PERIODISMO PURO
ALFREDO CORNEJO

"Las apariciones de Macri fundamentan el fanatismo y la legitimidad del kirchnerismo"

Es uno de los líderes de la oposición que escucharon el mensaje de Eduardo Duhalde y está de acuerdo con la creación de un gobierno de coalición nacional ante la magnitud de la crisis. Considera que es la oportunidad para crear un capitalismo progresista y con consensos pero está seguro de que Cristina Kirchner se opondría. Y tiene dudas sobre la voluntad de Alberto Fernández de producir semejante transformación. Para él, las elecciones de medio término serán un momento institucional clave.

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“Si Alberto Fernández quisiera hacer un acuerdo con la oposición sobre reformas previsionales, laborales o impositivas, el kirchnerismo lo bloquearía”. | Pablo Cuarterolo

—¿No saludó a Mauricio Macri por el Día del Amigo.

—Conservo amigos de la vida, amigos que he ganado en política y amigos de las actividades académicas y deportivas. A ellos fue que los saludé. Me preguntaron por Macri en particular y no, no nos saludamos. Era la verdad. Es un título que no nos saludamos por el Día del Amigo, pero es absolutamente descontextualizado. No somos amigos, pero sí compartimos la coalición de gobierno. Y actualmente compartimos la coalición de oposición.

—Usted fue el más crítico cuando eran gobierno.

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—Así es.

—Le marcaba diferencias a Macri con mucha dureza. Él lo llamaba a veces enojado.

—Tuve una visión crítica en general sobre la estrategia política del gobierno y la circunscribo dentro de una mirada más estructural. La Argentina necesitaba en los tiempos de Macri un acuerdo gobierno-oposición sobre un modelo productivo, sobre los fundamentos de la economía. En la cultura populista que vive buena parte del mundo actualmente y de la cual la Argentina no es ajena, los acuerdos gobierno/oposición son claves para construir una economía razonable y sensata. Pactar el equilibrio fiscal, la circulación de la moneda, los aranceles externos, la política exterior y comercio exterior debería ser parte de esos grande acuerdos. Las democracias exitosas se dan con el acuerdo de oficialismo y oposición. Esa concertación no sucedió por errores propios de nuestro gobierno, del gobierno de Mauricio Macri, pero también porque tuvimos una oposición bloqueadora y muy salvaje: el kirchnerismo. El país antes de la pandemia necesitaba un gran acuerdo así. Y con posterioridad a la cuarentena, remedio de la pandemia en Argentina, vamos a necesitarlo aún más. Lo veo difícil, pero creo que vamos a tener que ir hacia ese lugar. Las críticas de entonces siguen vigentes hoy. No veo incoherencia en mi planteo, al contrario, Los incoherentes son los que eran chupamedias de Mauricio y hoy toman distancia. Fui crítico y lo que debatía es lo mismo, en términos estructurales, que planteo hoy. La coyuntura hizo cambiar muchas cosas. Algunas muy difíciles de procesar para el pensamiento tradicional del radicalismo, como el atropello a la Justicia, a la independencia de poderes y a la República. Son cosas que estamos viviendo incipientemente.

“En este momento, Mauricio Macri no fortalece a la coalición, aunque sí garantiza su unidad.”

—En 2019, cuando Macri era presidente, lo visitó en sus vacaciones de Villa La Angostura para insistirle en que no fuera candidato, que si persistía en la idea perdería la coalición gobernante.

—Así es.

—¿Para las elecciones de medio término de 2021 le recomendaría también que no sea candidato?

—La figura de Mauricio Macri debe estar en nuestra coalición y es una contribución. Nadie puede perderse la experiencia de alguien que fue presidente de la Nación en los últimos cuatro años. Es un activo que esté ahí. Pero sus apariciones fundamentan buena parte del fanatismo y de la legitimidad del kirchnerismo. Es probable que Mauricio no contribuya en este tiempo al fortalecimiento de la coalición, pero sí contribuye estando dentro de la misma y garantizando su unidad o comprometiendo su unidad. Esa sería la medida justa.

“Las democracias exitosas se dan con el acuerdo de oficialismo y oposición.”

—¿Hay paralelismo entre él y Cristina Kirchner?

—Lo que resume este tiempo es lo que dijo Alberto Fernández: “Con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”.

