—¿Cómo es tu relación con Hugo Sigman y con los laboratorios en general?
—Lo dijo Sigman cuando sacamos la ley de genéricos: “Somos amigos. Pero nunca nadie me hizo perder tanta plata”. No es solo Sigman, tengo tres o cuatro de la industria con los que tengo muy buena relación. Le tengo mucho más que afecto. Le tengo mucho respeto, porque siempre va a la vanguardia, por ejemplo en la biotecnología. Intenta expandirla en el país.
Pone fábricas sin ayuda estatal. Debemos estar orgullosos. Aunque estar orgullosos de ese tipo de cosas parece un delito. Pero mi relación es buena. Lo veo poco porque está muy poco acá. También es buena con otros. Tengo un detalle curioso con Hugo. Los dos fuimos al mismo secundario, con diferencia de un año. Soy un poquito más chico. Empecé el secundario a los 10. El secundario era espantoso.
—¿A los 10 años empezaste el secundario?
—Sí. Terminé a los 15. Me recibí a los 21 de médico. Como suelo decir, largué en punta y después me caí y me pisaron todos. Rendí dos grados libres. Cuarto y sexto grado, libres.
—Tenés una relación con Sigman desde muy joven.
—Sí, pero no ahí. No éramos amigos, ni siquiera nos identificábamos. Pero quizá compartimos el recuerdo de situaciones. Tenés anécdotas del secundario, semilla de maldad. Era un rejunte el Primera Junta de todos lo que echaban de otros colegios. Peor nivel educativo no pudimos haber tenido.
—¿Cuál era el secundario?
—Nacional 17. El Primera Junta, en Rivadavia al 5400.
—¿Tenés una relación más estrecha con él que con otros laboratorios?
—No sé. Tengo muy buena relación con los Bagó, que son grandes fabricantes. Con Roemmers. Su CEO es un hombre también muy respetable y con un pensamiento muy claro.
—¿Por qué le caen a Sigman estos rayos y centellas? ¿Será su posicionamiento político, más llamativo para un millonario viniendo de una persona que militó en el Partido Comunista cuando era joven, que tiene de amigos a socialistas en Europa?
—En cualquier país del mundo sería un tipo admirado por lo que hace. Invierte mucho en Argentina de lo mucho que gana afuera. Afuera es un empresario mucho más fuerte que en Argentina.
—¿Es correcto que no solamente AstraZeneca no gana dinero con la vacuna sino que el laboratorio argentino que fabrica el principio activo tampoco gana?
—Es lo que dice AstraZeneca. Hace comprometer a todos, y no tengo por qué pensar que es distinto. Es lo que Carlos Slim exige. Puso 300 millones de dólares, pero exige que en esto se transmita. Por eso se envasa en México y se logra un precio de mucha accesibilidad.
—¿No gana Sigman dinero con las vacunas?
—Hasta donde yo sé, seguro que no. Debe tener el orgullo de poder hacerlo, que la planta tenga respeto internacional, pero no ganar dinero. Alguna vez hablé con él sobre los ataques que recibía, pese a lo que produce.
—¿Por qué sucede eso?
—En Argentina el éxito es un problema.
—Otros dueños de laboratorios no tienen la visibilidad pública que tiene Hugo Sigman, que además produce películas muy exitosas.
—Se mete en el cine, en la genética animal. Algunos dicen que es incluso algo antisemita. No sé.
No puedo conjeturar. Él mismo tampoco. Con un hijo suyo, investigador, llegó un momento en que lo acusaban tanto que tuvo que irse a vivir a España.
Producción: Pablo Helman y Debora Waizbrot.