“Tengo mil litros de gasoil”. Tras el mensaje, llega a una propiedad ubicada en la calle Posadas al 1100, en la localidad bonaerense de Don Torcuato, una camioneta Amarok conducida por Delfín David Zacarías (58), el 4 de septiembre de 2013. Al poco tiempo se retira y conduce con destino a la provincia de Santa Fe. En el trayecto, hace una parada en un estacionamiento de Rosario, donde se encuentra con su pareja, Sandra Inés Marín, que estaba en un vehículo Toyota blanco, y con su hijo Joel (31), que se movía en una Ford Ranger. Allí, Delfín y Sandra intercambian los vehículos. El hombre se dirige al centro de la ciudad, mientras ella conduce la Amarok con los precursores químicos hasta una casa, propiedad de la familia, en un country de la ciudad de Funes, a 18 kilómetros de Rosario. Es escoltada por su hijo.
Toda la maniobra había sido seguida de cerca por personal de la División de Operaciones Federales de la Policía Federal Argentina (PFA), ya que hacía unos meses las comunicaciones entre los miembros de la familia habían sido intervenidas. Ese mismo día, pasadas las 19, Joel envía un mensaje: “No, aguantame un toque que estoy trabajando con mi vieja”. La Justicia entendió que estaban produciendo cocaína en la cocina que habían montado en esa propiedad de la calle Las Achiras 2528.
Los efectivos policiales siguieron los movimientos de cerca en forma encubierta y al día siguiente entraron en acción. En la puerta de la propiedad fueron apresados Delfín y Sandra. Luego cayeron sus dos hijos: Joel y Flavia (34). Además se ordenó la detención simultánea de otras ocho personas como miembros de la banda. Dos de ellos eran policías: José Luis Dabat y Diego Comini (ambos condenados a seis años de cárcel).
Pasaron diez años de aquella detención y recién esta semana la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió no dar lugar a un recurso extraordinario presentado por el abogado de la pareja y su hijo, Fernando Sirio. Así, las condenas a 16 años de prisión para Zacarías, los 14 años otorgados a Sandra y los 7 que recibió Joel en 2018 por resolución del Tribunal Oral Federal 1 de Rosario quedaron firmes. En ese entonces habían sido condenados por producción y almacenamiento para la comercialización de droga a gran escala, aunque el joven y su hermana (que fue condenada a 8 años de prisión y es representada en la actualidad por un defensor oficial) ya recuperaron la liberad.
El padre del clan, que se ganó el mote de “Rey de la cocaína”, aún permanece detenido. Se encuentra en el penal federal de Devoto como líder de la banda. Su pareja tacha los días en su casa, bajo la modalidad de prisión domiciliaria. Flavia y Joel ya purgaron su pena: ella se dedica a la docencia y él tiene un emprendimiento gastronómico, según informó a este diario el letrado Sirio.
El joven tuvo un breve paso por la penitenciaría porque su defensor logró que lo beneficiaran con un arresto domiciliario por una cuestión de salud, ya que padece fibrosis quística, detalló el letrado en diálogo con PERFIL. Pero esta libertad podría caducar a partir del próximo mes, cuando el clan Zacarías comience, según lo estipulado, a ser juzgado en una causa que lo tiene en la mira por lavado de activos provenientes del narcotráfico (ver aparte).
Se trata de un desprendimiento del expediente que los llevó tras las rejas. Es que el día de los allanamientos los policías incautaron “unos 300 kilos de pasta base y clorhidrato de cocaína ya procesado, alrededor de 1.300 litros de precursores químicos, dinero en efectivo, divisas extranjeras y seis vehículos. Además, descubrieron “un sofisticado laboratorio de producción de cocaína que contaba con una secadora importada de grandes dimensiones, como también una envasadora de vacío presumiblemente para embalar panes de cocaína destinados a la exportación”, según detalló en ese entonces el fiscal a cargo de la causa, Juan Patricio Murray. Luego les adjudicaron más vehículos, cocheras y propiedades a nombre de ellos y de terceros.
Así fue como, mientras eran juzgados en 2018 por la causa por narcotráfico, el clan Zacarías fue procesado por lavado de dinero porque le habían descubierto un crecimiento patrimonial descomunal e injustificado, según entendió el juez federal Carlos Vera Barro.
Para la Justicia, Delfín, Sandra y Joel se encargaban de la producción de la droga en la cocina casera que habían montado, y como negocio legal contaban con una remisería con una importante flota de autos.
Mientras que Flavia tenía un rol “administrativo-contable”. Ella llevaba los papeles de la organización y figuraba como propietaria de varios de los bienes del clan. “Me parecía normal tener confianza en un hijo, que era un trámite más de compra y venta como todo lo que he hecho en mi vida. Lamentablemente soy un papá chapado a la antigua. Yo ordenaba y ella cumplía”, intentó despegar a su hija tras el procesamiento por lavado. Pero no lo logró. Ahora el clan deberá enfrentar a un nuevo tribunal que decidirá su suerte.
Lavado del dinero narco
El clan Zacarías otra vez se va a sentar frente a un tribunal que definirá su futuro. Esta vez, se lo acusa por lavado de dinero proveniente del narcotráfico, con el que habría adquirido vehículos, cocheras y otras propiedades. Los cuatro miembros de la familia (los hijos recuperaron la libertad y los padres siguen detenidos por la condena anterior) están acusados de introducir en el circuito legal el dinero obtenido en el negocio de la producción y comercialización de cocaína.
La fecha de inicio del debate está estipulada para el 10 de mayo, según informó el abogado defensor de Delfín Zacarías, Sandra Marín y el hijo de ambos, Joel. Flavia, la hija de la pareja, es representada por un defensor oficial.
En la mira están más de 45 vehículos; veinte cocheras en un edificio del microcentro de Rosario; departamentos; lotes en San Lorenzo, Funes y Roldán, y cuentas bancarias.
Pero hay más. Dos empresas de la familia serán expuestas y analizadas en el debate. Se trata de la remisería Frecuencia Urbana, de la localidad de Granadero Baigorria, y un polideportivo en la ciudad santafesina de San Lorenzo.