PERIODISMO PURO
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Larry Kotlikoff: “Será viable y una buena medida dolarizar”

Economista formado en Harvard, referente global en contabilidad generacional, considerado uno de los 25 economistas más influyentes del mundo por “The Economist” y candidato presidencial independiente en Estados Unidos en 2016. Plantea que el déficit fiscal no es un indicador económico real, sino un artificio lingüístico utilizado por los gobiernos para ocultar compromisos futuros. Advierte que muchas economías, incluida la argentina, han financiado a las generaciones actuales a costa de las futuras. Sostiene que la Argentina está empezando un giro correcto bajo la gestión de Javier Milei: señala la desaceleración de la inflación y el retorno al crecimiento como señales iniciales de ordenamiento, aunque advierte que la sostenibilidad de ese rumbo depende de reformas estructurales profundas en el sistema bancario, previsional y fiscal. Estuvo en la Argentina visitando a su amigo Domingo Cavallo y fue consultado por todo el equipo económico, comenzando por el ministro Caputo.

Larry Kotlikoff, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
Larry Kotlikoff, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia. | Pablo Cuarterolo

—Usted ha señalado que el déficit fiscal tradicional es un indicador engañoso. ¿Por qué considera que no refleja la verdadera situación financiera de un país?

—Los gobiernos son libres de decidir qué pasivos, qué obligaciones y qué promesas incluir en los libros y cuáles no. Eso es solo una cuestión de lenguaje. Si yo fuera el gobierno y te quito dinero, podría decir que es un impuesto o podría decir que es un préstamo. Si digo que es un impuesto, podría prometerte beneficios en el futuro. Si digo que es un préstamo, te prometo más intereses. Esa elección de lenguaje determina que, si lo llamo préstamo, entonces tenemos un aumento del déficit. Por lo tanto, el déficit no es un concepto esencial en economía, sino lingüístico y carece de utilidad como medida. Y todo el mundo piensa que el déficit y la deuda en relación con el PBI son útiles para medir la situación fiscal de un país. No lo son. Simplemente, todos ven lo que pasa, pero nadie lo dice.

“Todos debemos pagar impuestos razonables para tener incentivos para trabajar y ahorrar.”

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—¿En qué consiste exactamente su enfoque de contabilidad generacional y qué ventajas ofrece frente a los indicadores fiscales tradicionales?

—La contabilidad generacional y la contabilidad de la brecha fiscal, que precede a la contabilidad generacional, miran el panorama completo y registran todo en los libros. Independientemente del lenguaje, obtenés la imagen completa. Básicamente observamos todo el recorrido futuro del gobierno de gastos, desembolsos, y todos sus ingresos futuros. Y te preguntas: ¿se equilibran en valor actual? ¿Está el gobierno en una trayectoria sostenible a lo largo del tiempo? No es a corto plazo, sino un cálculo a lo largo del tiempo. Y la pregunta sobre la generación, eso es contabilidad de la brecha fiscal. La contabilidad generacional se pregunta: si tienes un déficit fiscal, ¿qué pasaría si las personas que nacen este año y en el futuro pagan para compensar la diferencia? ¿Podrán permitírselo? ¿Será más que sus ingresos futuros? En Estados Unidos tenemos una situación de déficit fiscal muy grande. En realidad, es de alrededor del 7,6% del PBI a partir de hoy. Esa es la magnitud, que si lo dejamos para que lo paguen las generaciones futuras, tendremos que gravarles con más del 100% de lo que ganan.

—¿Cómo pueden los gobiernos hacer visible para los ciudadanos el costo que sus políticas actuales trasladan a las generaciones futuras?

—Analizando la brecha fiscal y la contabilidad generacional para cada ley fiscal importante, cada política, se pregunta de inmediato, esto les va a costar dinero a nuestros hijos, nietos y bisnietos, así que ellos tendrán que pagarlo. ¿Deberíamos pagarlo nosotros o mejor dejarlo para nuestros hijos? Es evidente quién paga lo que gasta el Gobierno.

—En la Argentina, economistas como Domingo Cavallo han citado su teoría de contabilidad generacional para afirmar que el país padece una injusticia intergeneracional estructural, donde el Estado gasta hoy lo que deberán pagar los jóvenes mañana. ¿Le preocupa que su enfoque se use para justificar políticas de austeridad antes que como una herramienta ética de equidad entre generaciones?

—Estoy totalmente de acuerdo con Domingo, es un amigo de toda la vida, nos conocimos en el posgrado. Es un economista brillante. La Argentina tiene mucha suerte de contar con él. La historia de la política fiscal de la posguerra en muchos países, incluida la Argentina, pero sin duda en Estados Unidos, es una historia de políticas de gasto fácil, de quitar a los jóvenes para darles a los mayores. Los mayores pueden gastarlo en un estilo de vida más alto. Quizá puedan expropiar a sus hijos. Esto puede continuar durante un tiempo, pero luego terminará porque no hay suficientes jóvenes ingresando al mercado, y los que sí lo hacen no ganan lo suficiente como para cubrir todas estas obligaciones y promesas que en gran medida se han mantenido fuera de los balances oficiales. Esta es la única manera de lograr la sostenibilidad y solvencia fiscal adecuada. Esto es lo que dice la teoría económica que hay que hacer. La contabilidad del déficit es solo un juego de engaños de los gobiernos para ocultar la verdad. Su verdadera política es beneficiar a los votantes actuales, y dejar la factura a sus hijos.

