No más de diez minutos necesitó el autor de la masacre de Necochea para ejecutar a sus cinco víctimas. La primera fue su ex esposa, a quien decapitó con un machete. Después siguió con sus tres hijos y un vecino que intentó frenar la brutal cacería.
Los informes preliminares de las autopsias realizadas a los cuerpos revelaron que las cinco víctimas presentaban al menos diez puñaladas. También lesiones de defensa.
María Esther Curuchet (52) tenía heridas múltiples y una mortal en la cabeza. Según graficó uno de los investigadores del caso, la tenía “prácticamente desprendida” por un fuerte golpe realizado con un machete de unos treinta centímetros de hoja.
Las fuentes dijeron que el asesino múltiple, identificado como Roberto Daniel Vecino (56), utilizó otras dos armas blancas, además del machete: un cuchillo de cocina y una faca que él mismo habría confeccionado.
Los hijos del homicida, Rosa (21), Etelvina (19) y Roberto (24), presentaban varios cortes en el cuello al igual que el vecino de 70 años, identificado por la Policía como Horacio Córdoba.
Lo que todavía no está claro es el orden en el que ejecutó a sus hijos y a Córdoba después de haber asesinado a machetazos a su ex mujer, con quien discutió en la cocina de su casa.
Los investigadores saben que la primera de las víctimas fue Curuchet, no sólo porque la temperatura del cuerpo al momento de los peritajes era la más baja, sino porque así lo relató el hermano de la mujer, quien vivía con la familia y alcanzó a ver parte de la acción antes de escapar hacia la casa de un vecino a pedir ayuda.
Cacería. Roberto y Marta estaban separados. La mujer vivía con cuatro de sus hijos en una casa de la avenida 98 y su ex marido en un domicilio lindero, ubicado sobre la calle 63, en el barrio Fonavi. La relación entre la pareja estaba deteriorada, producto de los reiterados episodios de violencia de los que había sido víctima ella.
La fiscal Mirta Ciancio, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) Nº 20 de Necochea, confirmó que Curuchet y Vecino no vivían juntos, y según el hermano de la víctima, tenían discusiones frecuentes, aunque no existen denuncias realizadas”.
Una de las hijas del autor de la masacre, Daniela, recordó que su padre siempre fue un hombre violento: “De repente salía con cualquier cosa, te insultaba, te pegaba. Hoy estaba bien y mañana te amenazaba y te pegaba mal. Cuando querías hacer algo o denunciarlo mi mamá te decía que no, que no te metieras”, aseguró.
El jueves pasado a la mañana Marta y Roberto habían llevado a uno de sus hijos, de 10 años, a la escuela. No se sabe por qué. Pero como otras tantas veces volvieron a discutir. En esta oportunidad en la casa de él. Allí la asesinó de un machetazo y enseguida se dirigió a la vivienda de ella, donde asesinó a sus tres hijos.
Etelvina y Rosa fueron asesinadas en la planta alta. No se sabe en qué orden. Su hijo varón consiguió escapar. Pero a unos pocos metros su padre lo alcanzó y ultimó a cuchilladas al igual que a Córdoba, el vecino que intentó evitar el crimen.
El asesino fue desarmado por los dos policías que llegaron ante el desesperado pedido de un hermano de Marta. Lo que no sospecharon es que el hombre llevaba otra arma en la cintura, con la que los hirió y logró escapar para sorpresa de todos.
Roberto Vecino, empleado del cementerio municipal, corrió hasta un sucio y oscuro galpón de su casa. En ese momento supo que no tenía escapatoria. La Policía ya había rodeado la manzana. Cuando finalmente los efectivos consiguieron entrar ya era tarde: se había colgado de un alambre.
Ultimo adiós
Los cuerpos de las cinco víctimas y del agresor fueron velados ayer en una casa de sepelios de Necochea y pasadas las 11 fueron inhumados en el cementerio municipal, en una ciudad todavía conmovida por una masacre que no registra antecedentes.
Los velatorios se llevaron a cabo en la cochería Depierro Picardi, situada en la calle 56 al 2900, de Necochea, que, a pedido de la familia, destinó una misma sala para los cuatro asesinados y el agresor, y otra para Córdoba.
Al velatorio concurrieron otros tres hijos de la pareja, quienes ya no vivían con ella, mientras que el cuarto, un niño de 10 años, se quedó al cuidado de otro familiar, porque aún no fue puesto en conocimiento de lo sucedido, contaron los allegados.
Gustavo, uno de los hijos, recordó que se fue a vivir solo aún siendo menor de edad a la ciudad de Mar del Plata, cansado del maltrato de su padre.
“Me pegaba y me metía la cabeza en un tanque de agua, qué podés esperar de una persona así...”, dijo el hombre entre lágrimas, tras lo cual contó que participó de las marchas por “Ni una menos” debido a la violencia que sufría su madre.
Daniela, otra hija de Vecino, contó que lo denunció cuando era chica pero que fue sola porque su mamá “le tenía mucho miedo”.