Hay servicios extranjeros de las principales potencias evaluando cada metro del operativo de seguridad montado desde el jueves en la Ciudad de Buenos Aires con motivo de la tercera Cumbre de Ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales del G20. Aunque no forman parte abierta del dispositivo, su evaluación de riesgos y debilidades será crucial para determinar eventuales cambios al plan de seguridad mientras se aproxima el gran desembarco en noviembre de más de veinte de los principales jefes de Estado y Gobierno.
Hoy, el objetivo más sensible en el esquema de seguridad del Gobierno es la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, por peso institucional y el malestar social que provocó en diversos sectores el acuerdo con el organismo. Sin embargo, la integridad de otros jugadores de peso global como el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, o el francés Bruno Le Maire, provoca dolores de cabeza de igual tenor. Y son solo tres de los 55 funcionarios que comprende el operativo.
Control. Según confiaron a PERFIL fuentes oficiales, agentes de seguridad de algunas de las principales potencias como Estados Unidos y Alemania examinan la resistencia de los anillos desplegados en torno al Centro de Ferias y Convenciones, donde tendrá lugar el grueso de las reuniones. También evalúan la eficiencia de los llamados “corredores”, rutas de traslado rápido y eventual evacuación de los funcionarios internacionales en caso de emergencia.
Tras el encuentro de Macri con Lagarde, inicia la cumbre de ministros de Finanzas del G-20
Durante las últimas semanas antes del corte del tráfico regular, representantes de las potencias involucradas los recorrieron más de una vez junto a los argentinos para marcar potenciales riesgos considerando que atraviesan zonas residenciales que los inquietan. Por si acaso, todos los vehículos de traslado para los ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales –autos aportados por el Gobierno salvo decisión de las embajadas de disponer de su propia flota– sumaron custodia de elite.
El resto de las delegaciones, funcionarios de menor rango y asesores se movilizan en vans dispuestas por el Gobierno. El hecho de que se alojen en diversos hoteles complica el dispositivo aunque los especialistas dicen que palidece frente a las dificultades que conllevará el de fin de año cuando arriben más de veinte presidentes y primeros ministros, comenzando porque hoy los cálculos –y temores– de las autoridades argentinas es que la plaza hotelera de primera línea no alcanzará para cubrir el alojamiento de todos los asistentes.
Si bien la locación de la Cumbre de Líderes se trasladará del Centro de Ferias y Convenciones a Costa Salguero con una logística de magnitud superior –incluirá el cierre del espacio áereo y, por ende, de Aeroparque–, los diversos ejercicios reales durante los más de 150 foros del G20 desde noviembre de 2017 han servido como entrenamiento con fuego real para el Gobierno y sus fuerzas.
Tensiones. En este sentido, la 11° ministerial de la Organización Mundial del Comercio, en diciembre pasado, obligó a aislar todo un distrito porteño, Puerto Madero, con fuerzas municipales en la periferia y federales en el núcleo, el primer ensayo de esta naturaleza en el corazón porteño. Desde entonces, cada ministerial ha suscitado tensiones entre el gobierno nacional y el porteño por el radio de calles cerradas, con Presidencia demandando un espacio de exclusión cada vez mayor por “recomendación” de los especialistas locales y extranjeros.
Hoy la coordinación del universo de cumbres reposa en la llamada Unidad G20. Pero es el Ministerio de Seguridad el que se ha convertido en una suerte de “cancillería” paralela para el contacto con las fuerzas extranjeras. Tanto la ministra Patricia Bullrich en Estados Unidos como el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, en Alemania, se ocuparon de cerrar acuerdos de cooperación en materia de equipamiento, capacitación e inteligencia para entrenar a las fuerzas de elite argentinas en escenarios de despliegue que le son atípicos, como el de un ataque terrorista.