Ex prostitutas contra él; todo el mundo contra él. Fernando José Gómez, alias “el Chenga”, está acostumbrado a la tormenta de acusaciones que caen sobre su cabeza desde el 8 de febrero, cuando comenzó el debate oral que procura esclarecer la historia de Marita Verón.
No en vano han pasado diez años desde la desaparición de la joven: será por ese largo entrenamiento que “el Chenga” escucha con el rostro ausente la conducta execrable que la instrucción de la causa y Susana Trimarco, la madre de Marita y primera testigo, le han atribuido durante las cinco sesiones que lleva el juicio.
De él dijeron que agarraba a patadas a las mujeres que se negaban a trabajar en los burdeles de La Rioja; que las sometía al servicio de hasta cuarenta clientes diarios, y que, para que aguantasen tamaña explotación, las obligaba a esnifar cocaína.
En las entrañas de esa inmundicia inenarrable –siempre según el relato de Trimarco–, “el Chenga” habría tomado a Marita como mujer (convirtiéndola en “doña”, según el código propio de prostitutas y proxenetas), y la habría dejado embarazada, y borrado del mapa cuando supo de la búsqueda desesperada de los Verón.
Por muy estremecedor que parezca, este testimonio no perturba a Gómez, que minutos después de concluida la audiencia del jueves (el juicio prosigue el miércoles, con el interrogatorio de Trimarco) jura que está tranquilo como si hubiese salido de un spa.
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