“Espero que el pendejo haya tirado todo a la mierda”; “no vino a trabajar y hace rato dos suboficiales mayores me preguntaron si conocía a un tal B.”. El Sargento J.A.G. estaba inquieto. El soldado que había reclutado para trasladar más de 42 kilos de cocaína desde La Quiaca a San Salvador de Jujuy no respondía sus llamados ni mensajes desde el día anterior.
A.D., su interlocutor, un militar retirado al que llaman “Chamán”, trataba de calmarlo. “Hay que tener paciencia”. Aún no sabían que Carlitos B. –voluntario del Regimiento de Artillería de Montaña Nº 5, bajo las órdenes de J.A.G.– había sido detenido por Gendarmería en Abra Pampa, Jujuy.
No fue casualidad. Los gendarmes del Escuadrón 21 de La Quiaca estaban esperando el paso del Fiat Uno blanco para interceptarlo y desbaratar la organización que reclutaba jóvenes soldados -con necesidades económicas- para usarlos como “mulas” de la droga que ingresaba al país por pasos ilegales desde Bolivia.
En el asiento trasero del vehículo encontraron cuatro bolsas con ocho cajas metálicas. Al abrirlas, hallaron 41 paquetes de cocaína. El celular del soldado no dejaba de sonar cuando los uniformados lo secuestraron. Ocurrió la noche del 7 de marzo de 2016.
En marzo de este año, el caso fue elevado a juicio. Entre los procesados se encuentran los líderes, los financistas y los encargados de la logística de la red delictiva. El expediente es el desprendimiento de otro, en el que se descubrió el funcionamiento de una banda que intercambiaba autos robados en Buenos Aires por droga en Bolivia.
De acuerdo con la investigación de la fuerza de seguridad, la banda se amparaba en la investidura y vehículos oficiales del Ejército Argentino para eludir los controles de Tres Cruces y Purmamarca y redistribuir la droga en la provincia del norte argentino y en el sur del país por vía terrestre.
La causa, a cargo del juez federal Julio Bavio y el fiscal federal Eduardo Villalba, coordinador de la Procunar Salta, sugiere que Carlitos, agobiado por los gastos médicos de un hermano muy enfermo, no fue el primer soldado al que los narcos tentaron para transportar cocaína.
Creen que el Chamán y J.A.G. llevaron a cabo varios traslados desde la Base del Ejército en Inti Canchi (a 35 kilómetros de La Quiaca) hasta que los militares argentinos dejaron de utilizar el puesto ubicado en la comunidad indígena.
Fue el sargento quien, en su calidad de suboficial del Ejército, ofrecía – y presionaba– a subalternos dinero para realizar el traslado en mochilas cargadas de cocaína en vehículos de la fuerza. Por ejemplo, al soldado detenido en Abra Pampa le habrían pagado 10 mil pesos si cumplía con la entrega.
Las conversaciones entre los dos reclutadores de mulas del Ejército dan cuenta de cómo intentaban ganarse la confianza de “los soldaditos” y la mecánica de los traslados.
“A.D: Viste que me estabas diciendo que puede salir una vez a la semana.
J.A.G: Sí, bolu … yo te decía ... por eso el ... changuito ... era que vos lo llevabas a Abra Pampa y él, si no tenía nada, el fin de semana lo bajaba. Porque él ahora esta laburando, ¿viste? Ya cuando esté de vacaciones le puede meter cualquier día, pero igual si vos se lo da, el otro chango lo baja... eeeh el pierna pareja de combate.”
Otros fragmentos hablan del modus operandi de la organización: “Tiene que ser seguro, hermano, vos tratá de asegurar y listo ... van a brindar seguridad y todo eso” ... “que nos den laburo por eso empezamos poquito ... porque ellos tampoco están para arriesgar. Ponele diez y la próxima vez te mandan quince y así veinte y así treinta ... y así viste en menos de dos meses ya te podes ganar confianza de los changos”. “Luego vamos subiendo, vamos viendo”. “El vago ya va a tener confianza en nosotros y bueno ... ya traemos veinte ... tranquilo una vez por semana ... es buena guita”.
El transportista y el sargento no son los únicos militares involucrados en la causa: el suboficial E.M.C, con un cuñado en otra fuerza de seguridad, intentó averiguar si el soldado –también bajo su cargo– había sido apresado, si había “hablado” y dónde estaba la droga, con especial interés.
Fue detenido durante el allanamiento al Regimiento de Artillería GAM 5, ubicado sobre la Ruta Nº 9, en el que también se requisó la habitación que ocupaba el sargento.
Códigos de fútbol. Los narcos que reclutaban soldados del Ejército Argentino para traficar cocaína desde Bolivia a Jujuy utilizaban, a modo de código interno, la organización de partidos de fútbol para disimular que hablaban del traslado de cocaína. Las conversaciones fueron registradas gracias a líneas de teléfono intervenidas y al secuestro de celulares.
“¿Dónde estás? Queremos hacer un partido este finde. ¿Vas a poder? Preguntá a tu equipo. Respondé hasta las dos”, inicia la charla uno de los organizadores de la banda. “Dale, yo te digo. ¿Cuántos jugadores son?”, consulta uno de los reclutadores. “De ocho a diez, avisá si van a poder”, insiste el interlocutor. “Sí, seguro. Hacé el negocio no más por 2.500 es”, acepta el encargado de la logística del transporte.
En otra oportunidad, se da una comunicación similar: “Cumpa, ¿qué hacemos? ¿Jugamos cuando llegás?. Preguntá así conseguimos los jugadores”.