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Pichetto: "El primer Menem y el gobierno de Néstor Kirchner interpretaron su realidad histórica"

Pichetto recuerda sus derrotas electorales y se ilusiona con un peronismo que vuelva a ser mayoría representado por los más jóvenes.

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El presidente del bloque peronista en el Senado se prestó a las entrevistas de #PeriodismoPuro. | Perfil

#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro

—A usted le tocó perder, como candidato a gobernador de Río Negro, dos veces: en 2007 y 2015. ¿Es difícil sobreponerse psicológicamente a eso? ¿Qué consejo le daría a Massa desde su experiencia? 

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—Hay que tener una estructura de personalidad fuerte para procesar el momento. Para un político no hay nada más duro que sentir que la sociedad para la que trabaja lo rechace, no lo apoye. Es una ruptura emocional, porque en el fondo, en todo político hay algo psicoanalítico, una necesidad de reconocimiento. Es un momento durísimo. En 2007 yo perdí de manera ajustada con el gobierno nacional, por una decisión táctica de Kirchner, que fue la concertación, una alianza con gobernadores radicales. Eso me dejó descolocado. De repente me encontré con que yo, siendo opositor de Miguel Saiz, gobernador por la UCR, pasaba a ser su aliado. 

—¿Perdió con el gobierno nacional? 

—Fue así. Yo era presidente de bloque en el Senado, hacía disciplinadamente lo que debía hacer, y me encontré con que era un opositor que ni siquiera fue acompañado en un acto político. Son las reglas de la política, tampoco es para dramatizar. Por eso digo, como Napoleón: en el arte de la guerra y en la política, la suerte es un tema central. 

—¿Es posible para el peronismo crear figuras para competir en el 2019, que hoy no tengan conocimiento nacional? ¿Se puede hacer eso en dos años? 

—No, hay que trabajar sobre las figuras existentes, sin tener en cuenta el resultado electoral. Porque ésta fue una elección que, si bien se nacionalizó, tiene componentes distritales. El peronismo deberá construir con lo mejor que tenga. Habrá que hacer un debate político de naturaleza casi intelectual para saber qué espacio queremos ocupar. Si tenemos o no una visión de izquierda influenciada por algunos vestigios del PC capitalino que han fortalecido la idea de Unidad Ciudadana. Lo digo sin desmerecerla, solo hago una descripción. Si repasamos la lista de Unidad Ciudadana, vemos dos exponentes nítidos del peronismo, el resto forma parte de ese espacio de centro izquierda o de izquierda argentina. El peronismo debe ser elaborar una propuesta propia y hacer la mejor elección para no perder gravitación en las Cámaras. Ganar, si se puede. Y si no, prepararse para 2023. 

—¿Massa y Urtubey serían las personas que el peronismo debiera fortalecer? 

—Yo incorporaría a Schiaretti, el gobernador de Córdoba, y a una figura nueva, joven, muy interesante y que ha ganado: Sergio Uñac. Más allá de que él desee ir por un nuevo período en San Juan. 

 —¿Se puede hacer que alguien como Uñac, nacionalmente poco conocido, alguien presidenciable? 

—Siempre es difícil eso. Mucho más con una política de comunicación tan ligada a Buenos Aires. 

 —Los tres candidatos a presidente en 2015 eran bonaerenses. 

—Los tres, sí. Por cierto, no estaría mal, en algún momento, que el domicilio real tenga que ver con el domicilio electoral y dejar de hacer gambetas y saltos de un lado a otro. Es un tema a debatir. 

 —¿Habrá una unión del pan peronismo entre el sector de Massa y el peronismo que usted representa en el Senado? 

—Sí, veo muy posible la construcción de un diálogo común para unificar criterios con los gobernadores y Massa. Es interesante la convocatoria que hizo el presidente Macri, para tratar políticas de Estado. Tenemos que acordar sobre cuatro o cinco grandes temas: cómo hacer que la Argentina crezca, cómo será la relación con el mundo del trabajo, cómo fortalecer una burguesía nacional con políticas de desarrollo, la lucha contra el narcotráfico, inseguridad y la reforma de la Policía toda, como institución. 

