Hace ya un tiempo largo que nos movemos entre cíclicos fracasos de distintos signos. A diferencia del acuerdo absoluto de las distintas fuerzas políticas y sociales en el sostenimiento y defensa de la democracia, no hemos alcanzado algo similar sobre algunas condiciones necesarias para transitar el único camino que evite esas frustraciones: Un proceso de desarrollo económico sostenido e inclusivo.
Probablemente existan causas profundas de esta imposibilidad, pero la urgencia exige prestar atención a los síntomas, en especial, los vinculados a la política y la técnica.
En lo político, la visión exclusiva, obsesivamente agonal (tan ponderada desde hace ya demasiado tiempo por derechas e izquierdas) donde el “otro” es un enemigo carente de cualquier valor, es sólo el “mal” a derrotar y a la vez, el mejor elemento aglutinante de nuestra tribu, ha sido y es la dinámica imperante.
El origen de esta visión parece ser un concepto de gobernabilidad que sólo reconoce como base suficiente la obtención de una concentración tal de poder político propio, de la tribu de origen, que difícilmente pueda verificarse en los tiempos que corren. Y que, si acaso se obtiene, será a costa de contener una serie de contradicciones y conflictos que garantizan la brevedad de su duración.
Los oficialistas que traicionan a Milei
Esta práctica asume distintas máscaras pasando en los últimos tiempos por el “vamos por todo”, la “infectadura”, la “casta” y otras etiquetas de las que ya no se guarda memoria. Esta desmesura llega, incluso, a la propia “canibalización” del grupo que transita ese camino.
Los fracasos reiterados y las frustraciones consecuentes de cada una de estas máscaras, alimenta a un nuevo disfraz tan desmesurado como el anterior.
En lo que respecta a lo técnico, estos síntomas van desde diagnósticos antitéticos hasta coincidencias totales o parciales, pero con herramientas absolutamente incompatibles con el objetivo original.
Las notables diferencias de diagnóstico se fundan a veces en pensamientos mágicos, que imponen prácticas que no registran aplicación en el mundo desarrollado conocido.
Enunciados que la mayoría de las veces tienen como única finalidad mantener al “grupo” unido, pero que, al tornarse dogma, terminan siendo la guía de gobierno, con las consecuencias ya conocidas.
La constante repetición de los ciclos termina por imponer un modo de conducta en la comunidad, que actúa siempre previendo un rápido final ayudando a que, efectivamente, esa caída abrupta suceda.
¿Cómo salir de este eterno “día de la marmota”? ¿Bastará con esperar que la evolución del espíritu haga lo suyo y surjan el o los fenómenos que lo resuelvan?
La historia reciente parece indicar que el espíritu requiere ayuda para llegar a la síntesis.
Es imposible que la respuesta a esta pregunta sea fácil y construida simplemente en forma teórica; las ideas pesan y son necesarias, pero no alcanza con ellas.
Se necesitan acercamientos entre sectores e individuos que pospongan un poco sus egos.
Hace poco, se propuso en un grupo de personas de distinta formación y ámbitos también diversos, elaborar un conjunto de puntos básicos que podrían ser aceptados por una gran parte de las fuerzas políticas y sectoriales. No se pretendió agotar los temas ni elaborar un programa de gobierno completo, sino simplemente una tarea inicial, un breve esquema de aproximación sobre aquello que muchos pueden tener en común para que, efectivamente, un proyecto de desarrollo pueda sostenerse en el tiempo.
A la fecha (mientras el papel sigue circulando y probablemente tenga ya nuevas correcciones) los puntos han quedado redactados de este modo:
- Respeto a la Constitución Nacional en su integralidad, recordando que la relación armónica entre los derechos y garantías que allí se reconocen a los habitantes de nuestro país debe permitir tanto el desarrollo del individuo como de la comunidad.
- Un sector público moderno y eficiente.
- Una moneda nacional que cumpla adecuadamente con su función de medio de pago, de reserva de valor y unidad de cuenta.
- Políticas monetarias y fiscales responsables como condición necesaria para que la moneda cumpla con las funciones señaladas en el párrafo anterior.
- Una inserción inteligente en el mundo, que integre a nuestro país en cadenas de valor adecuadas a sus potencialidades y ubicación geográfica.
- Una protección adecuada y temporaria de aquellas industrias que se consideren estratégicas.
- La ampliación de fronteras y la diversificación de la producción agropecuaria.
- La explotación racional y sustentable de los recursos naturales, generando las condiciones para aumentar el grado de industrialización local en el marco del paradigma de transición justa.
- Una reforma tributaria que plantee una recaudación progresiva que guarde relación con la capacidad contributiva de las personas y las empresas y que promueva la inversión, la formalización y la generación de valor agregado.
- La adecuación de las normas laborales a las nuevas formas de producción, la mejora de la productividad y la justa distribución de sus resultados como ejes de las discusiones en torno a las relaciones laborales, con la participación de los trabajadores y la negociación colectiva como elementos esenciales.
- El desarrollo de la ciencia y la tecnología nacional, como instrumento para el avance del bienestar de la población, del sistema productivo y de la generación de actividades con mayor valor agregado.
- Una reforma previsional que fortalezca el carácter solidario y redistributivo del sistema, se ajuste a las expectativas de vida actuales y cuyo financiamiento sea equitativo en función de los distintos regímenes vigentes.
- Una reforma del sistema de salud que ponga en el centro a las políticas preventivas y que, respetando los distintos subsistemas tienda a su mayor vinculación de modo tal de mejorar el uso de los recursos.
- El mantenimiento de los mecanismos de asistencia social que han mostrado su eficacia.
- Una reforma del sistema educativo que privilegie a la escuela como centro de transmisión de conocimientos con las herramientas, los modos y las necesidades de jóvenes y adultos en los tiempos en que vivimos y que tenga por objetivos el desarrollo personal, la integración en el mundo del trabajo y la formación continua. Deberá tender a generar los mecanismos para que los distintos modos de adquisición de saberes sean adecuadamente reconocidos por el sistema educativo.
En definitiva, la idea es discutir sobre aquellos puntos que, en su implementación, permiten un margen de acción a los distintos enfoques que la ideología de cada uno imponga, pero que esa diferente aproximación no provoque su eliminación del listado.
No se trata de desplazar acercamientos tácticos entre sectores con el objetivo de llegar al poder, sino que esa finalidad tenga algún contenido básico más o menos común a una gran mayoría, que no se agote en la simple captura.
Es imposible prever el resultado de este tipo de propuestas, ni siquiera prever que ese resultado exista, pero al menos se habrá intentado generar las condiciones para que eso suceda.
*Claudio Moroni, ex ministro de Trabajo 2019-2022