—¿Podríamos decir, análogamente, que “con Mauricio solo no alcanza, sin Mauricio no se puede”?

—Hay un paralelismo, en el sentido de que Macri debe colaborar con la coalición de oposición. Pero en lo que no lo hay, y existen diferencias sustanciales, es en que Macri no tiene ningún interés ni vocación por llevarse por delante la República y la independencia de poderes, y cambiar el Poder Judicial por jueces amigos. En eso no hay paralelismo. En ese sentido, Macri está en el lugar correcto. Es republicano y respetuoso de la Constitución: ahí no hay paralelismo. Es algo mucho más sustancial.

Alfredo Cornejo, titular del radicalismo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
“La salida pasa por fomentar la inversión y construir un capitalismo de riesgo con un sólido consenso político y social. Hay muchísima gente que siente que pone más de lo que saca en pos de la unidad nacional”. (Foto: Pablo Cuarterolo) 

—¿Cómo imagina el acuerdo entre oficialismo y oposición?

—El acuerdo está impedido por los errores del pasado, errores políticos del Poder Ejecutivo, de Mauricio Macri en particular. Macri quería ir ley por ley en el Congreso y no un programa definido y concreto acordado con la oposición. Un acuerdo con los gobernadores peronistas y probablemente con Sergio Massa. Fue un error, porque había que acordar un paquete completo de reformas estructurales de la economía que nos sacara de esa situación y que otorgara resultados económicos virtuosos y de éxito.

“La crisis social será de una magnitud inigualable, superior a la de 2001.”

—Quizá Macri no tenía ese plan.

—Es probable que no. Pero sí esbozaba reformas previsionales, laborales e impositivas.

—¿Es probable que Alberto Fernández tampoco lo tenga?

—Es muy probable. También hay un paralelismo. La Argentina necesita un buen gobierno y necesita una buena oposición. Durante el gobierno de Macri, tenía alrededor de setenta diputados, el primer bloque de oposición era el kirchnerismo. Y Agustín Rossi y Héctor Recalde, cada vez que conversaban con Emilio Monzó o con Mario Negri, planteaban que si se conseguía el quórum ellos bajarían a votar en contra. “No se preocupen por convencernos”, decían. Esa minoría es bloqueadora, porque si bien tenían alrededor de setenta diputados, influían sobre el resto del peronismo no kirchnerista, sobre el resto de los bloques a la hora del bloqueo de reformas. Esto pasaba porque los corrían por izquierda y los gobernadores y el resto del peronismo no se atrevía a pactar, o bien porque se entraba en una competencia al interior del peronismo acerca de quién es más opositor al gobierno. Había un bloqueo institucional en el Congreso, pero también había un bloqueo en la calle. La reforma previsional tuvo un bloqueo en la calle de los movimientos sociales que en ese tiempo controlaba el kirchnerismo. Hoy sigue el kirchnerismo controlando la calle. Hoy por hoy ese mismo grupo minoritario bloquea la posibilidad de un acuerdo. Si Alberto Fernández quisiera hacer un acuerdo con la oposición sobre reformas previsionales, laborales o impositivas, este grupo minoritario también lo bloquearía en el plano institucional. En el Congreso tienen más peso que el que tenían con Macri. También actuarían en la calle por el control sobre los movimientos sociales. Entonces, cualquier acuerdo de ese tipo termina siendo bloqueado por esa minoría kirchnerista, que está mejor organizada que la mayoría argentina. Ahí está la verdadera grieta.

“La coalición de oposición está más unida que la coalición de gobierno.”

—Eduardo Duhalde plantea que hay situaciones similares a la de 2002: después de la pandemia, con una crisis económica que va a ser igual o superior que en 2002, ¿será imprescindible un acuerdo de nuevas formas de gobernanza entre el oficialismo y la oposición, incluso con la posibilidad de que hubiera participación en ciertos cargos ministeriales, como el acuerdo de Duhalde con Raúl Alfonsín? En simultáneo, ¿sería la solución para Alberto Fernández que le permitiría construir una alianza superadora de la alianza de gobierno y que diluiría ese 25% de base kirchnerista? Y de ser posible, ¿comparte esa idea?