—Usted marcó algunos grandes temas en los que podría haber unión y comenzó con la agenda económica, la relación con el trabajo, cómo se crece, la unión en el mundo. También señaló que nota a Unión Ciudadana atravesada por ideas que podríamos llamar pos marxistas, ¿La diferencia es entre quienes creen o no creen en la lucha de clases? ¿Todo el arco político menos el kirchnerismo y la izquierda tiene una mirada en común sobre el tema? 

—No hay duda. Plantear la lucha de clases atrasa un siglo. Nuestra visión como peronismo, y como argentinos, debe ser la construcción de un capitalismo moderno, con reglas de juego. Para crecer desde el sector privado, generar empleo y recuperar valores que formaron parte de nuestra historia: que el hijo de un obrero pueda estudiar, progresar en la vida. Hay mucha decadencia de todo esto en Argentina. 

—¿La mayoría de los partidos no creen en lucha de clases? 

—Por supuesto que no. Comparto lo que dice Natalio Botana, un politólogo al que valoro mucho: el débito del sistema político argentino es la construcción de fuerzas democráticas alternativas que tengan un esquema propositivo, que salgan de la fractura y puedan consolidar un proceso constructivo. Acordar no es una debilidad del gobierno, mucho más cuando no ha logrado mayoría plena. Me parece muy bien que convoque a los gobernadores, incluso a los intendentes. Yo sumaría al movimiento obrero y a los empresarios. 

—¿Piensa que al Frente Renovador no le queda otro camino que volver al peronismo? 

—Es una decisión que tendrá que tomar Sergio Massa. Pero su futuro más potente está reincorporándose al peronismo para construir un partido de mayorías. Lo que tiene el peronismo, y el radicalismo en menor medida, es que son partidos nacionales, presentes en cada barrio, cada pueblo, cada ciudad. Tienen fiscales, organización y algo sentimental que vincula la historia del partido con tradiciones familiares. Un conjunto de valores simbólicos. 

—Que no se pueden construir en un día. 

—Por supuesto que no. Las aspiraciones que hombres como Massa o Urtubey puedan tener es importante desarrollarlas dentro de un partido mayoritario, con fuerte tradición. 

 —¿Usted hace una defensa tanto de Menem como de Néstor Kirchner? 

—Hago una defensa porque creo que el primer Menem y el gobierno de Néstor Kirchner interpretaron su realidad histórica y supieron tomar decisiones que fueron importantes para el país. Hay que recordar la coyuntura. El primer Menem venía de una hiperinflación pavorosa y durante casi dos años navegó en esa ola sin poder resolverla hasta la convertibilidad. Después viene el error de confundir una medida económica instrumental con una cuestión permanente. Estos son los grandes errores argentinos. Si De la Rúa hubiese salido de la convertibilidad para ir a un sistema de flotación lo teníamos ocho años en la Casa Rosada. La dinámica de los ciclos estaba a su favor: el menemismo ya había gobernado casi diez años. Eso es mucho. 

—¿Usted cree que las sociedades se aburren? 

—Se aburren, y además, si bien el poder desgasta más al que no lo tiene, también desgasta al que lo tiene, aun cuando haga las cosas bien. Porque siempre aparece un lado controversial, una denuncia, el cansancio, el agobio por el paso del tiempo. Es humano. 

—Usted decía que tanto Menem como Néstor Kirchner interpretaron, cada uno en su época, el momento mundial. ¿Macri lo interpreta?

—En esta etapa intenta hacerlo. Pero aún no definió con claridad cuál es su rumbo definitivo. Una de las fragilidades que tiene el gobierno es analizar el mundo como lo vieron en 2015, que era un mundo global con una economía global. Creyeron que con solo con volver al mercado financiero y acordar con los holdouts iban llover inversiones. Pero el mundo de hoy es otro: tuvo el Brexit, apareció Trump. Hay una visión más nacionalista. Los países empiezan a cerrarse, a cuidar su sus economías. No puede entrar todo de China alegremente, porque el costo de producción chino es mucho más barato que el de un trabajador formal en la Argentina.

Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.