POLICIA
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"Llevé el cuchillo hacia la carótida", la confesión de uno de los asesinos del diácono

Uno de los detenidos grabó, antes de entregarse, un video en el que explica por qué mató, junto a su novio, al diácono de Temperley.

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delincuentes | Cedoc

¿Qué pasó la noche del sábado en Bombero Ariño al 829? Una Coca- Cola, dos copas y el dueño de casa degollado en la habitación, en medio de un charco de sangre. Había rastros de lucha, en el cuarto y el cuerpo del diácono Guillermo Luquín y una huella dactilar que los peritos de la Policía Científica de la Policía de la Provincia de Buenos Aires levantaron de uno de los vasos que habían sido utilizados.

“Hola, ¿qué tal? Mi nombre es Roberto Javier Cespedes. Hablo por el caso de Luquín, de Guillermo. El diácono asesinado”. Así comienza hablando a cámara uno de los jóvenes apresados por el asesinato del religioso. Lo hace con serenidad y con claridad, aunque con varias contradicciones.

“Esto lo estoy aclarando por si me quieren hundir, pero yo me estoy entregando voluntariamente a declarar como corresponde a toda persona que tiene que hacerse cargo de lo que hizo”, dice Cespedes, de 19 años, en un relato previo al homicidio algo desordenado.

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“Empezó esto, más o menos, cuando yo tenía 15 años. El diácono se acercaba cada vez que yo salía de mi casa, acosándome, preguntándome si necesitaba algo, si quería ir a tomar un café, si quería que me llevara al colegio, a lo que yo siempre le respondía que no”, cuenta.

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“El chabón seguía insistiendo en que quería tener algo conmigo, me pasó su número, me dijo que se llamaba Guillermo, que trabajaba en el banco Provincia”, agrega el homicida que salta cuatro años en el relato para llegar a “la noche del sábado”.

Según Cespedes, “El chabón nos contactó por Telegram, nos invitó a que tengamos una charla con él, a que tomemos una coca para que comamos algo porque se sentía muy solo. Yo estaba con mi pareja, le conté a él que tenía novio, que en todo caso si le molestaba que acudiera a la charla con él, a lo que me dijo que no había ningún problema”.

“Llegamos a eso de las 23.57. Nos recibió Guillermo: abrió la puerta, entramos, nos quedamos en el living, nos ofreció una gaseosa, tomamos. Más que nada tomé yo. Nos preguntó cómo estábamos, le preguntamos a él y nos dijo que estaba bien. Nos dijo que tenía unos cuadros en la habitación de él si lo queríamos ver, le dijimos que no había problema”.

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El vaso en la casa de Luquín, del que tomó Cespedes.

En este fragmento del video, Cespedes comienza a dar detalles, un tanto confusos, sobre la secuencia que terminó en el crimen del diácono. “Mi novio va al baño y yo con él voy a la habitación donde me muestra los cuadros. Mientras tanto, la gaseosa quedó en la mesa. Cuando mi novio se va al baño le digo, bueno Guille, esperame acá que voy a tomar más Coca. Me dice 'bueno, dale'. Cuando termino de tomar, me llevo la copa y la recuesto en la punta del mueble. Cuando estoy entrando a la habitación lo encuentro a Guillermo, se estaba masturbando en la cama. Con todo el cuerpo desnudo. A lo que le digo que lo que estaba haciendo era una falta de respeto, que no era lo acordado. Nosotros habíamos acordado comer una pizza, tomar un café, una coca y charlar”, asegura y agrega un dato extra que no había mecionado hasta ese momento: “Él más que nada nos quería meter en su religión. Nosotros le dijimos que sí, que nos interesaba saber de Dios”.

“Después que yo le digo que es una falta de respeto, se sintió ofendido y empezó a forcejear conmigo, como para obligarme a tener relaciones con él , me empuja contra la cama, me baja el pantalón. Sale mi novio del baño. Estaba forcejeando conmigo, él me empezó a defender para sacármelo de encima. No pudimos. A todo esto, Guillermo tenía un cuchillo en la mano”, otro elemento que no había aparecido en la escena retratada por el joven.

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“Él (el diácono) estaba posado sobre encima mío. Me quería chupar el cuello, cuando le quise sacar la cabeza, el chabón me muerde (muestra una mordida en uno de sus dedos). Y bueno, lo vio mi novio lo empujó lo quiso sacar de encima mío. No pudimos”.

“Él me quiso clavar un cuchillo. Forcejeamos con el cuchillo, lo tomé por la muñeca, él me lo quería clavar a mí. Yo, con la misma mano de él, con mi mano sobre su puño, se lo llevé hasta el lado de la carótida. Hubo indicios de forcejeo y lucha en la habitación, él obviamente para tratar de salvar su vida y mi novio y yo para hacer lo mismo. Y bueno, eso”, concluye.

“El chabón siempre nos hacía preguntas, sexual, si nos gustaría un trío, si nos gustaría estar con una persona mayor que nosotros. Siempre contestábamos que no y evadíamos las preguntas”, menciona para dejar en claro su defensa: una situación de abuso.

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La gaseosa que menciona el homicida. 

“Pasó eso y nos retiramos, obviamente, ensangrentados. Salí, dejé la puerta con la llave del lado adentro. Nos fuimos para mi casa. Estábamos con miedo, no le queríamos decir a mi mamá, tuve que saltar el techo de la casa. Nos bañamos en mi casa y pasaron una hora o dos horas y nos resignamos a contarle a mi mamá, que con mi hermana nos ayudaron para hacer lo correcto que es esto. Voy a entregarme a la Justicia que es lo que corresponde y hacerme cargo de lo que sea”, dice.

Por último, muestra marcas en sus manos y brazos: “Estas son mis heridas, los signos de lucha, mordeduras, raspaduras con un cuchillo. Acá me quiso clavar el cuchillo también, no pudo”, cierra.

Cespedes se entregó poco después. Junto a él fue detenido su novio, Iván Martínez, un año mayor. Los investigadores de la Departamental de Lanús, la Distrital de Lomas de Zamora Sur y la DDI local, consideran que se trató de “un crimen pasional”, aunque será la Fiscalía N°6 de Lomas de Zamora, a cargo de Agostina Galczinski, quien defina el móvil y la figura penal contra los dos apresados.

CDL/FeL