“Argentina debe arreglar su sistema bancario para que nunca haya preocupaciones sobre su quiebra.”

—¿Existen países que hayan logrado incorporar con éxito una visión intergeneracional en su política fiscal? Y ¿qué características institucionales o económicas son necesarias para que esa mirada pueda aplicarse de manera efectiva?

—Hemos realizado un cálculo del déficit fiscal de cincuenta países. La Unión Europea realiza la contabilidad de la brecha fiscal cada tres años para los 27 miembros de la Unión Europea. Calculamos la brecha fiscal de Noruega en los años 90. Comenzaron a preservar parte de su petróleo del Mar del Norte para la próxima generación. Ese fondo de pensiones que tiene Noruega, que es un enorme fondo soberano, se debe en gran parte al desarrollo de la brecha fiscal y la contabilidad generacional. Les mostrábamos que, aunque su déficit declarado era negativo, estaban consumiendo esta riqueza a un ritmo muy rápido y no dejarían nada más que facturas a sus hijos. Así que cambiaron su política. Australia, Nueva Zelanda, Canadá, todos estos países se han estado preocupando por sus hijos. Parece que hay algunos países que se preocupan por la próxima generación y otros que no. A mi país no parece importarle la próxima generación, tal vez porque somos demasiado heterogéneos, tal vez hay demasiadas diferencias. Se supone que somos un crisol de culturas. Este crisol no se ha fusionado.

—Después de la pandemia, los gobiernos del mundo incrementaron fuertemente su nivel de endeudamiento para sostener la actividad y los sistemas de salud. Desde su perspectiva, ¿ese proceso marcó un punto de inflexión en la sostenibilidad fiscal global? ¿Cree que estamos entrando en una era de sobreendeudamiento estructural que traslada un problema ético y financiero a las próximas generaciones?

—Sí, hay muchos países. Algunos países son fiscalmente solventes y sus generaciones futuras enfrentarán la misma carga tributaria a lo largo de la vida, descontando los beneficios como parte de sus ingresos, que la que enfrentan las generaciones actuales. Pero en nuestro país, y en otros, no lo sé con certeza en el caso de Argentina, tenemos que hacer el análisis. Pero sin duda, hay un gran problema fiscal. Y mi país está en bancarrota, fiscalmente hablando.

Larry Kotlikoff, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
REFORMAS ESTRUCTURALES: “La Argentina va por buen camino, pero tiene que recorrer todo el trayecto, que implica reformas fundamentales mucho más radicales, que todos en este país deberían apoyar”. (FOTO PABLO CUARTEROLO)

—Aplicando hoy su propio método a Estados Unidos, entonces la economía más poderosa del mundo está efectivamente en bancarrota.

—Porque todas las obligaciones, no solo las que son obligaciones oficiales de los intereses en principio sobre la deuda oficial, sino también pagar las prestaciones de pensiones de la Seguridad Social, estatales, las prestaciones sanitarias, Medicare, que es la asistencia sanitaria que paga el gobierno federal, Medicaid, que se destina principalmente a las personas mayores pobres. Eso, más el gasto en defensa, el gasto en el almuerzo del presidente, sus viajes por el país y por el mundo, todas estas obligaciones no se asientan en los libros. Luego, tenemos que combinar todas las obligaciones, las oficiales y las no oficiales. Si observamos la trayectoria completa proyectada por la Oficina Presupuestaria del Congreso, hay una enorme diferencia en el valor actual. Y, como he dicho, esto corresponde al 7,66% del PBI. Tendríamos que aumentar los impuestos de forma inmediata y permanente en torno a un 25%, o recortar el gasto en un 25% para equilibrar las cuentas. Tenemos un problema terrible que nadie está abordando porque los políticos no quieren saber nada del tema. La Oficina Presupuestaria del Congreso podría estar haciendo contabilidad de la brecha fiscal. Optaron por no hacerlo. Presiono a todos los directores de esa oficina año tras año para que calcule la brecha fiscal de Estados Unidos. No sucede.

—Si el déficit no está bien definido económicamente y lo que los gobiernos miden como déficit depende del lenguaje con que denominan ingresos y gastos públicos, por ejemplo, si un ingreso se llama “impuesto”, reduce el déficit declarado, y si se llama “préstamo”, lo aumenta, ¿ocurre algo similar con el llamado “no déficit cuasifiscal” argentino al capitalizar los intereses de la deuda?

—La Argentina ha estado jugando un juego de lenguaje, de cambiar palabras, en un momento adoptaron la reforma de pensiones chilena. Y eso cambió una obligación no oficial en una obligación oficial. Y luego llega otro gobierno y vuelve a cambiarlo, regresando a la formulación original.

—No me refería a la cuestión previsonal sino a que cada vez que el Estado renueva deuda en pesos capitaliza los intereses como nueva deuda y no se incluye en el déficit actual.

—Entonces, lo que diría es esto, que cada país tiene su contabilidad y la mayoría de los países lo están haciendo mal, según lo que dice la economía. Solo hay una forma de hacerlo correctamente, que es tomar todos los pagos y todos los ingresos y compararlos en valor actual. Es muy sencillo. No importa cómo se llame. No importa si se llama pago de intereses o pago de capital. Solo hay que tomar todo el flujo. Y tenemos que hacer esto por la Argentina. Es necesario. Se ha hecho por otros países. El Salvador ha calculado la brecha de déficit fiscal. Y quien financió el estudio fue Unicef.

