César Humberto García Primo. Así figura en el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) de Perú. Llegó a la Argentina escapando de la Policía hace más de cinco años. Lo buscaban por un homicidio, probablemente el primero de una sorprendente saga de asesinatos que continuó en el país. En su ficha de antecedentes figura con cinco identidades. Pero en la Villa 31 casi nadie sabe sus nombres, porque allí todos los conocen por su “alias”. Para los vecinos es César, “el Loco que mata por gusto”.
Según cuentan en Retiro, el apodo lo heredó de otro “matón” peruano: “Beto mata por gusto”, el sicario que respondía a Marcos Estrada González, el emblemático capo narco de la 1.11.14 de Bajo Flores. Se lo ganó a fuerza de tiros y sangre derramada.
“El Loco” fue detenido el viernes 2 de marzo en una casa de la localidad bonaerense de La Reja. Estaba prófugo desde el 3 de julio de 2011, y hasta tenía un pedido de captura de Interpol. Sabía que lo estaban buscando. Pero también sabía cómo hacer para que no lo atraparan. Desde que la Brigada de Homicidios de la Policía Federal inició su cacería, cambió de escondites varias veces y utilizó hasta trece celulares distintos para que no pudieran rastrear sus llamadas.
En los últimos meses se refugió en un chalet que estaba en el fondo de una calle sin salida, un lugar elegido estratégicamente que le permitía monitorear desde lejos los movimientos del exterior. Sin embargo, terminó siendo detenido por un error infantil: asentó su verdadera dirección en la partida de nacimiento del hijo que tuvo con una de sus amantes.
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