Mientras se recupera del brutal tiroteo con los asaltantes, "Baby" Etchecopar recibió hoy en su casa una carta con amenazas de muerte y una particularidad: además de un mensaje dirigido contra él y su familia, se incluía una imagen de San La Muerte, el santo a lo que los delincuentes rezan para que no sean atrapados por la Policía y los presos para que les de la libertad.
Admirado por el mismo Gauchito Gil, San La Muerte era un santo pagano al que se le rendía culto en secreto. Hoy es el preferido de los reos. Otros credos lo acusan de hacer pactos con Satanás y se lo venera sobre todo el Litoral, donde miles de fieles le piden por amor, dinero y por salud, adjudicándole todo tipo de milagros.
También conocido como el "Señor de la Buena Muerte", tiene seguidores en Chaco, donde, por ejemplo, se lo recuerda cada 15 de agosto. En Buenos Aires aún no tiene tanto arraigo espiritual, pero cada vez hay más devotos tras las rejas.
Los "curanderos" que reúnen a personas necesitadas en el interior o el Gran Buenos Aires utilizan imágenes de San La Muerte rodeadas de whisky, vino espumante y vodka, entregados por sus fieles como ofrendas. La estatuilla se talla sobre madera, hueso humano o el plomo de una bala que haya matado, extraída a cuchillo. Eso sí, los curas se niegan a bendecirla. Para sus detractores, rendirle culto es hacer hechizos o un pacto con el diablo.
Los orígenes. Según la leyenda, fue un brujo perseguido en tiempos antes de Cristo, un monje jesuita que en épocas del virreinato curaba aborígenes en Corrientes o un brujo guaranía el primero en adorarlo.
En los santuarios, se lo presentaba con la estatuilla de un esqueleto con capa y guadaña. Por eso, los más "religiosos" le hablan en quechua.
Milagros. En 2007, el diario PERFIL publicó un reportaje sobre San La Muerte. Roberto, uno de sus devotos, contó su experiencia con él. “La voz del anciano es única e inconfundible. En la oscuridad, te toca la cabeza y sentís algo único. Te marca para siempre con cinco palabras. Los presos lo adoran porque les da la libertad. No es el diablo”.