—Para Rudolf Carnap, la filosofía era “un análisis lógico del lenguaje”, y toda filosofía se constituye cuando logra crear un lenguaje propio con significados intraducibles. ¿Cuánto del lenguaje de la política afecta al lenguaje económico, y viceversa?

—Los políticos usan el lenguaje para disfrazar lo que realmente sucede. Pero tenemos algo llamado ciencia económica. Tenemos matemáticas de economía. Y se puede ver que las matemáticas no nos dicen qué palabras utilizar para describir la política. Así que no importa cómo se hable de las ecuaciones. Si describes lo que realmente sucede en términos fundamentales, se puede ver cuánto se está beneficiando a unas personas y cuánto se perjudica a otras con determinadas políticas. Al igual que en la física, están la distancia y el tiempo, estos conceptos se consideraban bien definidos hasta que llegó Einstein y demostró teóricamente que no están bien definidos en física. Distancia y tiempo en este momento dependen de tu idioma, marco de referencia, la velocidad a la que esta viaja por el espacio y en qué dirección. Ahora, eso era difícil de demostrar a todo el mundo. Y por eso Einstein era Einstein. Pero este punto sobre que los déficit no están bien definidos es simple, un niño podría entenderlo, incluso un presidente podría entenderlo.

“Las reformas institucionales deben realizarse para que el éxito de Milei sea permanente.”

—Si los significantes siempre son polisémicos y crear nuevos significantes es clave para construir una narrativa, ¿cuánto hay en los líderes de la nueva derecha mundial de mero juego de lenguaje más que de transformación material?

—En ninguno de los dos partidos en Estados Unidos, tengo que hablar de mi país porque no conozco muy bien la política de la Argentina, pero nadie en el Congreso ni en la administración está haciendo un análisis económico sensato; mirando el panorama completo, diciendo: “Necesitamos analizar la brecha fiscal y sus efectos generacionales para ajustar la política”. Estamos yendo directo hacia el abismo. Tenemos informes de que nuestro sistema de seguridad social se quedará sin dinero en unos ocho años, así que hay muchas señales de advertencia. Nuestra deuda ya ha sido degradada por las agencias de calificación. La gente tiene la sensación de que hay un problema, pero básicamente lo están ignorando y dejando que sea el próximo gobierno el que lidie con el problema. Se centran en las próximas elecciones, no en la próxima generación.

—En un contexto de inflación global y deuda creciente, ¿qué tipo de políticas considera más adecuadas para preservar la estabilidad macroeconómica?

—El país tiene que tener una trayectoria de ingresos que pueda cubrir la de los gastos, y esa es la verdadera pregunta para la Argentina. Si hacemos este análisis, si el Gobierno lo hace, entonces quedará muy claro cuánto hay que recortar en términos de gasto y cuántos impuestos hay que subir para que todo esto funcione. Los gobiernos como el de ustedes no deben ser juzgados por los déficit a corto plazo, porque puede haber efectos a corto plazo, pero de nuevo, esta medida no está bien definida, y la política subyacente podría ser una que genere un mayor crecimiento en el futuro. Y ese es el camino que está siguiendo actualmente la Argentina, ahora está intentando pasar de un siglo de malas políticas económicas, políticas terribles que han llevado al declive. Tenían un 85% de nuestro PBI per cápita hace un siglo. Ahora están en el 14% de nuestro PBI per cápita. Eso es un siglo de malas políticas. Va a llevar un tiempo dar vuelta a esa situación. Y no debe detenerse basándose en indicadores engañosos. Debemos pensar en la trayectoria a largo plazo y si los ingresos futuros pueden cubrir los gastos. Lo que podría parecer una brecha de corto plazo.

—¿Qué riesgos ve en la política de tasas altas de la Reserva Federal, más allá de que ahora comiencen a reducirse, para los países endeudados y con monedas frágiles, como la Argentina?

—La Argentina está siendo juzgada por lo que ocurre hoy, por lo que ocurre mañana, por el muy corto plazo. Esa no es una forma útil de pensar en la capacidad de un país para pagar sus obligaciones. Tienen un gobierno que entiende algo de economía, un presidente que realmente se toma en serio la economía, que entiende que este país necesita una reforma fundamental. Lo tienen en el presidente Milei, está haciendo enormes progresos. Hay que darle tiempo. Las elecciones solo demuestran que la gente está dispuesta a darle tiempo. Esto es un problema. Es un agujero que cien años de políticos argentinos han cavado para este país. Se necesitarán décadas para salir de ahí. Pero la Argentina, si adopta políticas económicas sensatas, puede volver a unirse a las naciones líderes. No hay razón para que no lo haga.

—Durante la década de 1990, el entonces ministro Domingo Cavallo impulsó en la Argentina un programa de convertibilidad que buscaba estabilizar la economía mediante un tipo de cambio fijo y una disciplina fiscal estricta. ¿Cómo evalúa esa experiencia desde una perspectiva macroeconómica e institucional? ¿Por qué considera que terminó en una crisis profunda en 2001? Y ¿cree que la rigidez del modelo fue su mayor fortaleza o su principal debilidad?

