POLITICA

AMIA: Investigar sin concesiones, y por eso ser muy incómodos

El exjuez que investigó el atentado a la mutual judía defendió su investigación y recordó el trabajo con el fallecido fiscal.

El 18 de enero nos convoca a pensar y revisar todo lo actuado en 22 años de investigación del atentado terrorista contra la AMIA.
| Pablo Cuarterolo.

El lunes 18 de julio de 1994, una bomba asesina vuela la AMIA.  El lunes 18 de enero de 2015, la sociedad argentina se entera de la muerte del fiscal Alberto Nisman. El tiempo pasa y las respuestas no llegan.

Como Juez Instructor de la Causa AMIA, dediqué diez años de mi vida a investigar el atentado terrorista más cruento ocurrido en nuestro país. Llevo otros diez defendiendo aquella investigación. Miles de fojas que desde un principio señalaron la procedencia de los responsables, su metodología y el explosivo utilizado, entre otros macabros hechos. 

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A cada paso que dábamos se interponía un obstáculo que entorpecía la investigación en función de intereses ajenos a nuestro objetivo, que siempre fue la búsqueda de la verdad. Aun así, investigamos todo en profundidad, cada pista, cada dato y cada testimonio.

A veinte días del atentado sabíamos qué y cómo había ocurrido el hecho terrorista, cuál era el arma homicida y cuál no, y empezamos a delinear quienes aparecían como responsables nacionales e internacionales de lo acontecido. Todo ello no lo ocultamos. Lo dejamos asentado en resoluciones que fueron confirmadas por nuestros tribunales superiores. 

Abordamos múltiples líneas de trabajo: Irán, la denominada “pista siria” y las distintas variables de la conexión local.

De nuestra investigación surge toda la información y recolección de pruebas disponibles sobre el atentado: declaraciones en el país y en el extranjero, operaciones en la Triple Frontera, información relacionada con el accionar de las células terroristas iraníes, la pista sobre los hermanos Berro, las conexiones locales e internacionales. También fuimos los que -diez años antes- promovimos las escuchas telefónicas legales de las conexiones que habrían derivado, finalmente, en la denuncia que formuló el año pasado el fiscal Nisman. Sólo los que leyeron la causa completa, lo saben. 

La investigación puso en riesgo nuestras vidas. Fui amenazado de muerte en dos oportunidades por el estado iraní y, a raíz de ello, pesan sobre mí dos fatwas. A pesar de contar con custodia policial, en tres ocasiones desconocidos ingresaron a mi casa. Nunca supimos quiénes fueron.

Realizamos un trabajo riesgoso, complejo, con múltiples impedimentos y, fundamentalmente, con la justicia como norte.

Fuimos -tuvimos que ser- pioneros en el proceso de investigación, porque 22 años atrás Argentina no contaba con ninguna experiencia ni protocolo de actuación para investigar casos de terrorismo internacional como fue el atentado contra la AMIA. Fue necesario desarrollar y aplicar nuevos procedimientos de instrucción que no existían en la legislación nacional.  

Luego de mi salida arquitectónicamente forzada de la causa, el fiscal Nisman continuó la investigación. Su trabajo se basó en todo el proceso judicial que yo dejé probado y en los indicios y pruebas que se arrimaron a lo largo de diez años de arduo y precursor trabajo. Hace 22 años pocos hablaban del terrorismo fundamentalista. Hoy es un fenómeno diario en cualquier parte del mundo. 

Quiero dejar muy en claro que la nulidad del caso que llevé adelante dictado por el TOF 3 no significa la inocencia de los acusados. Y, por eso mismo, no podemos descartar la participación de aquellos que hoy levantan el dedo acusador contra los que durante la investigación pusimos el foco sobre sus flagrantes ilícitos. Sin estos personajes,  el hecho principal no hubiera ocurrido....digan lo que digan.

Hace un año, en circunstancias que aún no fueron aclaradas, moría Alberto Nisman. En 1997 se sumó como fiscal a la investigación sobre el atentado y colaboró con nosotros, que éramos los incómodos.

Luego conocimos a otro Nisman, ya titular de la UFI-AMIA, que fue el que persiguió a los mismos que trabajamos con él. Aun así, se ocupó de hacerme llegar un mensaje, una explicación de que lo que hacía, era “contra de su voluntad”.

Todavía no sabemos qué pasó con su muerte, pero el 18 de enero nos convoca a pensar y revisar todo lo actuado en 22 años de investigación del atentado terrorista contra la AMIA.

Los incómodos entendemos que llegar hasta el fondo en la búsqueda de la verdad implica exponerse personal y profesionalmente. Lo hemos vivido. No lo duden.