El verdadero motivo que los lleva a hablar frente a la Justicia solo lo saben ellos, los acusados-arrepentidos de los casos más resonantes de los últimos tiempos. Pero las razones pueden ser varias. Ante todo, la búsqueda de mejorar su situación procesal, ya de por sí complicada. El detonante, en la mayoría de los casos, parece ser el pasar un tiempo tras las rejas o la amenaza de que eso suceda en el futuro cercano. Eso hace, o hizo, que mucho acusados involucren a otros que no lo estaban tanto. Así, hasta los más duros entre los duros, como el barrabrava de Independiente Pablo “Bebote” Alvarez, terminaron hablando y salpicando a otros pesos pesados, como Hugo y Pablo Moyano.
Pero el caso de Bebote no es el primero y tampoco será el último en el que un acusado por la Justicia se convierte en acusador. En el último tiempo, la Justicia argentina tiene una lista de casos resonantes en los que uno de los partícipes buscó esa vía. Y siempre la característica es la misma: hombres acusados y arrinconados que se vuelven acusadores. Leonardo Fariña, Alejandro Vandenbroele, Martín Lanatta o Ibar Pérez Corradi, junto a Bebote, son los célebres fundadores de este “club de los arrepentidos”.
Las derivaciones de las declaraciones de Bebote aparecieron en el anochecer del 10 de enero. Fue entonces cuando se conoció que, en el marco de una indagatoria en la causa en la que está acusado de ser el jefe una asociación ilícita que se dedicaba a extorsionar a jugadores y técnicos, Alvarez apuntó que los Moyano y parte de la comisión directiva de Independiente habían hecho maniobras de lavado a través de cuentas del club. Eso originó que el juez de Garantías de Lomas de Zamora Gabriel Vitale extrajera ese testimonio y lo remitiera al juzgado federal de Quilmes. Allí, el juez Luis Armella busca ahora avanzar para determinar si se corroboran los dichos de Bebote. La denuncia cayó en el despacho de Armella en plena feria, por lo que recién en las próximas semanas se podrá empezar a ver cómo se vislumbra el tema.
En materia de arrepentidos, antes del receso de enero, hubo un avance en la causa Ciccone. Después de varias idas y vueltas, Alejandro Vandenbroele, señalado como uno de los presuntos testaferros del ex vicepresidente Amado Boudou, se convirtió en el primer arrepentido de una causa de corrupción con la nueva ley y generó un giro de alto impacto.
Con su testimonio, homologado por el juez Ariel Lijo, Vandenbroele complicó aún más al ex vicepresidente al afirmar que hizo negocios para él y que lo vio dos veces. Pero el salto más cualitativo fue que, tras la declaración de Vandenbroele, Lijo citó a indagatoria al banquero Jorge Brito, al ex titular de la AFIP kirchnerista, Ricardo Echegaray, y a Gildo Insfrán, gobernador de Formosa, tres personajes importantes de la trama entorno de la empresa de billetes, pero que nunca habían sido alcanzados por la Justicia.
Incluso apenas unas horas después de que se conociera que Vandenbroele se había convertido en arrepentido, Brito dio un paso al costado y pidió licencia de su cargo en el Banco Macro. Una imagen que muestra cómo la palabra de una persona puede hacer tambalear un poderoso engranaje.
La repercusión de los dichos de Vandenbroele llegaron a otro actor clave de una causa de presunta corrupción kirchnerista: Leonardo Fariña. Fue él quien, en abril de 2016, declaró en el marco de la denominada causa por la ruta del dinero K, frente al juez del caso, Sebastián Casanello, y dio detalles de la operativa. Su exposición duró hasta la madrugada del sábado 9 de abril y complicó a Lázaro Báez, presunto testaferro de la familia Kirchner. Esa noche de otoño, en la que lloviznaba sobre Buenos Aires, Fariña salió protegido por Gendarmería rumbo al Penal de Ezeiza, donde estaba detenido desde hacía meses, lejos del lujo y el glamour que habían caracterizado sus días de derroche que incluyeron hasta un casamiento con la modelo Karina Jelinek.
Apenas unos días después, Fariña pasó a estar en el programa de protección de testigos e imputados, que depende del Ministerio de Justicia. Y a fines de diciembre pasado, tras conocerse el acuerdo al que llegó Vandenbroele, Fariña pidió la llamada “audiencia de homologación” a Casanello para firmar el acta bajo la nueva ley del arrepentido en la llamada “ruta del dinero K”.
Otros dos personajes que buscaron obtener beneficios con sus declaraciones apuntando hacia arriba fueron Martín Lanatta y Esteban Ibar Pérez Corradi, vinculados al triple crimen de General Rodríguez.
Lanatta, condenado como autor material de los asesinatos ocurridos en 2008, declaró en plena campaña electoral de 2015 que el entonces candidato a gobernador Aníbal Fernández era “la Morsa”, personaje central en la trama y fue por más: “Quien da la orden de la muerte es Aníbal Fernández, no Pérez Corradi”, dijo. Lo dijo ante las cámaras de televisión, pero ante la Justicia no consta ningún aporte que haya ido en esa dirección. Algo parecido sucedió con Pérez Corradi, que llegó a Argentina extraditado desde Paraguay, en medio de un enorme operativo de seguridad y promesas de declaraciones rimbombantes que nunca se concretaron.
Los ejemplos son varios y los resultados también. El tiempo terminará mostrando hacia qué lado se inclina la balanza de los acusados acusadores.
Pontaquarto, el pionero
El primer arrepentido de una causa de corrupción en la Argentina fue el ex secretario parlamentario Mario Pontaquarto. El radical aportó el testimonio clave en el marco del escándalo del gobierno de la Alianza por las coimas en el Senado. Pontaquarto habló del caso en 2003 y dio detalles de las maniobras que se hicieron para aprobar la ley de reforma laboral.
Diez años después, Pontaquarto fue absuelto, junto al ex presidente Fernando de la Rúa y los otros siete acusados. “Es vergonzoso. Yo soy parte de la verdad de lo que ocurrió. Conté la historia durante diez años. La Justicia tenía una oportunidad de dictar un fallo histórico y dispuso esto. Me queda una sensación de angustia y tristeza”, afirmaba en 2013 tras conocerse la decisión del Tribunal Oral Nº 3.
En 2016, cuando se aprobó la nueva ley del arrepentido, Pontaquarto festejó la decisión: “Este nuevo modelo va a servir para mejorar la lucha contra la corrupción”. Y antes marcó su diferencia con Fariña, el primer arrepentido, pero del kirchnerismo: “El se arrepintió estando preso”, afirmó.