—La vinculación del dólar al peso que el ministro Cavallo introdujo hizo que la economía funcionara muy bien. El sistema bancario argentino, como los sistemas bancarios en todo el mundo, es muy frágil. Es susceptible a un pánico financiero y a una corrida, y cualquier cosa puede desencadenarlo. Por eso propongo cambiar el sistema bancario de manera fundamental, para que los bancos no se encuentren en una posición en la que puedan quebrar. En este momento, piden dinero prestado con la promesa de devolverlo y luego lo invierten en proyectos riesgosos, pueden ser proyectos geniales. Pero si la gente entra en pánico y se produce una corrida el juego se acaba. El Gobierno tiene que imprimir pesos, y tenemos hiperinflación, esta es la historia de la Argentina durante un siglo, también de Estados Unidos. Pero hay una solución, se llama banca de propósito limitado.

“Lo que ocurre en Estados Unidos es un giro hacia el autoritarismo, hacia la dictadura.”

—¿Qué enseñanzas deja la experiencia argentina para el debate global sobre dolarización, credibilidad monetaria y sostenibilidad fiscal?

—La Argentina demostró que tener una moneda estable es muy importante para la credibilidad. Pero eso no fue suficiente, hay otras cosas importantes. Fijar el dólar al peso, o simplemente si pensamos en la dolarización, ambas cosas son muy importantes. Una u otra, o incluso una política de simplemente dejar flotar la moneda, pero teniendo mucho cuidado con la cantidad de pesos que se imprimen. Eso es importante, pero hay que tener dos cosas fundamentales. Una es un sistema bancario que nunca pueda fallar. Así no hay que imprimir pesos para rescatar al sistema bancario. Y también hay que tener una política fiscal que se pueda pagar por sí misma. Porque cualquiera de esas dos cosas, si no se tiene ninguna de ellas, puede provocar una crisis en la que el Gobierno tenga que imprimir muchos pesos y provoque hiperinflación. Por lo tanto, el requisito fundamental para mantener el éxito de la política económica de Milei es una reforma bancaria básica para que los bancos se financien a sí mismos, sin pedir dinero prestado, vendiendo acciones, convirtiéndose en sociedades de inversión que captan fondos sobre una base de capital, no a base de deuda. Luego, si sus inversiones no salen bien, los accionistas cargan inmediatamente con el riesgo, con el costo. Y el Gobierno no se ve obligado a decir: “Vaya, vamos a tener que imprimir mucho dinero para salvar a los bancos porque estos pidieron préstamos y no pueden pagarlos a tiempo”. Ese sistema ha fallado aquí, en nuestro país y en otros países durante cien años. Necesitamos un nuevo sistema bancario y también que la Argentina tenga una reforma fiscal para que pueda pagar sus facturas a tiempo. Y todo el mundo puede reconocer el camino que está siguiendo. Luego, si necesita financiación a corto plazo del extranjero, eso llegará porque otros países o el FMI, el Banco Mundial, se darán cuenta de que este es un país con una política financiera y de pensiones sensata, porque es necesaria una reforma de pensiones y una política fiscal sensata. Todo eso funciona en conjunto.

—La dolarización de Ecuador, a diferencia de la experiencia argentina de los años 90, se ha mantenido durante más de dos décadas. Desde su perspectiva, ¿qué explica esa estabilidad relativa? Y ¿cree que un esquema de ese tipo sería viable y útil hoy en la Argentina, como propuso el presidente Javier Milei durante su campaña?

—Ecuador aprovechó un momento muy oportuno para dolarizar. Tenían pocas reservas, pero su moneda, el sucre, estaba muy subvalorada, por lo que era financieramente viable para Ecuador dolarizar. Será financieramente viable para la Argentina dolarizar si esa es la dirección que quiere tomar, y sería una buena medida. Estoy de acuerdo con Milei en que es un buen objetivo, pero llevará tiempo. Habrá que arreglar el sistema bancario. Será necesario arreglar el sistema fiscal, incorporar al sector informal dentro del sector formal, lograr que todos aporten una cantidad razonable de impuestos y eso requiere evitar que un grupo pequeño pague impuestos muy altos mientras el resto intenta evadirlos. Necesitamos que todos paguen impuestos razonables para que tengan incentivos para trabajar y ahorrar. Se puede lograr.

“Una reforma tributaria sensata debe garantizar una renta básica de modo que nadie sea pobre.”

—¿Puede existir estabilidad macroeconómica sin confianza institucional? ¿Qué condiciones considera indispensables para construirla en economías con alta volatilidad política?

—No, ningún país que no cuente con buenas instituciones puede progresar. La Argentina debe arreglar su sistema bancario para que nunca haya preocupaciones sobre su quiebra. Tiene que arreglar su sistema fiscal para que nunca haya preocupación por el incumplimiento de las obligaciones del Gobierno, se consideren oficiales o no. Esas reformas institucionales deben realizarse y harán que el éxito del presidente Milei sea permanente. Tenemos que dar un giro radical en la Argentina, para que no sea solo una situación temporal, otra situación en la que un buen gobierno arregló el país por un tiempo y luego volvió a tomar el camino equivocado. Hay soluciones, va por buen camino, pero tiene que recorrer todo el trayecto, que implica reformas fundamentales mucho más radicales, que todos en este país deberían apoyar. No es liberal ni conservador. No es de izquierda ni de derecha. Es solo sentido común. No queremos destruir el futuro de nuestros hijos. Ningún país debería hacerlo.

