—Emmanuel Macron usó una metáfora primero, que luego fue retomada por otros jefes de Estado, la de la guerra. ¿Tu sensación es que estamos viviendo algo parecido a una guerra?
—Hay una guerra. Una guerra que pone a prueba el hecho de si el mundo está desvencijado. Y pone a prueba también la capacidad de coordinación del mundo, sobre todo el occidental. Hay que resaltar que los mejores soldados de esta guerra son los científicos. Son quienes mantienen mayor nivel de comunicación. Subieron todavía más su prestigio frente al resto de la sociedad. Se hicieron bastante dueños, en el buen sentido de la palabra, de la situación y cómo evoluciona. Los científicos y los profesionales que difunden lo que dicen los científicos. La televisión está llena de gente que en realidad no es estudiosa ni sabe mucho de infecciones, pero es médica y sabe leer lo que dice el infectólogo. Está bien que sea así. Pero si hablamos de borrar las fronteras, el mundo científico es quien más rápidamente lo hace. Confío en ellos.
—A partir de las guerras del siglo XX nacieron organizaciones como Naciones Unidas o el Fondo Monetario Internacional. ¿Esta generará nuevos organismos o modificará los preexistentes?
—Los países que tomaron decisiones arbitrarias y tienen un nivel de dependencia de las decisiones comerciales del mundo, Estados Unidos y China, más la intervención de Rusia, fueron vaciando de contenido y de poder los organismos. La guerra comercial llevó a decisiones arbitrarias. La OEA es hoy una máquina de la guerra de los Estados Unidos contra Venezuela. La ONU es un conjunto de buenos deseos. La FAO está bastante desactualizada. De la Unesco ni hablemos. No estoy hablando mal de ellas. Digo que los países saben que no pueden ir a buscar ahí capacidad de mediación ni de contención. En ese contexto aparece otra suerte de organismos y alianzas de corto plazo. Vuelvo a los científicos: cuando esta pandemia termine, que no sabemos cómo ni cuándo sucederá, la reconstrucción será sobre la base de volver a la racionalidad, la cartesiana, la científica, por encima de las arbitrariedades. Pero los arbitrarios son muy fuertes en el mundo. Hablo con muchos cancilleres semanalmente y observo que los países tienden a defenderse a sí mismos. Como los pueblos y las provincias, primero se cierran y después conversan. Después se empiezan las negociaciones sobre excepciones. La pandemia también tiene ese grado de decisiones de defensa de adentro para afuera.
—¿El coronavirus también podrá vencer a los arbitrarios? ¿Perderán el poder quienes se manejaron con soberbia?
—Todo es posible. Más que los arbitrarios, el exceso de arbitrariedad se puede moderar. No creo que desaparezca del todo. En el hiperdesarrollo del capitalismo financiero, está implícito un nivel de arbitrariedad político muy grande. Pero de esta muchos mecanismos van a salir desvencijados, con los tornillos flojos y les va a costar ajustarlos; quedarán desprestigiados, con menos poder. De ninguna manera creo que van a perder el poder. Esto no hace que los ricos salgan iguales que los pobres. Van a seguir siendo los ricos ricos y los pobres pobres.
Felipe Solá: "Imaginen qué hubiera pasado con Macri al frente de esta pandemia"
—Uno encuentra en Donald Trump y Jair Bolsonaro un discurso respecto al coronavirus que los unifica. En Estados Unidos hay elecciones este año y era casi número puesto que sería reelecto el actual presidente. Hoy los pronósticos son opuestos.
—A lo mejor estoy subestimando el efecto del coronavirus. En Estados Unidos existe desde siempre la tendencia a encarar las cuestiones como una guerra nacional. Eso puede ser usado políticamente por el presidente Trump. Pero el presidente Trump se da el lujo de desplegar el Comando Sur en plena pandemia. Y utiliza una excusa tan liviana como las armas químicas de Irak hace treinta años. Estados Unidos conserva una idea sobre sí mismo que puede hacer que el coronavirus no debilite las posiciones más duras. Tengo mis dudas al respecto. Cuento con menos información de la que debería por haber estado enfrascado 25 días en traer a argentinos en el exterior.
—El coronavirus como monotema atraviesa todo. Al haber elecciones en Estados Unidos, es probable que si el coronavirus afecta las chances electorales de quien preside el país, sea un preanuncio de que pueda pasar algo en Venezuela. La iniciación de alguna acción militar fuerte como mecanismo proselitista.
—Aquella guerra en Albania de la película, ¿te acordas? (N de R: se refiere a Wag the Dog, de Barry Levinson, 1998). “Inventemos una guerra contra Albania”. Hubo muchos de esos intentos mal habidos. No quiero ser un analista de la política americana, pero coincido en que hay que abrir un compás de alta probabilidad de cambios electorales a raíz de esto. Lo veo mucho más claro en el caso de Brasil. La confusión lo lleva totalmente en contra del presidente. No sé en Estados Unidos qué repercusión va a tener. No sé si la oposición va a poder capturar eso o no.
—¿Temés que la flota del Caribe constituya un preparativo para algo en Venezuela?
—Lamentablemente tengo que decir que depende bastante de cómo estén los cálculos electorales en octubre o en septiembre.
—Coincido.
—Y al mismo tiempo debo decir que ni América Latina ni la Unión Europea reaccionaron frente a una especie de semibloqueo naval. Por otra parte, hay que pensar que las posiciones de Nicolás Maduro son cada vez más retóricas invocando una invasión. Pero Maduro tiene el petróleo en el suelo, el precio del petróleo en su suelo. Además, Estados Unidos le cortó mucho las remesas individuales de los venezolanos hacia su país. El bloqueo americano, lo mismo que a Cuba, es cada vez más sutil y más eficiente. Aprendieron cuáles son las cadenas que hay que cortar, los nudos sobre los que hay que actuar. Venezuela no está en un caos mucho mayor todavía con el coronavirus porque recibió enorme ayuda de China y también de Rusia. Esos países se dieron cuenta de que la mayor manera de plantearle una identidad contraria a Estados Unidos era defender a Venezuela.