—Sí. Me llamó el ex presidente Duhalde y coincido. Lo que no sé y no se intuye es que haya vocación en Alberto Fernández por ese acuerdo. Cada vez que hay un conflicto público o privado, Alberto Fernández se abraza a Cristina. Recomiendo ver cómo fue el debate en la semana de la comisión del Senado sobre un proyecto de fibrosis quística. Es un tema muy coyuntural, pero se perciben las dificultades para lograr un acuerdo.

—¿La magnitud de la crisis social puede ser tal que anime al Presidente a reformular su coalición de gobierno?

—La crisis social será de una magnitud inigualable, superior a la de 2001/2002. De eso no me cabe la menor duda. Las fórmulas para enfrentarla constituyen la verdadera grieta. La grieta es entre un sector que produce, que crea riquezas, que quiere progresar a través del esfuerzo individual y colectivo, y la de un sector que pretende un Estado multipresente, sin importar cómo se lo financie. Este segundo financia un sistema parasitario, que no propende al incremento de la productividad. El primero se siente amenazado todo el tiempo por este último. Esa grieta no es peronismo/antiperonismo: hay una serie de dirigentes de cultura peronista, republicana, que se afirma mucho más en esa mirada productiva. Pero hoy no muestran ningún atisbo de rebelión frente a la cultura kirchnerista. En ese marco no se sabe en qué lugar está parado Alberto Fernández. Y es para responder lo de 2001/2002 concretamente, la fórmula de la recuperación es un capitalismo de riesgo construido sobre un consenso social y político. No seguir de la misma forma, financiando un sector parasitario con un Estado que se apropia cada vez más vía impositiva del sector productivo. La salida de la pandemia tiene que ir por fomentar la inversión y construir un capitalismo de riesgo con un sólido consenso político y social. Así era antes de la pandemia. Y mucho más después de ella.

“La Argentina necesita soluciones que no siempre miden bien en las encuestas.

—¿Que no se pueda financiar ese Estado ominipresente del que usted habla facilitará un cambio de paradigma? ¿Que lo imponga la realidad?

—Es muy probable que eso ocurra. Soy moderadamente optimista y creo que podemos estar frente a una oportunidad. La salida de la cuarentena va a ser una oportunidad para las ideas del verdadero progreso social. La oportunidad de cambiar relaciones laborales, de crear una legislación impositiva pro inversiones. También sé que el grupo bloqueador del kirchnerismo tiene una tremenda voluntad política y una impresionante organización. Puede que la sociedad argentina se esté cocinando como la gallina en el agua fría y que no se perciba que se está yendo hacia un callejón sin salida que no se pueda financiar. Que las personas mantenidas parasitariamente por el Estado no terminen de darse cuenta de que su subsidio no va a poder ser financiado, que cuando se den cuenta ya sea tarde. También puede suceder esto. La moneda está en el aire. La sincronización entre narrativa del poder político y realidad social que perciba la mayoría de los argentinos hará que caiga de un lado u otro.

—Cuando Alberto Fernández fue jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, fue el artífice de la transversalidad que cooptó a dirigentes radicales. ¿Ve ahora un esfuerzo de él por conquistar a la parte más cercana al centro de la oposición? ¿Desea crear una nueva alianza que equilibre el poder “bloqueador” o su transgrieta es algo retórico y el verdadero Alberto Fernández es más cercano a las ideas del kirchnerismo?

—Es la pregunta neurálgica. Conocí a un Alberto Fernández que tenía sobre él el poder político de Néstor Kirchner, que era un paraguas político importante. Ahora sobre él en teoría no hay nadie. Es el presidente de la nación, el diseño constitucional le otorga múltiples facultades, está empoderado. Deberíamos ver quién es el verdadero Alberto Fernández. Pero las ambigüedades son permanentes. No solo son los dichos, como los del memorándum con Irán, como las ideas locas de Fernanda Vallejos o contra el intento de expropiación de Vicentin por el kirchnerismo.

Alfredo Cornejo, titular del radicalismo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
“Durante la pandemia el Gobierno defendió más a las personas que a las empresas, a diferencia de lo que hizo Europa o Uruguay”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—¿Esas ambigüedades son propias de una etapa previa a una definición o será algo permanente?