—En América Latina se multiplican los programas económicos inspirados en ideas libertarias o ultraliberales. ¿Cómo interpreta este giro ideológico y qué riesgos o virtudes le atribuye?

—No veo lo que está pasando en Estados Unidos como un giro hacia al libertarismo. Lo veo como un giro hacia el autoritarismo, hacia la dictadura, eso es lo que está sucediendo en general. Hay movimientos en todos los países europeos en esa dirección. Ya tuvimos suficiente antes de la Segunda Guerra Mundial. No queremos volver a eso en ninguna parte del mundo. Necesitamos democracia y libertad en todas sus formas, respeto por los derechos individuales. Pero también una buena economía, una que no es de izquierda ni de derecha. Es de centro. Está justo ahí, en el medio. Y se trata de lo fundamental. ¿Están diseñando su sistema bancario para que colapse mañana? ¿Están diseñando su sistema fiscal para que colapse? ¿Estás creando un sistema de pensiones que roba a tus hijos, nietos y bisnietos? ¿Estás haciendo o actuando como muchos otros países? Hay países que realmente lo están haciendo bien. Singapur tenía el 5% del PBI per cápita de Estados Unidos en 1950. Hoy en día, su PBI per cápita es un 20% superior al nuestro. Si se aplican políticas adecuadas a lo largo del tiempo, manteniéndolas, llegarás a tu objetivo.

—En economías con alta informalidad y desigualdad estructural, el equilibrio entre estabilidad fiscal y justicia social es especialmente delicado. ¿Qué tipo de políticas podrían permitir reducir el déficit sin profundizar la exclusión ni debilitar la cohesión social?

—Una reforma tributaria sensata debería reconocer que debe existir un beneficio básico para todos, de modo que nadie sea pobre. Entiendo que el presidente Milei ha dado pasos en esa dirección para reducir la tasa de pobreza. No estoy aquí para defender a Milei, pero es lo que me han dicho, y no por personas que pertenecen a su partido. Se necesita una redistribución de los ricos a los pobres dentro de cada generación. Tenemos que preocuparnos por la equidad intrageneracional, pero también por la equidad intergeneracional. Tenemos que ver ambas imágenes y debemos contar con políticas que sean justas en ambas direcciones.

—¿Qué papel deberían jugar los bancos centrales en el equilibrio entre estabilidad de precios y crecimiento económico sostenible?

—Un buen banco central no tendría nada que hacer, no necesitaría imprimir dinero para pagar las facturas y los gastos del gobierno. Manipular la tasa de interés no es realmente necesario para una economía pequeña y abierta como la argentina, donde las tasas de interés se fijan desde el extranjero. Un buen banco central estaría haciendo contabilidad de brecha fiscal para advertirle al Gobierno que su trabajo no es imprimir dinero. Su trabajo es asegurarse de que el sistema tributario funcione y no gastar mucho dinero para que no tengamos que venir a rescatarlos. Haz tu trabajo y nosotros comprobaremos que lo estás haciendo, eso es lo que debería hacer un banco central. Y la contabilidad de la brecha fiscal para el resto del Gobierno.

—Usted ha advertido sobre las trampas del sistema financiero y fiscal contemporáneo, donde la complejidad y la opacidad terminan afectando a los ciudadanos comunes. ¿Cuáles considera las mayores distorsiones o engaños del sistema actual y qué reformas serían necesarias para hacerlo más transparente y equitativo?

—Tomemos a Estados Unidos, que es el país que mejor conozco. Tenemos 500 programas fiscales diferentes. Tal vez crean que la Argentina tiene un conjunto de reglas complejo. Nuestro país, debido a que hay 50 estados, más Washington, 51 veces Medicaid, 51 veces cupones de alimentos, 51 veces asistencia para vivienda. y luego tenemos los programas federales. Son tantos estos programas que, si los combinas y los analizas de manera integral, se ve que estamos diciendo a los pobres: les daremos estas prestaciones, pero si ganan demasiado dinero, que es ingreso por activos más ingreso laboral, o si se tiene demasiados activos, les vamos a quitar estas prestaciones. Así, condenamos a los pobres de nuestro país, generación tras generación a quedar atrapados en la pobreza, sin saberlo, porque tenemos políticos que no ven el panorama completo. Ahora tenemos la tecnología, he estado trabajando en esto con mis colegas, y encontramos que alrededor del 30% de los trabajadores estadounidenses con salarios bajos enfrentan tasas impositivas marginales superiores al 50%. Necesitamos una reforma fiscal en nuestro país que incentive a todos a trabajar. Entonces habrá más trabajo, ahorro e ingresos, y más capacidad para ayudar a los pobres, pero sin que queden excluidos del mercado laboral.

—Usted ha defendido la idea de una economía moralmente responsable, donde la justicia distributiva es parte esencial de la sostenibilidad social. En la Argentina, el presidente Javier Milei ha calificado la “justicia social” como una forma de “robo legalizado”. ¿Cómo responde a esa visión y qué lugar cree que debe tener la equidad en el diseño de las políticas económicas modernas?

