A poco de cumplirse una década de su efímero paso por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, el escritor y diplomático Abel Posse, recuerda los días que compartió en el gabinete del por entonces jefe de gobierno porteño Mauricio Macri y contó qué se siente de haber aceptado el cargo, pese al poco tiempo que duró en él.
—A diez años vista ¿se arrepiente de haber aceptado el cargo?
—No para nada, fue una experiencia muy corajuda mía. Al quinto día, le dije a mi mujer que no me entendían lo que quería hacer, que era imposible. Tengo una carrera, llevo cincuenta años de diplomático, ingresé y me jubilé en el año 2004 a los 71 años, e inmediatamente continué con mi vida literaria, que estaba muy hecha en ese momento. No me arrepiento de haber estado esta prueba o cualquier otra. No hago ideología del trabajo, creo que un gran ministro de Juan Domingo Perón como fue el de Salud Pública, el Ramón Carrillo, que no necesitaba no estar en el gobierno siguiente.
—¿Cómo fue su relación con Macri?
—No me llevé mal con él, como si fuera un amigo porque yo lo conocía, ya que me había llamado alguna vez por mis artículos en La Nación y me ofreció eso. Me fui a los diez días porque comprendí que había elementos que me iban impedir hacer lo que quería, que era un retorno a la estructura sindicalista no extraña a los profesores y maestros como fue durante años: los docentes eran el motor central que manejaba las decisiones. Había diecisiete sindicatos solamente en Buenos Aires, entonces una de esas cosas me molestó porque no se podía vencer, el gobierno no podía enfrentarlos y yo estaba dispuesto y me quedé. Me sacaron tres portadas como el campeón fascista. Los militares me habían acusado de comunista y ahora me coronaban como fascista.
Abel Posse, el ex ministro de Educación PRO
—¿Se siente cercano a Cambiemos?
—No soy macrista, nunca fui liberal, eso rotundamente. Estoy en una posición totalmente contraria y por bordes muy peligrosos para el otro lado. Macri me buscó porque como pensó que era independiente y como tengo cierto carácter muy definido en mi trabajo público, me ofreció ser ministro de Educación e hicimos una prueba y lo tomé porque me pareció que era uno de mis temas. Ahora, soy miembro de la Academia de Educación, soy un sarmientino rabioso, creo que en la Argentina no hubo otra cosa importante que la educación, que es lo que nos distingue mundialmente: el país de la gente inteligente e interesante en el mundo latinoamericano.
—¿Cómo hizo en su carrera para no quedar atado políticamente a ningún gobierno?
—Soy un diplomático de carrera, me inicié con Arturo Illia y vivía de eso. No comprendí jamás que la diplomacia dependiera de quien gobierna. Es como ser juez: usted depende de su posición. Los jueces no tenían que renunciar porque llegaba un coronel que se iría a los seis meses. Yo estaba en el exterior, nunca participé en los golpes y la pasé muy mal con la última revolución porque pusieron en disponibilidad a todos los diplomáticos y tuve la suerte de tener un primo almirante que intercede por mí diciendo que no tenía nada que ver con nadie en la izquierda. Después, cuando volvió la democracia vine aquí y tuve que decir que no tenía nada que ver con los militares. Tenía un primo militar y también una cuñada maestra. Todo ese mundo argentino, cuando lo quieren molestar o destruir lo usan y conmigo lo usaron.
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—¿Cómo ve la política del país?
—La Argentina es una política que no llega a la conclusión. O sea, dialogan, pero para pelearse, nunca van a la resultante final que resuelve los problemas de todos a través de una acción compartida sobre los objetivos nacionales. No podemos llegar a nada sin eso, llegamos siempre al conflicto.
*Entrevista concedida al programa “Voces y memorias”, que se emite los martes a las 20 por Eco Medios AM 1220.