir a mitad de la semana pasada a 4 candidatos para su primaria presidencial que ocurrirá el 18 de julio. 

Segundo, la derecha solo ganó en lugares en que sus candidatos se identificaron claramente con ideas de derecha. La votación de Tere Marinovic, por ejemplo, en el Distrito 10, que sacó más votos que la suma de votos obtenida por Cristian Monckeberg (RN) y Gonzalo Blumel (UDI), muestra que cuando los candidatos de derecha no esconden sus ideas, los votantes de derecha no esconden su apoyo. Lo mismo ocurrió con Matthei en Providencia, Rodolfo Carter en La Florida y Germán Codina en Puente Alto.  La derecha puede ganar en sectores populares, pero solo cuando defiende discursos de derecha con pragmatismo, eficiencia y valentía. 

Tercero, la baja en participación electoral muestra que la gran mayoría del país sigue desinteresada en la política. Los éxitos de los partidos emergentes de izquierda y de los independientes muestra que aquellos que se molestan en ir a votar, en general rechazan a los partidos tradicionales. Pero no hay candidatos independientes de derecha que sean capaces de capitalizar ese rechazo a los partidos tradicionales. Eso en parte se explica porque, a diferencia de los independientes de izquierda, que prometen mayores derechos sociales, los independientes de derecha no tienen un discurso coherente y atractivo para promover la visión de ese sector.

Reconstrucción. Precisamente porque habrá poco tiempo para lamerse las heridas, la derecha deberá pasar rápidamente de las explicaciones de la derrota al intento de reconstrucción.  Como la estrategia de decir lo que la gente quería oír ya no le funcionó, no sería mala idea que la derecha empiece finalmente a decir las cosas en las que cree y a dejar claro cuál es el norte que la guía. Después de todo, en el mundo siguen dominando las ideas de derecha y en América Latina, las ideas de izquierda no han podido materializarse en mejorar la calidad de vida de las personas. Ya que hay un norte exitoso que pueda guiar la reconstrucción, la derrota de este fin de semana debiera llevar a la derecha a olvidarse, de una vez por todas, de seguir haciéndose pasar como si fueran de izquierda.

*Politólogo chileno. Profesor de la NYU. Publicado originalmente por www.ellibero.cl