—Muchas malas políticas, mucho despojo, han ocurrido gracias al uso de ciertas palabras. Por eso creo que tenemos que alejarnos del lenguaje y mirar lo que realmente está ocurriendo. Observar cómo estamos tratando, dentro de una misma generación, por ejemplo, si miramos a los de 40 años, los de 30 y los de 20, a cada grupo etario, cómo tratamos a los pobres y a los ricos en términos de su capacidad para gastar, para consumir a lo largo de su vida. Esa es la forma en que la economía propone analizar la desigualdad dentro de cada generación. Y luego, respecto de las generaciones futuras, debemos preguntarnos qué parte de su ingreso laboral de toda la vida estará gravada y con qué tasa impositiva deberán cargar. ¿Es superior al 100%, lo cual no es viable? ¿Y cómo se compara eso con la tasa impositiva de por vida de las personas como las de mi generación? Ese es el tipo de análisis que debemos hacer. Hagamos el análisis correcto y luego que la gente opine, de lo contrario, estaremos teniendo conversaciones sin sentido. No estamos viendo realmente los hechos.

Larry Kotlikoff, en Periodismo Puro con Jorge Fontevecchia.
POLÍTICA ECONÓMICA Y MACROECONOMÍA.
“El trabajo de un Banco Central es asegurarse de que el sistema tributario funcione y no gastar mucho dinero para que no tengamos que venir a rescatarlos”. (FOTO PABLO CUARTEROLO)

—Profesor, usted ha argumentado que la contabilidad es un lenguaje, que se puede comparar la relatividad del lenguaje fiscal con la teoría de la relatividad de Einstein y si ni el tiempo ni la distancia son absolutos sino que dependen del marco de referencia. ¿Es distinto el concepto de déficit para un país como Estados Unidos, que emite la moneda de reserva global, que para economías periféricas como la argentina?

—El hecho de que el dólar sea la moneda internacional por excelencia ayuda a Estados Unidos. El país obtiene un ingreso adicional, porque gente de distintos países usa el dólar. Pero, al mismo tiempo, Estados Unidos también ha intentado, al menos antes de Trump, actuar como una especie de policía global, ofreciendo bienes públicos internacionales, como la defensa y la difusión de la democracia. Sin embargo, no estoy seguro de que la administración actual esté enfocada en ese objetivo; no he escuchado al presidente Trump plantearlo como una prioridad. Sé que a algunas personas les gusta lo que está haciendo y, al fin y al cabo, también está diciendo muchas palabras y deberíamos ver lo que realmente está haciendo. Algunas de las cosas que está haciendo, en mi opinión, son muy buenas, pero otras cosas son realmente terribles, y muy racista y mezquino. También está socavando una de nuestras grandes fortalezas, que es el sistema universitario, está atacando a las universidades, es difícil, es un antiintelectual. Tiene que dejar toda la retórica e intentar pensar con calma, ¿para qué está aquí? No va a estar aquí para siempre. ¿Va a dejar un legado de autócrata que ha destruido gran parte de lo que todo el mundo ama de nuestro país y que ha hecho a Estados Unidos exitoso? ¿O va a cambiar de rumbo en este momento y reparar el daño que ya ha causado en tan poco tiempo?

—Así como el tiempo y el espacio pueden medirse de múltiples maneras, usted sostiene que el déficit y las métricas fiscales convencionales carecen de significado económico en sí mismas. ¿Cuál es, entonces, el valor real de los llamados “éxitos” o “fracasos” macroeconómicos de los planes de ajuste que se evalúan en función de esos déficits?

—La forma en que podemos medir una política fiscal exitosa, no quiero usar la palabra déficit porque no sé lo que significa. Literalmente. Ningún economista sabe lo que significa. Nadie lo sabe. Es solo una elección de lenguaje. No es un indicador significativo. El éxito de un país se mide por cuán rápido mejoran sus niveles de vida a lo largo del tiempo. ¿Está elevando el nivel de vida? ¿Es un fenómeno generalizado, de modo que los pobres, los trabajadores con salarios bajos y los trabajadores con salarios altos se beneficien del crecimiento de la sociedad ? ¿Está el país tratando a sus generaciones futuras de manera justa? ¿Es sostenible la política que está aplicando? ¿O se dirige hacia una colisión por un precipicio, poniendo al país en una situación terrible? Hay formas de medir el progreso maduras y responsables. Solo tenemos que medirla y analizarla. Y luego también hay políticas que los economistas han ideado que producen instituciones mucho mejores que otras políticas. Hay buenas y malas soluciones institucionales. Lo único que hay que hacer es seguir lo que indica la economía.

“Se necesita una redistribución de los ricos a los pobres dentro de cada generación.”

—Luca Pacioli, creador de la partida doble, entendía la contabilidad como una forma de orden y proporcionalidad. ¿Qué diría hoy sobre la contabilidad pública como “lenguaje” para describir, o encubrir, la realidad fiscal de los Estados?

—Diría que la contabilidad de la brecha fiscal es parte de entender si un país puede sostener su nivel de gasto. En última instancia, si el gobierno no puede cubrir sus obligaciones, entonces el país está intentando consumir más de lo que tiene. Esa es la parte del pasivo de la contabilidad doble. Sus recursos son su riqueza, la riqueza nacional, más su capital humano, el valor actual de todos los ingresos laborales futuros desde ahora hacia delante. Ese sería el análisis basado en el sistema de doble entrada contable que él tendría en cuenta. Y en nuestro país, al menos, las cuentas del gobierno no están equilibradas. Estamos gastando a lo largo del tiempo más de lo que podemos permitirnos. Me refiero al consumo. Estamos tratando de consumir más de lo que podemos permitirnos.

—Sé que usted considera muy acertada la política del presidente Milei, pero mi pregunta es si son Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, maestros en el arte de etiquetar conceptos económicos y vender una imagen desproporcionada de la realidad.

