El sacerdote y confesor del cura Julio César Grassi, Eduardo Lorenzo, que se suicidó este lunes 16 de diciembre, había sumado el pasado mes de julio la última denuncia por abuso sexual.
Un joven boy scout, que colaboraba en una parroquia de la ciudad de La Plata, relató entonces los padecimientos que sufrió en la adolescencia y reclamó que el religioso fuera detenido. La víctima, de nombre Julián, habló por primera vez en una conferencia de prensa convocada por la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Argentina.
"Le quiero hablar a Lorenzo: quisiste cagarme la vida y casi lo haces; me introdujiste en la mente y en el cuerpo sensaciones que no son normales para un chico de 13 años. Fuiste y sos el peor monstruo que conocí en mi vida. Tus mentiras se van a terminar. No vamos a parar hasta que se haga justicia", arrancó Julián, y continuó: "Esta es una pobre persona y las víctimas no tenemos que tener miedo ni escondernos y tenemos que luchar por la Justicia. La verdad de las víctimas van a ser más fuertes que las mentiras de este cura. Quiero que mis hijos puedan ver cómo su padre lidió con dos años y medio de abuso".
En el año 1999, Julián se sumó al grupo de scouts de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, ubicada en las calles 20 y 38 de la capital provincial. Allí conoció al padre Lorenzo. "Se mostraba como un cura pulcro, con una figura patriarcal. Habla muy bien pero es todo mentira: todo lo que él busca es estar a solas con menores. Pero es un pervertido y un hábil manipulador", enfatizó la víctima.
En su relato el joven -que se quebró varias veces- recordó uno de los peores episodios que vivió: "Un día me pidió que pase a su habitación y cuando entro estaba desnudo. Me habló durante 15 minutos en esa condición tratando, en un juego perverso, que yo me acercara a su cama".
"Casi todo los viernes -agregó- Lorenzo generaba cenas en su departamento con líderes scouts y yo. Un adulto de 40 años con un chico de 13 años, con la excusa de planificar la actividad del día siguiente. Se bañaba, se perfumaba. Se ponía su pijama y me decía que lo llevara a dormir, que le diera besos en el cuello. Me hizo creer que yo era su amigo y él no tiene amigos, tiene víctimas".
Julián también explicó por qué le llevó veinte años denunciar el caso. "Hoy hago un balance y me doy cuenta que me costó mucho ser feliz en estos 20 años porque tenía una mochila muy difícil de llevar. En marzo de 2019, gracias al trabajo de la prensa, leo el caso de León (N. de R.: el primer denunciante) y veo casi calcado lo que me había pasado y ahí fue la última crisis que tuve y decidí enfrentarla por primera vez en mi vida".
Lorenzo, que actualmente sigue ejerciendo de cura en la parroquia de Inmaculada Madre de Dios de Gonnet, había sido denunciado por primera vez hace once años por una serie de ataques sexuales que presuntamente ocurrieron en las iglesias San Benito y Nuestra Señora de Lourdes, ambas de la ciudad de La Plata.
De acuerdo a los denunciantes, los casos ocurrieron entre los años 1990 y 1995 (San Benito); y 1999 y 2001 (Nuestra Señora de Lourdes).
Las víctimas señalaron que el cura abusó de ellos durante los campamentos que el propio religioso organizaba. Según fuentes judiciales, la causa se inició el 20 de agosto de 2008 en la Unidad Funcional de Instrucción N°1, a cargo de Ana Medina. Cinco meses después la misma fiscal entendió que no existían "elementos suficientes que permitieran acreditar la existencia del hecho ilícito denunciado en autos" y dispuso el archivo de las actuaciones.
En febrero pasado el abogado defensor del cura, Alfredo Gascón, reclamó el sobreseimiento de su defendido, situación que todavía no se resolvió. En julio de este año la causa fue desarchivada cuando aparecieron dos nuevas víctimas. Uno de ellas, de nombre Ricardo, aseguró que el cura organizaba juegos sexuales con chicos de entre 13 y 16 años, muchos de ellos monaguillos, un relato coincidente con la versión que hoy brindó Julián.
El denunciante era parte de un grupo misionero que se formó, entre los años 2000 y 2003, en la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes. Según recordó, el religioso les pedía que mostraran sus penes y les hablaba mal de las mujeres. Julián también destacó cómo era el vínculo entre el sacerdote y el sexo opuesto: "Lorenzo aborrece a las mujeres. Escuché decirles de todo: gordas, ciervas, negras".
El cura denunciado nunca abandonó los hábitos ni dejó de ir a las cárceles dependientes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), donde hasta abril pasado ofició como capellán de la fuerza. En el penal de Campana afianzó su vínculo con el cura Julio César Grassi, quien cumple una condena a 15 años de prisión por abuso y corrupción menores. Lorenzo, en su calidad de capellán del SPB, era su confesor y amigo.
(*) Esta nota fue publicada originalmente el 16 de julio de 2019 después de que Lorenzo fuera denunciado.