Daniel Scioli no supo decirles a sus potenciales votantes si es un falso candidato o si va a asumir la banca, pero según él, nos podemos quedar tranquilos, "está todo bien", dicho esto después de una larga y aburrida retahíla de lugares comunes que colocan al ciudadano en el lugar de un vegetal.
Francisco De Narváez, el candidato millonario, nunca pudo explicar cómo hizo para gastar tanta plata en nueve meses sin rendir cuentas a nadie y violando el elemental principio de la igualdad de oportunidades. Si su fuerte es el bolsillo, ¿por qué no se tomó un tiempo para contar cómo fue que lo llenó tan abruptamente?
Cristina Fernández creció en "papelones": se enorgulleció de indicadores económicos que hasta el fantasioso INDEC y el secretario de Hacienda desmintieron. Néstor Kirchner fue del "yo o el caos" a las trincheras del "amor y sueños" hasta volver al "yo o el caos", con un intermedio de populismo rockero: en un acto se arrojó hacia el público como si se hubiera armado un "pogo" pejotista.
Macri y Carrió, sin sorpresas: él se disfrazó, por enésima vez, de Freddie Mercury y ella presagió su propia desgracia. La regla de oro de la estupidez humana consiste en provocar pérdidas y males a otras personas sin obtener ganancia para sí mismo, incluso perjudicándose.
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