—Otro ejemplo es lo que pasó con la negociación con los acreedores. Dijo primero: “Tenemos un plan, pero no lo vamos a formular hasta que no terminemos la negociación”. Y ahora: “No tenemos un plan”. Esas declaraciones tratan de no condicionar el futuro y resolver lo que sigue de una manera pragmática. Hay que analizarlo más por lo que hace que por lo que dice. Los hechos dirán si la reforma judicial es para remover jueces y cambiar y para controlar las causas Hotesur, Los Sauces y Cuadernos o para mejorar el funcionamiento de la Justicia. Los hechos van a hablar más que las palabras. En estos siete meses fue más que para el lado de promover inversión y una economía sana, para el otro: en los hechos fue hacia instrumentos más populistas. En la cuarentena, la asistencia no es a las empresas, sino a las personas. No hay propensión a que no mueran las empresas, a diferencia de lo que hicieron los gobiernos europeos o el uruguayo, u otros países. Los hechos hablan más que las palabras.

—Néstor Kirchner le dijo alguna vez a George Bush: “Júzgueme por lo que yo hago y no por lo que digo”. ¿Dice algo el hecho de que Alberto Fernández haya estado más de una hora escuchando la idea de Eduardo Duhalde?

—Es un hecho. Pero también es un hecho que estuvo tres horas con Cristina un poco antes.

—¿Estamos frente a un statu quo indefinido?

—La coalición de oposición está más unida que la de gobierno. A ellos los unifica el poder del Estado y son muy respetuosos de ese poder. Seguramente no quieren perderlo, con lo cual van a intentar mantener la unidad a como dé lugar. La Argentina necesita un acuerdo ahora de oficialismo y oposición, pero no creo que se pueda dar en el marco de tensión de la coalición de gobierno. No veo que Alberto quiera hacer ese consenso ahora. Una derrota del Frente de Todos en más de diez provincias en las elecciones de medio término quizás abra una posibilidad de un acuerdo de gobernabilidad y de sensatez.

“A Alberto Fernández hay que juzgarlo más por lo que hace que por lo que dice.”

—Si la oposición está más unida verdaderamente y el Gobierno se mantiene unido solo por su deseo de continuar con el poder, ¿tendremos un Gobierno híbrido, que no vaya ni a un lado ni a otro en los próximos tres años?

—Mi pensamiento se basa más en la intuición que en informaciones. En estos siete meses, antes de la pandemia, el gobierno se enfocó en el tema de la deuda: si no se resolvía, no se podía hacer nada. Dieron muchas vueltas, cambiaron bastante su propuesta original, que presentaron como “última”. Pero no: se modificó un par de veces y todavía no se llega a un acuerdo, cuando es evidente que otros países en circunstancias similares con los mismos asesores financieros, como Ecuador, ya tienen su acuerdo. Se dilató innecesariamente, e incluso en esa dilación se pagó deuda. Tengo entendido que pagó más de 4 mil millones de dólares. No definir los temas impacta sobre la economía del país. Por todo eso, creo que va a ser bisagra la elección de medio término.

“Me encantaría que Alberto Fernández tenga otra actitud, su papel es el de la unión nacional.”

—Usted marcaba la posibilidad de que hubiese una derrota en más de una decena de provincias. ¿Cómo afecta o cómo va a afectar la crisis económica post pandemia el resultado electoral del año próximo, teniendo la historia de que en general los oficialismos con crisis económica pierden?

—Si bien se define como progresista y de izquierda, el kirchnerismo ganó elecciones durante los mayores picos de consumo. El consumo no es un valor precisamente de izquierda. La salida de la pandemia será más o menos similar a la de 2001. Pero no será con el mismo mundo, que va a estar también en recesión. Pero la salida va a ser con la misma fórmula de 2001: un tipo de cambio real alto, y deterioro de los salarios y de los ingresos del sector público y privado. Eso llevó a que en los primeros años hubiera inflación baja. Aquí es probable que sea inflación alta, no creo que hiperinflación. Inflación alta más deterioro de los ingresos es mal humor de los sectores productivos y de los sectores asistidos. No es el mejor clima para el oficialismo. Pero tienen una enorme voluntad política y una enorme capacidad de organización, y suelen encontrar la manera de explicar lo inexplicable. Los gobernadores peronistas no deben estar cómodos con la cultura K. Pero no se ve ningún atisbo de rebelión ni de plantear otro proyecto. El oficialismo va a tener dificultades para mostrar éxitos económicos. Probablemente cuente con algunos indicadores de crecimiento interanual respecto al año anterior y eso le construya una narrativa. Pero las elecciones...

