En los últimos días, el debate sobre el futuro de la educación presencial está en la agenda política y mediática. Todos discuten y opinan sobre si los alumnos pueden o no volver a las aulas, y en todo caso, de qué forma, con qué protocolos, en qué circunstancias.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires presentó un protocolo para comenzar a abrir escuelas y recuperar la participación de alrededor de 5.100 alumnos que por diferentes motivos, no mantuvieron la continuidad escolar a distancia a lo largo de este aislamiento social preventivo y obligatorio, que en sus diferentes formas y modalidades, lleva más de 160 días. Dicha propuesta fue rechazada por el Gobierno Nacional al considerar que no están dadas las condiciones epidemiológicas para poner en marcha el regreso a algún tipo de clase presencial. En otras provincias de la Argentina, hemos visto que tuvieron que retroceder con la intención de dar comienzo a las clases presenciales, el caso de la provincia de Jujuy, que de no tener ni un caso de COVID-19 pasó al colapso sanitario en menos de un mes.
La realidad es compleja, nadie tiene la fórmula de la mejor alternativa para un regreso a clases presencial seguro, pero hay una realidad, los chicos y chicas de este país y del mundo, necesitan recuperar sus vínculos sociales. ¿Cómo? Es acá donde debemos dejar de lado nuestras diferencias ideológicas y partidarias, y pensar en los jóvenes, porque son nuestro futuro, porque son ellos los que van a seguir haciendo grande a nuestro país. Los alumnos, sean de Ciudad de Buenos Aires, o de la provincia de Buenos Aires, o de un pequeño pueblo o paraje del interior, no la están pasando bien, el encierro los está destruyendo, están pidiendo a gritos que les devuelvan su vida. La pregunta es si los que toman decisiones los están escuchando.
Dejar el debate de lado y pensar en los jóvenes
Mientras todos opinan, y se cruzan críticas y declaraciones, que no encierran otra cosa que intereses particulares y partidarios, los docentes y directivos no descansamos pensando en la mejor manera de aliviar la angustia de nuestros alumnos. Es el momento de construir desde la necesidad de los alumnos. Hay que buscar alternativas para que puedan recuperar sus vínculos. Ya no alcanza con los padres o hermanos en la casa, no sirve meterlos todos los días con actividades variadas a través de un zoom o cualquier otra plataforma virtual, es hora de que vuelvan a comunicarse cara a cara, que vuelvan a compartir experiencias.
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¿Por qué puede funcionar un bar o restaurant con protocolo y no se pueden encontrar los chicos a estudiar en un lugar al aire libre? ¿Por qué puede abrir un negocio cumpliendo ciertos requisitos y no pueden los jóvenes juntarse, a distancia, a charlar y realizar actividades recreativas en una plaza o parque? No estamos diciendo que la economía de un país o de una familia no es importante, estamos diciendo que si se pueden poner de acuerdo para aliviar la angustia que está provocando esta pandemia sin precedentes en ciertos sectores, también se puede llegar a un consenso para que los alumnos recuperen la sonrisa, los aprendizajes, la alegría, la vida.
Que los jóvenes puedan recuperar los vínculos entre ellos
Mientras esperamos que los que en teoría saben y deciden, se pongan de acuerdo, ya que no podemos volver a las aulas, ya que los alumnos no se pueden reencontrar con sus docentes, por lo menos que se rencuentren con sus compañeros. Es fundamental que por lo menos se reúnan ellos, pensemos en grupos reducidos -tres o cinco alumnos-, en una plaza o parque, al aire libre, con barbijo, manteniendo las distancias, pero pudiendo interactuar, charlar, contarse cosas, pensar y hacer las tareas o actividades que les podemos proponer nosotros, los docentes, en nuestros encuentros por zoom.
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Generar actividades que recuperen la experiencia compartida
La angustia de los docentes se hace cada día más presente. Da impotencia ver como estamos perdiendo a nuestros jóvenes. La deserción escolar y la brecha educativa serán los grandes costos que dejará de saldo esta pandemia, sin ir más lejos, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), estima que 1.2 millones de estudiantes latinoamericanos no volverán a las aulas después de la cuarentena. Los docentes que están desde el día uno acompañando a los alumnos y a sus familias, saben que las clases virtuales o remotas, o los cuadernillos… ¡Ya no alcanzan!
A veces es mejor un llamado por semana a cada alumno que llenarlos de tareas y materiales. Un día a la semana charlar con ellos, preguntarles cómo están, qué están haciendo, qué van a hacer, qué desean y piensan, qué les preocupa. Proponerles actividades que luego puedan hacer con algunos compañeros.
El aprendizaje se enraíza en las experiencias sensoriales y afectivas. Nuestros alumnos, nuestros jóvenes, están necesitando volver a esas experiencias constructivas, lo están pidiendo. Es hora de escucharlos a ellos que son el futuro.