—Bueno, no he estado en la Argentina. Independientemente del lenguaje que utilice cualquier grupo político, incluidos el presidente Milei, su partido y sus seguidores, hay que fijarse en lo que está pasando, en cuál es la política real. Y hay que fijarse, por ejemplo, en lo que ha sucedido con el crecimiento. Obviamente, han atravesado una recesión, pero la inflación está bajando. Esos son indicadores muy buenos. Cuenta con el apoyo de Estados Unidos respaldando a esta administración. Entonces, más allá de si uno está de acuerdo o no con todo lo que dice el presidente Milei, y más allá de si a uno le cae bien o no, lo importante es que el país no esté en hiperinflación y que el crecimiento económico sea positivo. Pero de nuevo, es necesario consolidarlo mediante reformas radicales, profundas y sostenibles, del sistema bancario, del tributario, en la incorporación del sector informal al formal, del sistema previsional. Solo así el rumbo de la política económica podrá sobrevivir a la presidencia de Milei. Su mandato no es eterno. El de nadie lo es. Tal vez sea presidente durante seis años más o lo que sea. Tal vez vuelva de nuevo. No sé cómo funciona en la Argentina. Lo que nos importa es que dentro de cien años, la Argentina esté mucho mejor en comparación con el resto del mundo de lo que está hoy.

—¿Qué similitudes encuentra entre Donald Trump y Javier Milei en su discurso económico y moral?

—Veo a Trump involucrado en muchos comportamientos y declaraciones racistas. Y no creo que esa sea la agenda del presidente Milei. El presidente Trump ataca a los intelectuales, a la universidad, persigue a sus rivales políticos y socava el Estado de derecho. No veo nada de eso en Milei. Independientemente de si lleva consigo una motosierra y tenga una personalidad extravagante. Hay que dejar que sea extravagante. Fundamentalmente, está hablando de cosas que deben suceder. Necesita estabilidad de precios y tener solvencia fiscal Pero también otras cosas. Es necesaria una reforma fundamental de las pensiones, una reforma bancaria para que los bancos no funcionen en base a la confianza sino sobre transparencia, que todos puedan ver qué tienen y qué riesgos asumen. Están aceptando dinero en base a capital y gestionando fondos de inversión, no los negocios de siempre.

—¿Por qué eligió como lema de su campaña contra Donald Trump en 2016 la frase “You’re hired” (usted está contratado), opuesta al “You’re fired” del programa de televisión “El aprendiz”, de Trump?

—En 2016, cuando me presenté a la presidencia como candidato independiente, lo hice no porque pensara que iba a ganar o tuviera alguna posibilidad real, sino porque quería escribir un programa que explicara al público lo que los economistas creen que deberíamos hacer para arreglar nuestro sistema de salud, todos los diferentes problemas, el sistema tributario, bancario, lo que sea, y hacerlo muy breve, una solución como de ocho puntos para cada problema. Y eso es lo que hice. Así que, tan pronto como terminaron las elecciones, reuní todo lo de la plataforma en este libro. Está en kotlikoff.net y se titula Estás contratado, pensé que era un buen título porque en 2016 elegimos a un nuevo presidente que había escrito un libro titulado Estás despedido. Despedir gente es fácil, contratar gente es difícil. Y eso es lo que realmente estamos tratando de hacer. Queremos estar aquí para ayudar, no para dominar a las personas. Y despedir a alguien es un acto de dominación. Eso no es lo que representa nuestro país.

“Trump está socavando una de nuestras grandes fortalezas, que es el sistema universitario.”

—¿Cuál es su relación con la Argentina y con el exministro Domingo Cavallo?

—Estuve en la escuela de posgrado con Domingo Cavallo en Harvard y junto con Sebastián Piñera, el expresidente de Chile, ahora fallecido, éramos todos muy buenos amigos. Hemos sido muy buenos amigos desde entonces, durante más de cincuenta años. Y hemos estado conversando sobre política argentina, la política chilena y la política estadounidense todo este tiempo, y hemos estado comparando notas. He regresado a la Argentina en múltiples ocasiones, y a Chile. Visité a Domingo cuando era ministro de Economía. Lo visité en la cárcel cuando fue acusado falsamente y encarcelado tras la crisis de 2002. Y, de hecho, ayudé con otros economistas a sacarlo de la cárcel poniendo un anuncio en The New York Times que fue firmado por los economistas más destacados, como Paul Volcker o Stan Fisher. Una gran cantidad de personas, un anuncio de media página, diciendo que era una maniobra política y no debía ser encarcelado por intentar ayudar al país. En fin, tenemos mucha historia en común y una amistad muy profunda.

—¿Escuchó hablar de Axel Kicillof, exministro de Economía y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires? Y de ser así, ¿qué opinión le merece su enfoque económico?

—No conozco el programa de Axel, pero en realidad no hay dos caminos diferentes que tomar, uno de izquierda y otro de derecha. Solo hay un camino correcto para arreglar el sistema de pensiones, una sola forma correcta de arreglar el sistema bancario y fiscal, y lograr la justicia y la equidad. No hay una agenda socialista y una agenda libertaria. Hay una agenda económica. Y eso es lo que escucho. Lo más importante que escucho del presidente Milei es que se centra en la economía, que es una ciencia. Si se está tratando de hacer frente a una enfermedad como el covid, acudirías a los expertos, a médicos, a científicos, biólogos y desarrollarías una vacuna. Bueno, aquí tenemos problemas económicos. Acudamos a los economistas para resolverlos, no a alguna filosofía política o ideología. La ideología no va a ayudar a la Argentina. Han tenido un siglo de ideología y ha fallado a este país década tras década. Alejémonos de la ideología.