—Alfredo, usted varias veces se refirió a 2021 como 2001.

—Hablaba de 2021, perdón. Fue un lapsus.

—Me parece que es un acto fallido que refleja la simetría que encuentra entre 2001 y lo que se está viviendo. Hace unas semanas, el intendente de uno de los municipios con más necesidades del Conurbano, José C. Paz, Mario Ishii, pronosticó una explosión social para fin de agosto. ¿Usted cree que existen posibilidades de que se repitan situaciones como las de hace veinte años? ¿Alcanzará con la contención de los planes sociales?

—La minoría kirchnerista tiene control sobre los movimientos sociales. Esa influencia en la calle es importante a la hora de levantamientos sociales. Pero no descarto algún cisne negro en el tema social. No solo en el Conurbano, en los grandes centros urbanos de Rosario, de Córdoba, de Mendoza, existen problemas de pobreza, de exclusión, de marginalidad. Ése cisne negro puede aparecer en barriadas pauperizadas con un grupo, no de movimientos sociales sino de un lumpenaje revestido en la mística de movimiento social.

Alfredo Cornejo, titular del radicalismo, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
La salida 2: “Va a ser con la misma fórmula del 2001: un tipo de cambio real alto, y deterioro de los salarios y de los ingresos del sector público y privado. Pero aquí se agregará inflación alta”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Fue ministro de Seguridad de su provincia antes de ser gobernador. Los resultados de su gestión fueron una base importante para que luego pudiera ser gobernador de Mendoza. ¿La inseguridad del delito y no la crisis alimentaria podrá ser ese cisne negro?

—Es probable. Es el talón de Aquiles de la minoría kirchnerista. Construyeron un relato zaffaroniano que afirma que la exclusión social es la que genera el delito, hipótesis que ya está en desuso en el mundo. Es algo que pasa en todos los grandes centros urbanos. Los que más sufren la inseguridad son los sectores pobres laburantes.El ultragarantismo o abolicionismo más bien no es progresista. Por el contrario, los ciudadanos más pobres son quienes necesitan un Estado fuerte, que haga cumplir el Código Penal. Es otra de las cuestiones que cubren con relato. Y ahí tienen un alfil puesto en la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, que cubre la ideología abolicionista y de Zaffaroni que tienen los K con relato.

“Las declaraciones de Berni van en una dirección, pero la política carcelaria del Gobierno va en otra.”

—Patricia Bullrich y Sergio Berni coinciden en su opinión respecto de la seguridad.

—Repito: hay que juzgar a los dirigentes políticos en general, pero al peronismo kirchnerista en particular, más por lo que hacen que por lo que dicen. Las declaraciones de Berni van en esa dirección, pero la política carcelaria del propio gobierno de la provincia de Buenos Aires va para otro lado. Por eso baten el parche con el discurso de mano dura. Es notable cómo salió Sergio Berni a defender al jubilado Jorge Ríos.

—¿Berni cumple un papel acordado?

—No me consta. Pero es muy llamativo. Son las antípodas. Una parte de los de los organismos que se autodenominan de derechos humanos está liderada por el kirchnerismo. Su posición es que la represión es la represión ilegal. Para ellos, la represión es mala palabra, incluso la legal. Sin embargo, Berni asienta su discurso en la represión legal, lo cual es razonable, dado que es una facultad del Estado. No sé si es algo acordado a pie juntillas, pero en la práctica lo hacen funcionar: uno patea con la pierna izquierda y el otro con la derecha. Los bonaerenses del Conurbano, y en general los mendocinos, por dar un ejemplo, están más de acuerdo con lo que dice Berni que con lo que dicen los dirigentes kirchneristas de los organismos de derechos humanos. Esos dos discursos intentan llegar a los dos extremos de la grieta.

Una derrota en las elecciones de medio término quizás le dé sensatez y abra un marco de consensos.”

—¿Sería un reflejo de una estrategia general: Cristina Kirchner diciendo una cosa y Alberto Fernández otra? Una estrategia a lo Mao Zedong, que acepten las contradicciones secundarias en la medida en que no se caiga en contradicciones primarias?

—Sirvió en la PASO y en la general de 2019. Fue un experimento exitoso. Entre los dos, el que más tiene tendencia a desdibujar su papel es Alberto. Se percibe a medida que pasa el tiempo.

