Este domingo 13 de agosto son las PASO (Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias) y el domingo 22 de octubre las elecciones generales.
Cerca ya de estas fechas pensaba cómo nos sentimos al momento de votar y de elegir a quién mejor nos representa o mejor expresa nuestra idea de sociedad, de país, de provincia, de ciudad. La oferta es amplia.
Existen y hemos escuchado frases que acompañan a los ganadores y a los perdedores. “El que gana conduce, el que pierde acompaña”, “sigamos trabajando y construyendo para la próxima batalla”, “aprendamos de los errores, potenciemos los aciertos”, etc.
Esta reflexión se orienta a sentir cómo nos llevamos con la aceptación de los resultados una vez sucedidas las contiendas. ¿Cómo elegimos vivirlo?
Voto en blanco, nulo e impugnado: cuáles son sus diferencias y cómo se contabiliza
¿Nos peleamos con el resultado? ¿Lo integramos y seguimos adelante? ¿Nos es indiferente? ¿Nos interpela?
Cada una de estas preguntas puede ser respondida de acuerdo al lugar en donde elijamos pararnos. Enojo. Aceptación. Indiferencia. Negación. Integración.
¿Y si gana el que no elegí?
Y ese modo de pararnos define nuestro modo de observar el mundo. Cómo vivimos cada una de las miles de situaciones que atravesamos en nuestras vidas. Desde las más simples hasta las más comprometidas.
También define en mi mirada el nivel de paz o de perturbación que sentimos y elegimos tener.
Atención. Aceptar no es resignarse. Es simplemente saber que en el afuera pasan cosas que no controlamos. Y que podemos elegir vivirlo como queramos: con enojo, con paz, con resignación, con resentimiento, la lista sigue.
Este elegir requiere algo tan simple y tan difícil: presencia con nosotros mismos, salir del piloto automático, observar qué sentimos y qué necesitamos a cada momento.
Un desafío que los invito a experimentar.
