OPINIóN

La deuda externa con Haití

Haití es el país con mayor pobreza del mundo por una razón política. Fue castigada y hundida en la mayor pobreza, deliberadamente. Y fuimos cómplices.

terremoto haiti 15 de agosto 2021
Haití es el país con mayor pobreza del mundo. | AFP

Si la libertad no tiene precio, no alcanzaremos a pagar nunca nuestra deuda histórica con Haití. El apoyo del país caribeño a la emancipación latinoamericana tuvo un costo altísimo para ella. Un precio que al día de hoy continúa tributando. Haití es el país con mayor pobreza del mundo por una razón política.

Haití fue castigada y hundida en la mayor pobreza, deliberadamente. Y fuimos cómplices.

Es necesario saber que sin el apoyo decisivo de la República de Haití, nuestra independencia no se hubiera logrado. No en ese tiempo, ni en esa forma. Cuando José de San Martín se encontraba ante el avance realista español y la conspiración porteña; cuando Simón Bolívar huye a Jamaica luego de ser derrotado en las costas venezolanas; cuando la monarquía del inescrupuloso Fernando VII con todo su arsenal y ejército arrasaba a sangre y fuego nuestro continente, surge en el Caribe la figura luminosa del presidente de Haití, Alexander Petión.

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Apoyo del Santo Padre a Haití, 20210824
Haití es el país con mayor pobreza del mundo.

Haití fue el primer país independiente de las Américas en erradicar la esclavitud, y así se constituyó en la primera república democrática americana en establecer plenamente los derechos del hombre. Luego de vencer al ejército de Napoleón, al de Inglaterra y al de España, el Haití de Alexander Petión y Toussaint Louverturese convirtió en refugio de muchos los patriotas latinoamericanos. Recibieron cálido hospedaje entre otros, Francisco de Miranda, Simón Bolívar y hasta de nuestro Manuel Dorrego.

En 1815 el líder haitiano convoca a Bolívar, que se encontraba refugiado en Jamaica, deprimido y al borde del suicidio. El presidente Petión le ofrece al futuro Libertador armas, barcos y soldados para retomar la lucha por la independencia americana. El haitiano planteó a Bolívar -y así se lo hizo firmar- que a cambio de ese apoyo los revolucionarios sudamericanos debían decretar la abolición de la esclavitud en América.

Bolívar asumió el compromiso y partió al continente con soldados seleccionados por el propio Petión. Ya triunfante, y antes del encuentro con San Martín dijo:

“Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo Presidente Alexander Petión me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de 300 hombres comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leonidas... ”.

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Solo la colonización cultural explica que desconozcamos esta epopeya. Los guerreros haitianos regaron generosamente su sangre en toda América del Sur... solo por nuestra libertad. Petión no solo le dio a nuestros emancipadores los pertrechos y los soldados, sino algo mucho más importante: un fundamento político más amplio y abarcador para la independencia americana. Muchos de nuestros patriotas eran esclavistas; el propio Bolívar integraba la clase “mantuana” caraqueña. Bolívar se referiría siempre a Alexander Petión como “el Autor de nuestra libertad” y en el Congreso de Angostura legisla la abolición de la esclavitud. Desde ese instante los imperios de España, Francia, y el naciente Estados Unidos bloquearon a la República de Haití de toda relación internacional.

El presidente norteamericano, Thomas Jefferson dijo entonces que “Haití es un mal ejemplo”. Los dueños de esclavos no toleraban la existencia de un país independiente gobernado por hombres negros. El joven imperio racista norteamericano observaba con preocupación la emancipación de los esclavos haitianos, ahora en el poder. Luego del retroceso de España y Francia, Estados Unidos llegó a “poner orden” e intervino militarmente el país en 1915.

Es necesario saber que sin el apoyo decisivo de la República de Haití, nuestra independencia no se hubiera logrado.

Cuando estalló la Revolución Francesa el 75% de la producción mundial de azúcar provenía de Haití. También sembraba abundante café, tabaco, cacao y algodón. Francia dependía económicamente de su mayor colonia a quien llamaba “La Perla de las Antillas”.

Los miles de esclavos, producto de los violentos secuestros perpetrados en África, eran la garantía del bajo precio de los cultivos. La flexibilización laboral en su mejor punto para los colonialistas.

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Los grandes ideales de la Revolución Francesa con sus valores de «Libertadigualdadfraternidad» llegaron a la colonia antillana de la peor manera. Los progresistas europeos informaron a los esperanzados esclavos de Haití que los derechos no eran para ellos. La libertad e igualdad era para los franceses, los esclavos debían seguir trabajando como siempre.

La revuelta haitiana no se hizo esperar. Fue un sacrificado y glorioso triunfo ante ejército napoleónico, se instauró la democracia y la libertad. Pero luego vino el contra golpe de las naciones “civilizadas”.

Hay que decirlo con bochorno, nuestros países no hicieron nada significativo por Haití: solo observaron desde lejos como se consumaba un lento, silencioso genocidio.

La República de Francia, ocupando militarmente Guayana, debe rendir cuentas del saqueo que produjo en Haití cobrando bajo amenaza militar una indemnización de 150.000.000 francos (US$ 20.000 millones de hoy). Las deudas económicas de España, Francia y Estados Unidos con Haití, como los delitos de lesa humanidad, tampoco han prescrito. Se debe accionar judicial y diplomáticamente ante quienes se enriquecieron ilícitamente bajo la bandera negra de la calavera.

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En ese sentido, fue brutalmente franco un haitiano que dijo en estos días que el terremoto era, quizás, "lo mejor que nos podía pasar a los haitianos". Quizás hayan hecho falta el trueno y el temblor de la tierra para despertarnos de la pasividad cómplice. La lucha cultural para contar la verdadera historia de nuestra Patria Grande es más necesaria que nunca.

Llegó el momento de actuar, no con fuerzas policiales o militares, sino con los recursos económicos para fortalecer la organización social que el pueblo de Haití decida darse. Sin paternalismo, solo con humildad.

Nuestra deuda moral con el pueblo haitiano no prescribirá nunca. Debemos accionar, no solo por el pueblo haitiano, sino por nuestra propia dignidad.

 

* Víctor Ramos. Miembro del Instituto de Revisionismo Histórico Latinoamericano Jorge Abelardo Ramos.