—¿Sergio Berni interpreta mejor su rol que Alberto Fernández?

—Sí

—Lo veo pesimista respecto al futuro.

—Me encantaría ver otra actitud de Alberto Fernández. No de ruptura con Cristina, pero sí de logro de acuerdos y demostrando su poder político. Especialmente, cada vez que le corren el arco. La economía necesita un acuerdo y está llamado a cumplir ese papel con el que lo premió la ciudadanía. Los oficialismos son quienes pierden las elecciones. Nosotros perdimos por nuestros sucesivos errores. No la ganó el Frente de Todos, pero reconozcamos que tuvo mucha mayor ductilidad y mejor estrategia a la hora de cambiar el candidato. El papel de Alberto Fernández es el de la unión nacional. Logró ganar con el apoyo de Cristina pero lo que necesita la Argentina es un sistema económico fiable, estable, productivo, que genere oportunidad para los más de 40 millones de argentinos. Eso no se consigue con populismo K. Se llega a esa situación por consenso. Su imagen se va desdibujando y puede que se le pase su cuarto de hora.

“La verdadera grieta es entre quienes quieren producir y progresar y los que esperan todo del Estado.”

—¿Le transmitió Duhalde lo que dice en los medios de que ve al Presidente “atosigado”, como decía Isabel Perón? El ex presidente dice que en siete meses se envejece siete años.

—No estoy autorizado a contar una conversación privada telefónica. No me gustaría hablar en su nombre, no sería correcto. Debería pedirle autorización para eso.

—¿Usted percibe deterioro físico en Alberto Fernández?

—No lo conozco tanto. Sí lo percibo ambiguo y refugiado en el ataque a un grupo de opositores, entre ellos yo, en vez en profundizar los acuerdos necesarios. La ambigüedad le juega en contra. Deteriora su poder. Se refugia en el ataque a los que criticamos, a los periodistas. Nos atacan en vez de escucharnos. A Juntos por el Cambio lo complicaría más una llamada a un acuerdo que el ataque a sus dirigentes.

“Cada vez que hay un conflicto público o privado, Alberto Fernández se abraza a Cristina.”

—Mi pregunta era más general. Se la formulo de otra manera. Cuando iba a ver a Mauricio Macri y le decía primero que estaban haciendo mal las cosas y luego que debía correrse. ¿No percibió algo que recurrentemente sucede, porque ser presidente de Argentina es algo tan difícil que muchas veces los presidentes quedan aturdidos?

—Lo percibí con Macri. Siempre tuvimos una relación mutua de mucho respeto. Francamente, no siempre fui escuchado. Con Alberto no hablé en los siete meses, salvo en una reunión que tuvimos por Zoom en la primera quincena de julio. Pero éramos casi treinta personas. Tiene un trabajo agobiante. Me pongo en su lugar. Los argentinos necesitamos estadistas más que políticos. Su agobio descansa en el éxito en las encuestas. El razonamiento es que se debe seguir así mientras las encuestas den bien. La Argentina necesita soluciones que no siempre miden bien en las encuestas.

—A eso iba: quizás el rol de presidente sea menos agobiante en un contexto de consensos.

—Exacto.

—Se equivocó en eso Mauricio Macri y también podría equivocarse Alberto Fernández.

—Lo ratifico 100%. Un acuerdo daría gobernabilidad. No es lo mismo hacer cambios laborales para que se tome más empleo con el acuerdo de oficialismo y oposición y con la venia de algunos sindicatos y algunas cámaras empresariales que sin esos acuerdos. Eso genera muchísimo menos tensión. A menos de seis meses o de un año, como han hecho otros países, se empieza a notar un aumento de la cantidad de empleo si se hacen las reformas. ¡Miércoles, si eso brinda legitimidad! Un acuerdo político con resultados económicos. Desde el punto de vista de la psicología individual del presidente, del agobio se pasa a una situación menos tensionante y estresante. No sé si es alivio, pero sería un gran avance. Y lo laboral es solo un ejemplo.

—¿El agobio de los presidentes es directamente proporcional a la crisis?

