No matarás.
A nadie.
Ni prostitutas, ni viudas negras.
Es hora de dejar de vender titulares para ganar seguidores. Tres pibas ya no están.
Si creemos que alguien merece morir por ejercer la prostitución, tenemos la obligación de preguntarnos por qué existe la prostitución. Mientras haya consumidores de niñas y mujeres en calidad de objeto, y mientras haya niñas y mujeres privadas de libertad para elegir, la prostitución seguirá siendo uno de los negocios más rentables. Mientras los titulares remarcan la profesión de una víctima como si eso justificara su asesinato, seguimos legitimando, aunque sea con palabras, la impunidad. Esa estigmatización funciona como la mejor publicidad para quienes consumen prostitución: normaliza, naturaliza y oculta responsabilidades.
Lo que se nombra y cómo se nombra inaugura posiciones morales y políticas. Llamar primero a una víctima por su “profesión” es un modo de desplazar la atención del crimen hacia la vida privada de quien sufrió violencia.
Nombrar para estigmatizar es también legislar simbólicamente quién merece duelo y quién merece sospecha.
Cuando los medios colocan el acento en la condición de la víctima antes que en la responsabilidad del agresor, facilitan la desmemoria del crimen y la revictimización pública. La indignación se diluye en juicios morales sobre la vida privada de las personas fallecidas, y así el foco se corre del problema estructural: la violencia, las redes de trata y la explotación.
No alcanza con el lamento. Hace falta pensamiento y acción. Como sociedad debemos decidir si toleramos que una muerte sea tratada como espectáculo moral o si la convertimos en razón para transformar las condiciones que producen estas muertes.
Tres pibas ya no están. Nuestras palabras, nuestras leyes y nuestras políticas muestran si eso nos conmueve de verdad, o si sólo sirve para hacer clics.
*Psicóloga y especialista en vínculos de pareja y familia.