“El éxito de un país se mide por cuán rápido mejoran sus niveles de vida a lo largo del tiempo.”

—Usted ha descrito el sistema impositivo estadounidense como “ineficiente e injusto”. ¿Cuáles serían, en su opinión, los principios de un sistema tributario que logre ser más simple, progresivo y eficiente a la vez?

—En el caso de Estados Unidos, recomendaría que pasemos a un sistema fiscal simple con un beneficio básico. Una idea sería el impuesto negativo sobre la renta que propusieron tanto Milton Friedman, de derecha, y James Tobin, de izquierda, ambos propusieron que todos reciban una renta básica y luego todos enfrenten una tasa impositiva fija por cada dólar que ganan. Y esa tasa impositiva no es muy alta. Es un ejemplo. Y esa tasa impositiva negativa y la prestación básica serían específicos para tu situación demográfica. Si eres madre soltera con hijos, tendrías un beneficio básico diferente que tener en cuenta, ya que hay más hijos que cuidar, por lo tanto, su tasa impositiva podría ser diferente a la de alguien casada con hijos o casada sin hijos o soltera sin hijos. Cuatro impuestos negativos básicos sobre la renta en nuestro país solucionarían una gran cantidad de problemas de nuestro sistema fiscal y también generarían más ingresos.

“La contabilidad de la brecha fiscal permite saber si un país puede sostener su nivel de gasto.”

—Los impuestos al patrimonio y a la herencia suelen ser muy discutidos: algunos los ven como un instrumento de equidad intergeneracional, otros como un desincentivo al ahorro. ¿Qué lugar deberían tener en una reforma tributaria moderna?

—Deberíamos tener un impuesto sobre la herencia. En lugar de gravar la cantidad dejada, un impuesto sobre lo que se recibe, porque eso da a la persona que deja el dinero un incentivo para repartirlo entre sus hijos y otras personas. La concentración de la riqueza en nuestro país se ha vuelto terrible. Tenemos a alguien como Elon Musk, una sola persona con más riqueza que el 52% de los estadounidenses, eso es un problema. Afortunadamente, solo puede consumir una parte. Entonces, cómo deja el dinero y cómo sigue concentrándose y luego se utiliza de manera política para... Ya saben, le gustaría utilizar su riqueza para dirigir el país. Y, también Donald Trump quiere utilizar su riqueza y obtener más a través del sistema político. Tenemos a estos multimillonarios que piensan que, por haber tenido suerte y haber ganado dinero o haberlo heredado de sus padres, en el caso de Trump, deberían tener más voz en la forma en que se gobierna el país. Eso no es Estados Unidos. El impuesto sobre sucesiones es parte de un sistema fiscal justo, que deberíamos adoptar. Lo propuse cuando fui candidato presidencial.

“Lo importante es que el país no esté en hiperinflación y que el crecimiento económico sea positivo.”

—En América Latina, los sistemas de jubilación están en crisis, y en muchos países europeos el estado de bienestar enfrenta tensiones similares por el envejecimiento poblacional y el aumento del gasto social. ¿Qué modelo considera más sostenible en el largo plazo para garantizar pensiones adecuadas sin comprometer la estabilidad fiscal?

—Propondría que la Argentina pague todo lo que está obligada a pagar en virtud del sistema actual, pero no incurra en obligaciones adicionales. Ir cerrando gradualmente el sistema previsional actual, pagar lo que ya se debe, pero no incurrir en pasivos ni obligaciones adicionales. Entonces, tienes esta trayectoria de pagos de prestaciones a lo largo del tiempo que va a ir disminuyendo a cero. Y luego puedes reducir la tasa impositiva sobre la nómina quizás del 27%, combinado entre empleador y empleado, al 20% y luego hacer que disminuya gradualmente. Al mismo tiempo, todos los trabajadores contribuyen a lo que llamo el sistema de cuentas de seguridad personal. Esto es lo que propuse para Estados Unidos, que todos aportan el 10% de su salario en una cuenta personal y se divide al 50% entre los cónyuges, y el gobierno hace aportes en nombre de los pobres, los discapacitados y los desempleados, logrando solidaridad social y equidad. Y luego todo se invierte en el mercado financiero global. Acciones, bonos, fondos inmobiliarios fuera de la Argentina. Cuanto más dinero invierta la Argentina fuera del país, más dinero entrará. Así, todos obtendrían la misma tasa de rendimiento. El Gobierno garantizaría que, al llegar a la edad de jubilación, recuperarías al menos lo que invertiste, ajustado a la inflación. Y la recompensa en la jubilación se recibiría en forma de pensión indexada por la inflación. Estarías invirtiendo en el mercado mundial y en el mercado financiero, obteniendo lo que históricamente ha sido un muy buen rendimiento medio. Ahora pasas de un sistema que está en bancarrota, sin financiación, muy infrafinanciado, estoy seguro, si miramos las cifras, a uno que está totalmente financiado, pasamos de la Argentina a Noruega, de la Argentina a Singapur.

Producción: Sol Bacigalupo.