—Yo creo que sí. Más de uno me pregunta si yo quiero ser presidente. Mi respuesta es que no, pero que deseo que Juntos por el Cambio tenga un candidato a presidente con un plan. En 2023 ese plan debe consensuarse con la oposición. Cuando hay ideas fuerza razonables y sensatas, las campañas electorales se hacen mucho más llevaderas y los ciudadanos soportan mejor los cambios. En Mendoza hice un programa diciendo que había que equilibrar los gastos del Estado. Me dijeron: “¡Eso es ajuste! ¡Salvaje! ¡Neoliberal!”. Llegué al gobierno y reduje la planta de personal, fui el primer gobernador que dejó 9 mil empleados menos en la planta; en los cuatro años tuvimos equilibrio fiscal, nunca tuvimos que tomar deuda para gastos corrientes, a diferencia de lo sucedido en la década anterior a mi gobierno. Se habían originado problemas estructurales del Estado mendocino que no se resuelven en una sola gestión. Pero lo dije al principio. En materia de seguridad dije que se necesitaba organizar mejor el Estado: en la provincia estaba mejor estructurado el crimen organizado que el Estado para combatir el crimen. Y eso a pesar de que no existían actos criminales fuertes. Organizamos el Ministerio Público, se establecieron códigos procesales penales, se fortaleció el sistema penitenciario. Hicimos trabajar y estudiar a los presos. Tenemos una baja sustantiva en todos los indicadores de Mendoza en homicidios cada 100 mil habitantes y en robos agravados. Son hechos, no palabras. Y todo lo dijimos en la campaña, pese a que nos acusaban de neoliberales y de no respetar los derechos humanos. Los ciudadanos lo entendieron perfectamente cuando se hizo. En la Nación también hay que ir hacia un programa concreto. Paralelamente a ese programa concreto, la ciudadanía va a ir amoldándose a esos cambios. Sin duda, tiene que haber un acuerdo oficialismo-oposición en los principales puntos.

“Tuve una visión crítica en general sobre la estrategia política del gobierno de Cambiemos.”

—Hay encuestas que dicen que el 35% de los ciudadanos de la provincia estaría de acuerdo con una separación de Mendoza del resto del país. Usted habló de que lo que se planteaba era una autonomía económica y no una escisión. Me gustaría que describiera mejor qué es el Mendoexit.

—Todo surge de un reportaje en una radio de Mendoza, donde dije que estábamos atacados en cuestiones como la de Portezuelo del Viento (N de R: se refiere al proyecto de lo que será la principal obra hidroeléctrica de la provincia). Le recomiendo mirar el informe, es muy breve y muy concreto, y tomado de datos oficiales. La Oficina de Presupuesto del Congreso acaba de mostrar en su balance de los seis meses que Mendoza es la más perjudicada de las provincias argentinas en la asistencia durante el Covid-19 y en general en los primeros meses del año. En ese contexto fue que se me preguntó. Me preguntaron si no tenía razón el movimiento que se llama Mendoexit. Dije lo que es lógico. Que somo una federación, no una confederación: la Constitución no lo permite, pero deberíamos empezar a pensar nuestra autonomía. Tenemos energía, tenemos recursos. Dije que hoy no es viable pero quizás en el futuro sí. Ratifico cada uno de los ejemplos que brindé en ese momento. La reputación en materia de deuda de Mendoza es muy superior a la de la Argentina. Cuando cae, no es mejor que la de la Argentina por el costo, por el riesgo país, pero mi provincia junto con Córdoba fueron las únicas que no entraron en default y pagaron su deuda. Nuestra reputación en deuda sería distinta si estuviésemos afuera de Argentina. Se renegocia la deuda de Argentina con los bonistas internacionales y los bonistas les preguntan a los negociadores por lo bajo de la ratio de deuda muy baja, un poco por encima del 10% del producto bruto geográfico. Nos preguntan si no estaremos usando la excusa del Covid-19. Hay que explicarles que nosotros producimos pesos y que la deuda es en dólares.

—En los estudios de mercado, Mendoza siempre se comporta muy parecido a la Ciudad de Buenos Aires. Hay una zona centro del país que se comporta electoralmente de la misma manera. ¿Podríamos decir que el Mendoéxit refleja parte de la grieta entre sectores que producen y sectores que no producen?

—Sí. Por eso tuvo tanta repercusión. Si bien lo expliqué, el título fue “Mendoexit”. Expliqué que esa grieta se refleja en las provincias del centro, pero que también se refleja en bolsones de productividad de provincias del norte y del sur del país. Hay muchísima gente que siente que pone más de lo que saca en pos de la unidad nacional.